De todas las imágenes que dejó el regreso a los escenarios de Jorge González la noche del martes en el Bar Liguria, hubo una que pareció sintetizar mejor que cualquier otra el espíritu tras la inesperada reaparición en vivo del ex líder Los Prisioneros. Ocurrió en la mitad de la velada, cuando entre sonrisas cómplices con sus músicos el cantautor comenzó a interpretar una versión muy libre y en español de Knockin' on heaven's door, de Bob Dylan. No fue precisamente un homenaje al reciente ganador del Nobel, sino más bien un chiste interno del grupo de amigos, dirigido al mánager de González, el uruguayo Alfonso Carbone, quien observaba desde un costado del escenario.
La escena, celebrada por las cerca de cien personas que llegaron ese día al local de Providencia, evidenció la forma en que el equipo del sanmiguelino diseñó su sorpresivo retorno artístico, que desde el comienzo fue pensado como una versión con público de los relajados almuerzos que todos los viernes reúnen al autor de Corazones rojos con sus compinches musicales -entre ellos Pedropiedra, Gonzalo Yáñez y Jorge Delaselva-, donde además de comer se dan tiempo para escuchar discos, guitarrear e improvisar letras.
"Por lo mismo, buscamos hacer una cosa más cerrada, porque era una especie de prueba. Todo se hizo en función de proteger a Jorge", explica Carbone, quien asegura que el solista tenía ganas de volver a pisar un escenario desde noviembre, cuando participó en el masivo homenaje que diversos colegas le realizaron en el Movistar Arena.
Pero ahora la fórmula debía ser distinta: se trataba del primer concierto en serio del ex Los Prisioneros desde aquel en Nacimiento en febrero de 2015, el último que alcanzó a dar antes de internarse de urgencia por un infarto isquémico cerebeloso que puso en pausa su carrera. Por lo mismo, una vez que el equipo sintió que estaban dadas las condiciones para el regreso, se buscó un lugar que propiciara un ambiente íntimo y donde el cantautor se sintiera cómodo, y escogieron el tradicional local de Providencia "porque hay una vibra positiva en el lugar y porque tenemos sintonía con los hermanos Cicali -dueños del recinto-, que le tienen cariño a Jorge", cuenta su representante.
El acuerdo con el local se cerró hace aproximadamente tres semanas. Entonces, se decidió hacer un show de cerca de una hora de duración en el que el cantante y los músicos pudieran tocar sentados, con el fin de no forzar demasiado la salud del cantautor. Y en formato acústico, replicando las sesiones de camaradería de los viernes y "porque así la voz de Jorge no compite con la bulla de un teatro grande, las guitarras eléctricas y la batería, es otro nivel de control", explica Gonzalo Yáñez, quien el lunes pasado, durante el último ensayo, se encontró con un González "muy concentrado y compenetrado, porque Jorge, además de genial, lo admirable que tiene es el rigor de trabajo", detalla.
Un par de días antes del concierto, la administración del local y los colaboradores del solista definieron una lista de cerca de cien invitados, entre quienes se encontraban músicos amigos como Manuel García, Gepe y Cecilia Aguayo; sus familiares, entre ellos su hijo menor, Leonardo, que informaba a la distancia a su hermano Antonino de los detalles; diversos parroquianos del local y también dos de los médicos más cercanos que asisten al músico en su rehabilitación. A todos se les envió vía mail y whatsapp una invitación privada al evento, donde entre otras cosas se pedía "no comentar a terceros ni avisar a nadie más acerca de este show", ni tampoco entrar con celulares o cámaras; un viejo anhelo de González que por primera vez pudo concretar esta semana.
El futuro
Tras 60 minutos sobre el escenario, en los que repasó sus más recientes trabajos de solista además de un par de éxitos de Los Prisioneros y joyas de su catálogo -como Cumbia triste, poco habitual en sus set-, la sensación que se respiraba en el backstage era positiva, y quienes estaban ahí aseguran que el cantante -que tras el show partió directamente a su casa- "se mostró feliz como pocas veces lo hemos visto", según Carbone. A esto se sumó un aspecto que más de algún asistente comentó a la salida: más allá de las secuelas que aún quedan por tratar, el ex Prisionero canta mejor que hace once meses, "en parte por el trabajo de fonoaudiología que viene realizando, sumado a ese grupo humano que lo acompaña", dice el mánager.
Para su círculo, lo del martes fue una señal alentadora pensando en el futuro. "Tomamos conciencia real de la situación en la que estamos como para seguir. Buscamos reinventar un poco a Jorge artísticamente con este formato y me quedo con la sensación de que podemos seguir haciendo esto", señala Yáñez. "Todo va a depender de la evolución de Jorge pero sí está la intención de seguir de a poco en lugares más chicos, no en grandes escenarios", agrega Carbone.