El etnoturismo se ha transformado en una importante plataforma de desarrollo para las comunidades indígenas, las que han abierto sus tradiciones, rituales y sistemas de vida al interés de los visitantes. De esta manera han logrado reactivar su economía y fomentar el crecimiento de sus familias.
Y si bien esta modalidad ha cobrado mucha fuerza en el sur del país, poco a poco gana terreno también en la zona norte. Así lo demuestra el esfuerzo de seis comunidades atacameñas que se adjudicaron la administración exclusiva del Valle de la Luna, a seis kilómetros de San Pedro de Atacama, en Antofagasta. Ellas son quienes permiten que operadores turísticos y público en general puedan acceder a lugares puntuales de la reserva nacional Los Flamencos.
"Por un lado, este lugar es una reserva y por otro, un territorio ancestral. Al tener estas dos connotaciones se llega a un contrato asociativo con Conaf (Corporación Nacional Forestal) para la protección del sector, ya que por la baja dotación de guardaparques no se podía proteger una reserva de 5.477 hectáreas. Nuestros territorios estaban siendo destruidos por el turismo masivo que surgió en San Pedro y eso nos impulsó a asociarnos", dice Eduardo Cortés, administrador de la Asociación Indígena Valle de la Luna, perteneciente a la comunidad de San Pedro.
En un principio comenzaron con la conservación del territorio, pero desde hace un año iniciaron la oferta de servicios turísticos especiales. En ese contexto está el único circuito subterráneo con fines turísticos de espeleología kárstica en Latinoamérica, que permite conocer las cavernas y cavidades que se encuentran bajo el valle, en un recorrido que dura cuatro horas. Pueden entrar por grupos de seis personas, mediante un sistema de cuerdas, con la ayuda de atacameños capacitados en alta montaña. Son siete rutas con diferentes niveles de dificultad, donde se pueden encontrar variadas especies de aves rapiñas, como el halcón peregrino y el perdiguero, la lechuza alba, el cernícalo y el pequén.
"Los turistas quedan impresionados. No se logran imaginar que bajo el Valle de la Luna existe ese tipo de cavernas", explica Cortés.
Además, con las ganancias de esta nueva oferta turística comenzaron a emprender en otras atracciones. Así, en julio próximo proyectan inaugurar un museo que rescata la historia de las minas de sal y un servicio de astronomía andina. También capacitaron a parte del personal, para realizar travesías en globos aerostáticos.
Según Cortés, antes los jóvenes atacameños no estaban interesados en desarrollar el turismo. "Eran meros espectadores, pero ahora son protagonistas, armando pequeños grupos especializados en alta montaña a las afueras del valle".
La Asociación Indígena Valle de la Luna entrega un porcentaje de sus utilidades para el desarrollo social o económico de cada una de las comunidades. En total son 480 atacameños los beneficiados.
Según el ministro de Desarrollo Social, Joaquín Lavín, "actualmente, existe más de una veintena de proyectos de turismo que benefician a las comunidades de los nueve pueblos originarios chilenos. Algunas iniciativas surgen dentro de las propias comunidades y otras, son de emprendedores que han visto en el rescate de nuestra cultura indígena un valor para su negocio".