El gobierno sirio lanzó el sábado, en el norte del país, un ataque aéreo en el que 20 personas perdieron la vida, varios comercios resultaron destrozados y numerosos vehículos se incendiaron mientras una enorme columna de humo negro y gris se elevaba hacia las alturas.
La fuerza aérea ha sido una de las principales ventajas del presidente Bashar Al-Assad en los dos años de guerra civil, debido a que el régimen ha utilizado cazas y helicópteros para frenar el avance de los insurgentes, pero con frecuencia ha atacado objetivos civiles.
En un informe difundido esta semana, el grupo activista Human Rights Watch acusó al gobierno sirio de cometer crímenes de guerra por el lanzamiento indiscriminado y en ocasiones deliberado de ataques aéreos contra civiles, debido a lo cual han muerto unas 4.300 personas desde mediados del año pasado.
El bombardeo del sábado estuvo dirigido contra la localidad de Saraqeb, en la provincia de Idlib, según el Observatorio Sirio por los Derechos Humanos, con sede en Londres. El observatorio dijo que tres niños figuraron entre las 20 personas muertas en el ataque aéreo.
Los insurgentes han ocupado gran parte de las zonas rurales de Idlib y otras provincias del norte de Siria de las que ha desalojado a las fuerzas del régimen, pese a que el ejército sigue controlando muchas bases militares en la región desde las que lanza ataques, "incluidos los aéreos", contra esas zonas.