El referendo que se celebra el jueves 18 en Escocia despierta un interés particular de aquellas regiones que sueñan con tener la opción de decidir su independencia, especialmente en Europa. Uno de esos casos es la región de Cataluña, en España, que ayer celebró su "día nacional", y cuyas autoridades han convocado a una consulta -descalificada por Madrid- para el 9 de noviembre, donde se pregunte a los catalanes si quieren constituir un nuevo país.
Precisamente, el ministro principal escocés, Alex Salmond, que encabeza la opción del "sí" a favor de la independencia, fue consultado ayer por la apuesta catalana, ante lo cual dijo que no es quién para "aconsejar a otra gente o a otros países cómo gestionar sus asuntos", pero opinó que la consulta ha sido consensuada con el gobierno británico y que esa es una diferencia "clave" con Cataluña.
Sin embargo, son muchos quienes están atentos a las lecciones de la experiencia escocesa, desde Texas (estado que por si sólo es la 13a. economía del mundo), pasando por el Kurdistán (muy en boga por los sucesos en Irak y Siria), Baviera (la región alemana se autoproclama como la séptima economía europea) y hasta Taiwán (pese a llevar una vida independiente, históricamente se ha considerado parte de China).
Con especial preocupación observan los flamencos de Bélgica que tienen muy vivo su sentimiento nacional y sus ganas por separarse de los valones. Así, Kurt Ryon, el alcalde de Steenokker-zeel, un pueblo flamenco al norte de Bruselas, se muestra nervioso por lo que pueda suceder en Escocia y lo compara con un partido de fútbol. El voto por la independencia "estaba perdiendo en la primera mitad del partido y en la mayoría del segundo tiempo, pero ahora estamos en el minuto 85 y podría ganar", dijo Ryon al diario The New York Times, haciendo referencia a los últimos sondeos que apuntan a un empate técnico entre el "sí" y el "no".
Precisamente, la división entre Flandes (inclinado hacia la derecha) y Valonia (más inclinada a la izquierda) han complicado las formaciones de gobierno en Bélgica, tanto así que la última vez tardaron 541 días en establecer un Ejecutivo tras la realización de elecciones.
España -que quiso aplacar los nacionalismos con la puesta en marcha de un régimen de autonomías a fines de los 70- también enfrenta el debate independentista en las regiones vascas, aunque por ahora han evitado plantear la opción de una consulta. Como sea, la lucha separatista ha estado manchada de sangre por la acción del grupo ETA, formado a fines de los 60 y que recién ahora parece estar en proceso de desarme y disolución. Los nacionalistas vascos sostienen que un futuro país debería abordar lo que es el actual País Vasco, la región de Navarra y parte del sur de Francia.
Particularidades especiales también tiene la isla de Córcega, donde la lucha separatista apostó por vía violenta durante más de 40 años, fruto de la cual en 1998 fue asesinado el funcionario francés de más alta jerarquía de la isla. Eso, a pesar de que quizás el francés más universal, Napoleón, nació en Córcega. Actualmente, la mayoría de los grupos independentistas, como la Unión del Pueblo Corso, han optado por la lucha política, aunque el sentimiento nacionalista permanece más bien dormido, pero mantienen un flujo constante de votos.
Los independentistas del norte de Italia, de la llamada Padania, incluso lograron convertirse en una fuerza política importante para la estabilización de los gobiernos de Silvio Berlusconi. La Liga Norte, un partido con tintes nacionalistas radicales de derecha, que aboga por las restricciones de los inmigrantes, protesta por el hecho de que el norte rico y próspero tenga que -según afirman ellos- financiar al sur más pobre.
Distinto es el caso de la comunidad Szekler en la región de Transilvania, en Rumania. Es un grupo de etnia húngara que aspira a mayores grados de autonomía y que en 2013 protagonizó una masiva marcha. Durante el régimen comunista, el idioma húngaro fue vetado en muchas escuelas del país y la llama que encendieron las protestas contra el régimen de Ceaucescu fue el apoyo a un pastor calvinista de origen húngaro perseguido por sus comentarios críticos. El actual gobierno rumano ha descartado cualquier posibilidad de entregarle su autodeterminación.