Assad se reafirma en el poder, mientras Occidente mira hacia otro lado

Los sirios confirmaron ayer al mandatario por otros siete años. Países occidentales han tenido una tibia reacción hacia el conflicto.




Tres años y dos meses han pasado desde que se inició la revuelta contra el régimen de Siria, que hasta ahora ha dejado unos 150.000 muertos. Ni las tragedias familiares ni todas las ciudades destruidas se reflejan hoy en un cambio del liderazgo del país. Todo lo contrario. Reforzado con avances en el campo militar, Bashar Assad está ad portas de asumir un tercer mandato presidencial tras las elecciones desarrolladas ayer en los territorios sirios controlados por sus fuerzas (donde vive el 60% de la población, consignó la agencia France Presse). Y su victoria es dada por hecho.

Tanto la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) como Estados Unidos dijeron que no reconocerán los resultados de unos comicios catalogados como una "farsa" tanto por Occidente como por la oposición. Aquello, sin embargo, podría ser percibido por Assad sólo como parte de la retórica habitual de Occidente hacia su gobierno más que una amenaza real, teniendo en cuenta las contradictorias señales de las potencias occidentales en relación al conflicto civil.

En ninguna de las fallidas mediaciones y conversaciones auspiciadas por Naciones Unidas (ONU) Assad dio muestras de querer compartir el poder y, en todo momento, ofreció elecciones libres y cumplir con requerimientos de la comunidad internacional. A nivel electoral, ayer "cumplió", pero a su modo: por primera vez en más de 40 años en la papeleta se incluyeron nombres que no se apellidan Assad, aunque sean candidatos oficialistas de relleno. A mediados de 2013, además, ganó varios puntos al sumarse a la Convención de Armas Químicas, desmantelar los laboratorios en que éstas se elaboraban y cooperar en la extracción de las mismas para ser destruidas en el extranjero. Con esta jugada, auspiciada por Rusia, Assad evitó un bombardeo de EE.UU. y Francia.

Actualmente, Occidente no ha querido tener una participación más activa en la resolución del conflicto.

Analistas internacionales consideran que el avance islamista en las filas rebeldes y el fantasma de las guerras de Irak y Afganistán se han transformado en las grandes piedras de tope para una acción directa. "Desde que comenzaron las protestas, el presidente sirio ha dicho que sus enemigos son 'terroristas'. Esta retórica ha tenido éxito, sobre todo en EE.UU. y Europa, donde hay gran temor al yihadismo", dijo a la cadena alemana Deutsche Welle, Bente Scheller, experta de la Fundación Heinrich Böll.

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