Hizo 50"37 en los 400 metros vallas del Sudamericano en Asunción, lo que significa que Alfredo Sepúlveda, cada día más fino, está a tiro de los 49"35 que necesita para competir en los Mundiales de Atletismo de Londres, en agosto. "Sé que puedo lograr esa marca y espero hacerlo esta semana en los Morton Games de Dublín", explica en Madrid, donde está concentrado, junto a María Teresa Sandoval, su madre y entrenadora, "que es la que se encarga de todo. Yo sólo me preocupo de correr".
El calor del verano no impide nada. "Al contrario. Me motiva y sobre todo lo que me motiva es cuando bajo a la pista del Centro de Alto Rendimiento y coincido con atletas de la categoría de Orlando Ortega, subcampeón olímpico de 110 metros vallas. Me doy cuenta entonces de que soy un privilegiado y de que esto es otro mundo. Me saludan como si fuese uno de los suyos".
La motivación es infinita a los 23 años. "Busco algo que es importante, pero posible. Estoy cada día más cerca y no tengo dudas. No me gustan las dudas", insiste Alfredo, estudiante de ingeniería comercial en la Universidad de Chile, donde este último semestre le quedó una asignatura pendiente. "Pero es normal, porque ahora estoy centrado en el atletismo. Es el momento. Nunca más volveré a tener esta edad. Lo sé yo y lo saben mis padres, que en su época fueron atletas de mediofondo. Así que yo sé lo que significa esto, porque lo he vivido en casa". Y entonces recuerda que no es fácil ser atleta. "A veces, pienso que, en realidad, uno es un gran masoquista, porque cuando entreno láctico acabo casi vomitando. El dolor es terrible y todavía no sé cómo lo aguanto", expresa.
Pero la realidad es que lo aguanta, "porque eso es lo que exigen los 400 metros, la vuelta asesina a la pista. Y si le añades las vallas... Pero las vallas a mí es lo que realmente me divierte y me ayuda a olvidarme del dolor", matiza. "Porque entrenar vallas es como una ciencia en la que no puedes pasar por alto ni un detalle técnico. Yo tengo contados todos los pasos que doy en la carrera". De ahí que en esta conversación pueda dar una lección práctica, porque él lo memoriza todo, producto de una vocación que podría hablar por él.
"Hasta la primera valla, hago 22 pasos; de la primera a la segunda, 14 y así hasta la quinta valla. Y de ahí a la meta ya son quince", explica sin necesidad de escuchar preguntas. "Y si quiero que salga la carrera perfecta, tiene que ser así, porque de no serlo, significa que algo falló como en el Sudamericano de Paraguay, donde hacía mucho viento y en la segunda valla hice 15 pasos". Quizás por todas estas cosas Sepúlveda defiende que su "atletismo es una ciencia. Al menos, el atletismo que yo hago en el que lo debes medir todo, utilizar cada dato y respetarlo porque sabes que ése es el camino. Son sólo 400 metros en los que uno debe prepararse para ir al límite. Por eso antes de empezar a competir siempre me gusta simular la carrera".
El calor de Madrid, una ciudad a 600 metros de altitud, le ayuda estos días. "Europa, en general, siempre te ayuda porque te motiva". De ahí que no pronuncie una sola queja. "No me importa la agonía. Estoy preparado para darlo todo en la pista". Quizás porque esa es parte de su madurez real. "Antes me costaba más hacer caso a mi madre. De chico siempre era más difícil. Pero ahora lo llevo bien, porque sé que esto es duro y que mi madre lleva razón. No queda otro remedio que hacer lo que ella dice". Alfredo realiza una media de 60 a 70 kilómetros a la semana para correr 400 metros vallas. "Pero sobre todo trabajo la velocidad, las repeticiones al máximo y con poca pausa y con mucha valla. Y, aunque es una disciplina muy agresiva, estoy bien. Del tendón de Aquiles quizás sufro un poco, pero no me quejo. También es verdad que soy muy cuidadoso con las recuperaciones. Siempre recuerdo que el hielo es el mejor amigo del atleta. Hasta en invierno, porque uno tiene que acelerar al máximo la recuperación si mañana quieres volver a darlo todo".
Pero ése es el retrato de atleta de elite que, a su vez, explica Gabriel, su hermano menor de 21 años "al que también le gusta pelear con las vallas". El desafío, en realidad, está en uno mismo como justifica Alfredo Sepúlveda en esta conversación en Madrid, "donde uno se da cuenta de que lo tiene todo para triunfar, empezando por unas instalaciones increíbles". De ahí el valor añadido de estos días "en los que no hay tiempo que perder". Porque tampoco le sobra tiempo. "Hasta el 25 de julio estaré concentrado en Madrid si no me clasifico para el Mundial de Londres. Pero si lo logro me quedaré aquí". Y ahora mismo no hay deseo más fuerte que ése como explica su mirada, la mirada de un joven de 23 años, Alfredo Sepúlveda, que no hace más que recordar que el año pasado se quedó a 46 centésimas de los JJOO..., "y eso significa que este año debería estar ahí...".