En 2012 acumulaba calificativos como "tirano", "carnicero" o "asesino de masas" en medios norteamericanos como Time o The New York Times. El año pasado estuvo en la mira de Barack Obama y sólo una intermediación del gobierno ruso evitó una operación militar contra Siria. Damasco aceptó entonces entregar sus armas químicas para evitar las represalias de Occidente. Pero hoy, de repente, el presidente sirio ya no parece tan malo. Es más. Empieza a ser considerado un mal menor, cuyas atrocidades palidecen al lado de las perpetradas por los yihadistas del Estado Islámico (EI), que junto con diezmar al Ejército de Assad no dejan de expandirse por Medio Oriente.
Este escenario ni siquiera era evaluado hace tres años, cuando comenzó la guerra civil en Siria, que ha dejado más de 191 mil muertos. Pero la amenaza yihadista sobre Siria e Irak hace aparecer posibles alianzas que hasta hace un año eran impensadas. "Siria está preparada para una cooperación y coordinación a nivel regional e internacional para luchar contra el terrorismo", declaró recientemente el canciller sirio Walid Muallem, quien precisó que EE.UU. y Reino Unido "son bienvenidos" en esa eventual coalición contra el EI.
Aunque Muallem advirtió que cualquier ataque norteamericano contra los yihadistas que operan en Siria debería coordinarse con Damasco, The Wall Street Journal informó que el Ejército de EE.UU. ya estaba preparando vuelos de reconocimiento sobre el país árabe.
En una incómoda posición, la Casa Blanca ha intentado aclarar que esta concesión de Siria no significa que ambos países se hayan aliado. De hecho, acusa a Assad de ayudar al fortalecimiento del EI por no frenarlos en el contexto de la guerra civil. Pero este supuesto giro de Washington hacia Damasco ha desatado críticas. "La ironía del momento es trágica. Pero para algunos no llega como una gran sorpresa", afirmó el columnista de The Washington Post, Ishaan Tharoor. "Muchos advirtieron contra la temprana insistencia de la Administración Obama (al igual que otros gobiernos) de que Assad debía irse, ante el temor de que podría arraigarse el vacío. Uno de esos críticos pasó a ser el Presidente de Rusia, Vladimir Putin, quien alertó contra la intervención de EE.UU. en Siria, en un artículo de opinión en The New York Times, en septiembre pasado. Ahí escribió: 'Un ataque aumentaría la violencia y desataría una nueva ola de terrorismo", recordó Tharoor.
En Washington parece no haber consenso sobre la conveniencia de "aliarse" con Damasco para enfrentar a los yihadistas. "No soy un apologista del gobierno de Assad (…). Pero el Estado Islámico es una amenaza mucho mayor para la seguridad de EE.UU.", dijo Ryan Crocker, ex embajador norteamericano en Siria.
"No es un caso en el que el enemigo de mi enemigo sea mi amigo. Unir fuerzas con Assad alienaría permanentemente a la población sunita tanto en Siria como en Irak, necesaria para aislar al Estado Islámico", explicó Benjamin Rhodes, viceasesor estadounidense de Seguridad Nacional.
En cambio, entre los analistas parece haber más coincidencia sobre los riesgos que representan los yihadistas en Siria. "Assad está matando a su propio pueblo y radicalizando a los yihadistas sunitas, pero a diferencia del EI no ha señalado a EE.UU. o Europa como un objetivo primario de su campaña militar. Y, aunque puede ser un asesino a sangre fría, su mentalidad de statu quo y su secularismo no nos alarman de la forma que lo hace el nihilismo fundamentalista del EI", declaró Aaron David Miller, experto en Medio Oriente del Centro Internacional Woodrow Wilson. "Nadie está haciendo un llamado a una alianza estadounidense con Assad, pero parece claro que Washington ha aceptado la realidad de que su régimen va a sobrevivir", agregó. "Assad manda una fuerza de combate mucho más unificada y efectiva que los rebeldes sirios 'moderados'. Es una amenaza menor para EE.UU. que el Estado Islámico". Y es incluso preferible moralmente, en cierto modo, a lo Stalin contra Hitler", escribió el cientista político Peter Beinart en The Atlantic.