Mil días en una habitación, con un cuarto de baño, una pequeña cocina, varias computadoras y una bicicleta fija: así es la vida de Julian Assange, el fundador de WikiLeaks, desde el 18 de junio de 2012, cuando ingresó a la Embajada de Ecuador en Londres para evitar la extradición a Suecia.
Al cumplirse los mil días de asilo en el territorio diplomático ecuatoriano, una pequeña multitud de periodistas y fotógrafos, así como gente común, se reunió frente a la Embajada de Ecuador en Londres, a pocos metros de los escaparates de los almacenes Harrods, para recordar su encierro.
Assange es reclamado por Estados Unidos por la difusión de los archivos secretos que han colocado a Washington en una situación embarazosa con los gobiernos del resto del mundo.
"Mil días sin una acusación formal", decía una de las pancartas. En una calle estrecha, donde se asiste al milagro de los mil días, posible solo en Londres, se veían dos Fiat 500 estacionados junto a un estridente Rolls Royce, y un Mercedes completamente recubierto de cristales Swarovski, mientras los manifestantes gritaban "estamos aquí por Julian Assange".
Mientras los manifestantes exponían carteles y banners sobre la importancia del trabajo de Assange al servicio "de la verdad", una guitarra y una flauta tocaban una melodía dulce.
Una chica rubia asumió el trabajo de organizar y recoger a los periodistas y operadores de radio y televisión, para concertar entrevistas.
De pronto apareció el embajador de Ecuador, a bordo de un sedán de lujo. El diplomático sudamericano, que para Assange es sustancialmente el dueño de casa, empujó la puerta frente a la embajada, pero no dejó de hablar por celular: abrió la puerta, cruzó el umbral y se encerró en sus oficinas. El fundador de Wikileaks no se dejó ver.
En otras ocasiones, había aparecido desde el pequeño balcón de su habitación que da a la calle, para saludar a los que mostraron solidaridad.
Esta vez, en el milésimo día de su encarcelamiento voluntario en la embajada ecuatoriana, Assange decidió no manifestarse.
Probablemente, se explicó, para no provocar a los fiscales suecos, que con un movimiento sorpresa el viernes pasado dijeron que estaban dispuestos a interrogarlos en Londres en lugar de esperar a la extradición. El camino aún es largo. Y Assange sabe que deberá esperar.