LA proporción impacta: en un colegio del sector oriente de 87 vacantes para prekínder 2014, sólo 25 están destinadas a nuevas familias; el resto de los cupos son para hermanos de alumnos o hijos de ex alumnos. Y a ese colegio, este año, están postulando 200 nuevas familias. ¿La competencia? Feroz, obvio. Porque en los procesos de admisión para niños de menos de cuatro años, confundir una pera con una manzana o poner algunas rayas de menos en vez de algunas más, pasa de ser un juego a determinar el ingreso.

El próximo sábado 6 de abril estará en pleno desarrollo el proceso de admisión al colegio para preescolares (aunque algunos establecimientos ya comenzaron a mediados de marzo). Y también estará en curva ascendente la tensión y la ansiedad de los padres de esos niños que son evaluados por las instituciones educacionales para saber si dan con los parámetros que buscan en sus alumnos.

Uno de los factores determinantes en esa ansiedad paterna tiene que ver con el nivel de incertidumbre sobre lo que realmente tendrán que hacer sus hijos en esa hora o mañana en la que estarán siendo evaluados. Porque una cosa es saber que los van a hacer "jugar" -como aconsejan las profesoras que se les diga a los niños para no estresarlos- y otra muy distinta tener claro que hay, al menos, cinco áreas en las que los postulantes serán analizados, y que dentro de esas cinco áreas hay una serie de pruebas que tendrán que realizar.

Madurez. Lenguaje. Motricidad. Razonamiento visoespacial. Pensamiento lógicomatemático. Todos los colegios con alta demanda van por lo mismo. La diferencia está en el tipo de prueba que realizan para establecer el grado de habilidad del niño en cada una de esas áreas. Es decir, a esa edad se espera que sepan dibujar con algunos detalles a su madre o a ellos mismos (madurez); que sepan enumerar o dibujar cinco círculos dentro -no fuera- de una estrella (pensamiento lógico-matemático); completar oraciones simples del tipo "la luna sale de..." (lenguaje) y saber tomar el lápiz (motricidad), que son parte de la batería de exámenes que habitualmente hacen los colegios.

De acuerdo a los mismos establecimientos, las habilidades en cuestión son las que debiera tener cualquier niño de menos de cuatro años. Sin embargo, cada vez aparecen más especialistas que abordan este tipo de exámenes con mirada crítica. Sylvia Langford, sicóloga y experta en el tratamiento de niños con trastornos de aprendizaje y conducta, dice que no es posible "medir la calidad de un niño si son 10% genética, 70% trabajo de esfuerzo y 20% lo que los adultos los guían en la casa o el colegio". También hay preguntas que quedan en el aire: ¿Por qué examinar a un niño de esa edad en abril si en marzo siguiente, cuando entre al colegio, puede ser un niño totalmente distinto? Además, hay una grave queja contra la presión que generan estos tests, algo que explica la profesora y sicopedagoga Gloria Silva, quien trabaja en el centro INASMED con la doctora Amanda Céspedes. "La actitud de los padres puede generar en los niños altos montos de ansiedad, especialmente si las expectativas frente a ingresar a un determinado colegio son muy altas y el miedo a que el niño no sea aceptado provocan en los padres una actitud de presión".

En esos términos, reducir la incertidumbre, dicen los expertos, baja la ansiedad y la tensión. Por eso, especialistas en el tema y encargados de admisión de diferentes colegios capitalinos entregan aquí algunas de las pruebas que se realizan y qué se espera del desempeño de los niños en ellas.

1. Lenguaje

Esta es una de las habilidades más importantes para los colegios y la razón es clara: dominar el lenguaje es fundamental para tener éxito en todas las áreas, ya que la lectura y la escritura permiten a los niños comprender desde lo que leen hasta entender y ejecutar las órdenes. Por eso, los colegios dividen esta habilidad en dos: manejo del lenguaje receptivo (capacidad de escuchar y entender instrucciones y ejecutarlas) y expresivo (habilidades para darse a entender frente a otras personas). Tener bien desarrollado el lenguaje receptivo incluso determina en gran medida el comportamiento del niño y el posible manejo que se pueda hacer de él en la sala de clases.

Según M.L. Gómez, educadora de párvulos que prepara a niños para rendir el examen de admisión a los colegios más exigentes, quienes no comprenden ni retienen órdenes simples son niños que, "dentro de la sala, interrumpen una y otra vez", porque no entienden y se aburren.

Francisca Rodas, subdirectora de ciclo inicial del Colegio Sagrado Corazón de Apoquindo, Monjas Inglesas, dice que para probar estas habilidades, a las niñas se les pregunta por su nombre, su dirección, el nombre de sus papás o de sus mascotas. Esto permite evaluar el grado de articulación de palabras que tienen. En general, comenta una sicopedagoga de un colegio privado, se exige que los postulantes a prekínder sepan responder a estas preguntas con una oración sencilla, pero coherente, de al menos tres palabras, como "Mi perro se llama Tony".

En los colegios bilingües también está el tema de la dicción. Si bien estos establecimientos no exigen que los niños tengan dominio sobre la segunda lengua, sí se fijan más que otros en el manejo del español. Los colegios bilingües recurren a los fonoaudiólogos para detectar posibles trastornos del lenguaje, de los cuales los más comunes son los problemas de pronunciación de la doble "r" y de la combinación de las consonantes "pl", "bl" y "tr", que pueden convertirse en una razón para el rechazo.

"Me acuerdo del caso de un sobrino que quería entrar a un colegio alemán, pero fonoaudiológicamente no estaba preparado para aprender ese idioma. Fue rechazado", cuenta una profesora encargada de la admisión en un colegio de Santiago.

2. Madurez

En Chile, los establecimientos aseguran no medir los conocimientos específicos de los niños, sino su grado de madurez en distintos niveles. Claro, a uno le cabe la pregunta: ¿Qué significa ser maduro cuando se está a punto de cumplir los cuatro años? La respuesta, en resumen, es la siguiente: un niño maduro es uno capaz de integrarse a un grupo, respetar a sus compañeros y que sabe cómo interactuar socialmente a con su entorno. Hay dos vías para evaluar esta característica.

Primero, está la observación del comportamiento. En el Colegio Suizo señalan que simulan la dinámica del jardín infantil durante dos sesiones de 90 minutos en dos días seguidos. "Nosotras (educadoras, sicólogas y sicopedagogas) vemos cómo juegan y si son capaces de desarrollarse en un grupo".

En otro colegio privado de Las Condes dicen que es "normal que los niños entren como achunchados. El niño que entra como loco, con demasiada personalidad, es raro. Lo más probable es que con él, al año tengas un terremoto. Si tienes un cupo entre un niño 'normal' y ese, problemente no lo elijas". La actitud inicial también cuenta. Un sicopedagogo de un establecimiento de Providencia dice que "el niño que es más maduro llega sereno, tranquilo, no le cuesta tanto desprenderse de sus padres".

La segunda prueba a la que se los somete es el conocido Test de Gudenof, que interpreta los dibujos de las figuras humanas. En general, se les pide a los niños que se dibujen a sí mismos, aunque también se les puede pedir que dibujen a uno de sus padres o a una de las educadoras. Cristián Simón, quien preside el Consejo Superior de The Newland School, dice que "el respeto por los márgenes de la hoja, dónde ubican el dibujo, de qué tamaño es la figura y los detalles, hablan mucho del niño y de su madurez". Los más maduros perciben mejor la realidad y, por tanto, la pueden plasmar mejor en un dibujo.

Simón explica que "si a un niño le pido dibujar a la mamá y es inmaduro, dibujará la pura cara o los ojos. Cuando es más maduro, tiene la capacidad de percibir más detalles, como el pelo o las orejas. También dibuja el tronco, desde el que salen las extremidades, no el típico dibujo de un círculo con la cara de la que salen las piernas y los brazos".

3. Motricidad

Las habilidades de motricidad fina son las que permiten controlar las manos y los dedos. Se necesitan para actividades como tocar un instrumento, cortar, amarrar un hilo, doblar, abrochar o desabrochar, amarrarse los cordones, etc. y son, en buena medida, las que trabajan los jardines infantiles. Más tarde, a medida que vaya creciendo, se espera que el niño escriba, responda pruebas, realice trabajos manuales y escriba en un teclado. Nada de esto puede realizarse sin motricidad fina. De hecho, según un estudio estadounidense, entre el 60% y el 70% del trabajo escolar requiere de esta habilidad.

Por supuesto, ésta se debe ir obteniendo paso a paso. Según M.L. Gómez, si los papás quieren fortalecer la motricidad fina en la casa, primero deben promover que los niños aprendan a recortar bien con los dedos. Sólo después de eso pueden comenzar a practicar con tijeras. Lo mismo con los dibujos: primero se les debe enseñar a pintar y luego a pintar dentro de los márgenes de las figuras.

También existe la motricidad gruesa, muy relacionada con la forma en que los niños se desplazan y conectan con su cuerpo. Según Francisca Rodas, de las Monjas Inglesas, esto incluye la habilidad para caminar y detenerse en un punto cuando se les indica, saltar con dos pies o subir y bajar escaleras de manera coordinada. M.L. Gómez dice que cuando ella prepara niños, fortalece la motricidad gruesa haciéndolos caminar por una línea recta en el suelo, pidiéndoles que no se salgan de ella, o mandándolos a jugar al "Simón manda". Por ejemplo, "Simón manda ponerse de espalda en el suelo". Esto fomenta que reconozcan su cuerpo y puedan medir y articular sus movimientos.

4. Razonamiento visoespacial

Según el libro Haciendo pruebas para el Kínder, de la autora estadounidense Karen Quinn, esta habilidad es lo opuesto al razonamiento con palabras. "Es la habilidad del niño para razonar y resolver problemas usando imágenes, fotos, diagramas, formas geométricas, mapas y tablas". Por eso, implica interpretar y comprender la información visual y espacial para crear estrategias expresivas que involucren ambas áreas, como dibujar, hacer puzzles y otras actividades que requieren habilidades motoras finas. Por ejemplo, ordenar la mochila o el escritorio requiere del razonamiento visoespacial de su hijo.

¿Por qué es importante para el éxito académico? Según Quinn, la habilidad de dibujar e identificar triángulos, cuadrados y círculos es la base para la escritura y el reconocimiento de letras y números. Diferenciar entre un círculo y un triángulo es el primer paso necesario para reconocer una O versus una A. La habilidad para notar las diferencias en detalles finos de las imágenes visuales es necesaria para distinguir una F de una E.

Además, reconocer la posición de las cosas les permite a los niños no sólo desplazarse y comprender el orden adecuado del mundo que los rodea, sino cosas tan simples como comprender que en el colegio deben ser capaces de trabajar dentro de los márgenes de una página, comenzar oraciones a la izquierda y escribir hacia la derecha y espaciar las letras y los números apropiadamente.

5. Pensamiento matemático

En esta área no se trata de que sepa resolver operaciones matemáticas complejas, sino de que sea capaz de aplicar a tareas simples el razonamiento lógico que le permitirá desarrollarlas cuando sea más grande. Entre las habilidades que a los cuatro años un niño debería tener desarrolladas se cuentan la búsqueda de patrones y secuencias y la capacidad de ordenar elementos según criterios de tamaño, color o textura, entre otros. De acuerdo con M.L. Gómez, algunas pruebas piden ordenar un determinado número de elementos según un patrón claro, mientras que otras dejan que el niño ponga sus propias reglas de clasificación. En el primer caso, por ejemplo, se le entrega una caja con botones y se le indica que los ordene por color o tamaño. En el segundo, se deja que elija si ordenarlos por textura, color o forma. Lo importante es que la clasificación tenga alguna lógica. Lo que se busca es lo mismo: saber si es capaz de reconocer detalles que asemejan o diferencian ciertos elementos.

¿Por qué este tipo de razonamiento es importante? Porque ayuda a desarrollar pensamiento crítico, visualización de detalles y habilidades de resolución de problemas que se ocuparán toda la vida, particularmente en el colegio, donde matemáticas será una de las asignaturas más fuertes.