Para nadie es un misterio que el oligarca ruso Boris Berezovsky tenía poderosos enemigos. Por algo huyó a Londres en 2001 y recibió asilo político en Reino Unido en 2003 y por eso mismo su muerte, el fin de semana pasado, "por ahorcamiento" (aún no se sabe si fue un suicidio o un asesinato), está teñida de sospechas. Pero esas enemistades no surgieron por accidente, sino que lo hicieron con los vaivenes del poder y de la fortuna acumulados en estos años de Rusia post soviética.

Sólo así pueden leerse las informaciones que surgen desde la capital británica, con nuevos detalles de la muerte de uno de los más enconados enemigos de Vladimir Putin. El inspector de la Policía Mark Bissel declaró ayer, en la apertura de la investigación judicial sobre la muerte de Berezovsky, que su cuerpo fue hallado en el suelo del baño de su casa de Ascot, con una prenda "atada alrededor del cuello y un trozo de tela similar en la barra de la ducha".

La vida de Boris Abramovich Berezovsky (Moscú, 1946) dio un vuelco con el fin de la Unión Soviética. De hecho, hasta ese momento, él era un matemático y especialista en teoría de sistemas. Sus primeras incursiones en el mundo empresarial comenzaron en 1989, con la compra y reventa de autos de la firma estatal AutoVaz. Pero su "despegue" se produjo cuando Boris Yeltsin ya estaba en el gobierno, gracias a unas operaciones oscuras en el sector automotor, con transacciones sólo en el papel y negocios de venta piramidal. Con ese capital compró a precios irrisorios participación en empresas que eran privatizadas, como la petrolera Sibneft y la aerolínea Aeroflot. Su ascenso en la primera línea política rusa y el ingreso al reducido grupo de confianza de Yeltsin se produjo en 1996, cuando logró reunir a los mayores oligarcas del país y ponerlos a trabajar a favor de la reelección del Presidente ruso. Así, Yelt- sin nombró a Berezovsky como vicejefe del Consejo de Seguridad del Kremlin, tras lo cual afianzó su red de influencias y estrechó sus contactos con la poderosa hija del gobernante, Tatiana Dyachenko. Su poder era incontrastable y era considerado como la "mano oscura" del gobierno ruso. En esos años, el multimillonario era dueño de dos grandes diarios, un semanario y accionista de dos canales de televisión, con los que actuaba para mover las teclas del poder que no lograba controlar.

El ocaso como uno de los "siete magníficos" de la nueva oligarquía financiera rusa comenzó en 1999. Por la crisis económica que golpeó al país perdió dos tercios de su fortuna y en mayo de ese año, fue despedido por el propio Yeltsin como secretario ejecutivo de la Comunidad de Estados Independientes (CEI, la sucesora de la URSS), acusado de ser el responsable de un escándalo de espionaje telefónico a la familia presidencial.

Con la llegada al poder de Vladimir Putin, en 1999, Berezovsky trató de acomodarse al nuevo gobierno. Pero la guerra entre ambos estalló por la cobertura crítica de la cadena de TV ORT (propiedad de Berezovsky) de la tragedia del submarino Kursk. En los meses que siguieron, la presión y las amenazas sobre el oligarca fueron en aumento, incluidos demandas judiciales y varios intentos de asesinato.

Por eso Berezovsky huyó a Londres, mientras en Rusia era condenado en ausencia, por fraude y corrupción política. Desde Reino Unido se convirtió en un fiero detractor de Putin, al financiar proyectos contra el gobierno ruso, apoyar organizaciones críticas y dar cobijo a adversarios de Putin. Y en medio de eso se enfrentó en los tribunales británicos con otro de los oligarcas rusos, Roman Abramovich, por la venta de una petrolera. El pleito en 2012 fue una derrota para Berezovsky y una nueva sangría financiera. Al igual como lo fue en el plano político la muerte, en 2006, del ex agente del KGB Alexander Litvinenko, envenenado con polonio 210.

Así, la muerte de Boris Berezovsky parecía el paso lógico de un guión cinematográfico de mafia, poder y muerte, en el que los "vencedores" escriben el epílogo. Pocas horas después de conocerse su fallecimiento, el secretario de prensa de Putin revelaba que el oligarca había enviado una carta al Kremlin pidiendo perdón y permiso para volver a Rusia.