La tensión se mantuvo ayer en Jerusalén, un día después del atentado más sangriento desde 2008, que causó cinco muertos en una sinagoga, con disturbios dispersos y la demolición por fuerzas israelíes de la casa de un palestino responsable de un atropello mortal en octubre.
La "mano de hierro" prometida por el primer ministro israelí, Benjamin Netanyahu, tras el atentado mortal contra una sinagoga empezó a hacerse palpable la madrugada de ayer, cuando las fuerzas del orden destruyeron el departamento de Abdel Rahman Shaloudi, ubicado en el barrio de Silwan, en Jerusalén Este. El 22 de octubre el palestino de 21 años mató a un bebé y a una joven ecuatoriana al embestirlos con su auto en una estación de tranvía, justo antes de ser abatido por la policía. "¿Adónde vamos a ir ahora? Ya no tenemos vivienda", se quejó Nibras, una hermana del palestino acusado de terrorismo. "La ocupación israelí quiere romper nuestra familia y desplazarnos. Creen que derribando las casas de los mártires disuadirán a la gente de Jerusalén y Palestina, pero la violencia engendra violencia", apuntó la madre de Shaloudi, citada por la agencia Maan.
Las fuerzas israelíes no habían llevado a cabo ningún derribo punitivo en Jerusalén desde 2009, según Daniel Seidemann, un abogado israelí especialista en asuntos relacionados con la ciudad santa.
Por su parte, Netanyahu se mostró satisfecho con la acción y aseguró que se trataba sólo del comienzo. "Esta mañana hemos demolido la casa de un terrorista. Este es un importante y significativo paso y habrá más demoliciones", advirtió el premier. "Estamos determinados a devolverle la seguridad a Jerusalén", indicó al visitar el nuevo centro de mando de la unidad de vigilancia del municipio de Jerusalén, donde se controlan en tiempo real "los disturbios y las violaciones de la ley" a través de inmensos zeppelines.
El gobierno israelí resolvió la semana pasada endurecer los castigos tras el incremento de ataques de palestinos a israelíes, que en las últimas semanas se han saldado con 11 víctimas y reinstauró la norma de destruir los domicilios de los atacantes, abandonada a finales de la segunda intifada por su falta de eficacia.
En la Ciudad Vieja se agregaron seis puestos de control temporales y nuevos agentes cerca de las principales puertas de ingreso. En los barrios de mayoría palestina se colocaron barreras para impedir la entrada y salida de personas. Además, se reforzó la seguridad en torno a la urbe, donde los actuales 3.000 efectivos policiales han recibido el despliegue adicional de 1.000 nuevos agentes.
Sin embargo, los vecinos de los barrios de Silwan decidieron oponer resistencia a la resolución de las autoridades y se enfrentaron con piedras a las fuerzas israelíes. "Unos 30 o 40 palestinos lanzaron piedras y la policía ofreció una rápida respuesta sin que se produjera ningún herido", informó a EFE el portavoz de la policía, Miki Rosenfeld. Según el diario israelí Yedioth Ahronoth, cerca de 120 niños y jóvenes quemaron neumáticos, bloquearon la entrada a Shuafat y lanzaron piedras a un control policial. "La intifada comenzó", dijo un joven de 17 años al diario israelí. El ministro de Economía, israelí, Naftalí Bennett, reclamó ayer el lanzamiento de una operación militar en Jerusalén Este con el objetivo de "erradicar las infraestructuras del terror". Una propuesta que el ex jefe del servicio secreto Shin Bet, Ami Ayalon, calificó de "irrealizable".