En realidad era un almuerzo, pero ellos lo llamaron "su última cena". Un inevitable grado de solemnidad cruzó los preparativos para la hora de colación del grupo más estrecho de colaboradores del renunciado ministro del Interior, Rodrigo Peñailillo (PPD).
El viernes 8, el núcleo de asesores que lideran el cientista político Robinson Pérez (PS) y el jefe de gabinete del ministro, Felipe Barnechea (PS) salió de La Moneda a eso de las 13.30 horas y enfiló hacia un restaurante del centro con la convicción de que ese sería el último almuerzo que compartirían como funcionarios del ministerio de Interior.
A esa altura las despedidas, la limpieza de oficinas, destrucción de algunos papeles y los últimos llamados marcaban, de acuerdo a testigos, la jornada de la principal cartera del Gobierno. El propio Peñailillo ya había comunicado a sus más cercanos colaboradores que no seguiría a la cabeza del gabinete.
Ese día, de hecho, por primera vez desde que fue nombrado secretario de Estado -en marzo de 2014- llegó pasadas las 11 horas a su despacho. Allí sólo permaneció un corto perídodo. Ya a eso de las 15 horas estaba fuera de la sede de gobierno.
En la noche, en tanto, los cercanos al ministro también se reunieron para analizar la situación. Fue "una catarsis", comentaron luego.
El calvario de Peñailillo había comenzado 48 horas antes. Fueron muy pocos los que pudieron contactarse con el ministro del Interior el jueves 7. El aún jefe de gabinete de Michelle Bachelet no contestó los llamados de numerosos dirigentes de la Nueva Mayoría, especialmente de su partido, el PPD, que intentaron varias veces comunicarse con él.
Desde Interior fue Robinson Pérez el encargado de responder algunas inquietudes y la respuesta fue la misma para todos los que llamaron: "El (Peñailillo) está decaído".
El ministro suspendió todas las actividades programadas para ese día e incluso se ausentó de la videoconferencia que durante la tarde sostuvo la Presidenta Bachelet junto al resto del comité político con el canciller Heraldo Muñoz para abordar los alegatos que se han desarrollado en la Corte de La Haya, en Holanda, por la demanda boliviana.
Apenas unas horas antes, la noche del miércoles 6, Peñailillo se había transformado en el foco de las conversaciones y análisis del oficialismo. En una maniobra inédita, Bachelet había anunciado en trasmisión en vivo en Canal 13 que le había pedido la renuncia a todo su gabinete y que se tomaría 72 horas para decidir quien permanecería en su equipo ministerial.
Peñailillo no fue sorprendido por la notificación. Un par de horas antes, Bachelet lo había puesto personalmente al tanto de su decisión. Cercanos al titular de Interior señalaron que le había manifestado a la Mandataria sus reticencias a poner plazo a la reestructuración.
Poco después las señales que la Mandataria dio en la entrevista en vivo concedida a Mario Kreutzberger -Don Francisco- dejó poco margen sobre el futuro inmediato de su jefe de gabinete: Bachelet reveló que reestructuraría su equipo precisamente al ser consultada si le creía a Peñailillo cuando aseveraba que había realizado trabajos para la empresa Asesorías y Negocios Spa de Giorgio Martelli.
Esa noche -aseguran quienes tomaron contacto con el estrecho grupo de asesores del ministro- el propio titular de Interior ya aseguraba a sus cercanos que "estaba fuera" del gabinete y que la decisión de la Mandataria de desoír sus recomendaciones para el anuncio realizado era la mejor prueba de que su ascendencia sobre Bachelet había llegado a su fin.
La eventual salida de Peñailillo supone en algunos sectores de la Nueva Mayoría el primer revés de una generación destinada a superar a las otroras figuras de la Concertación que manejaron el poder en los últimos 20 años hasta el desembarco de Sebastián Piñera y la derecha en La Moneda en 2010.
En el fuero más íntimo de Bachelet, en tanto, el posible alejamiento de su jefe de gabinete constituye el fin del círculo de hierro que concentró el poder de la sede de gobierno durante su primer mandato, en 2006, y que -entre otros- integraron María Angélica Alvarez, la jupi, hoy en funciones en la embajada de Italia; el ex jefe de la Secom, Juan Carvajal, marginado desde sus inicios del actual gobierno y dedicado a labores privadas y Paula Walker quien había asumido la jefatura de comunicaciones en su segundo mandato y que fue sacada de su cargo en marzo pasado y enviada a formar parte del equipo del Área de Estudios de la Presidencia.
El grupo -en un nivel distinto- tambien lo integraba el ex senador Camilo Escalona, considerado el "factótum" de su primer gobierno, quien hoy mira La Moneda desde la distancia y cuyos cercanos aseguran que perdió los comicios en el Partido Socialista tras una fuerte ofensiva digitada desde Palacio.
Aunque al cierre de esta edición, desde la Presidencia señaló que el cambio de gabinete se oficializaría mañana a las 9.00 horas, el propio Peñailillo había confidenciado además de a sus cercanos a al menos a dos jefes de partido que conversaron con él, el viernes 8, que no continuaría en sus labores de ministro del Interior y que no tenía interés en asumir ninguna otra cartera. "Está muy dolido", revela uno de los timoneles con quien conversó.
El auge
El sábado 13 de diciembre del año pasado fue un día especial para Rodrigo Peñailillo. En su casa, ubicada en un condominio de La Reina, el ministro, el más influyente del gobierno, celebró "a lo grande" su cumpleaños número 41.
Razones sobraban. Por esos días, nadie dudaba en el oficialismo de su ascendencia en La Moneda. El inicio de la década de sus 40 encontró a Peñailillo en la cúspide de su carrera política.
La sola asistencia de un selecto grupo de figuras políticas al evento -atendido por varios garzones- daba cuenta de ese momento. Buena parte de la elite oficialista se congregó en la casa del ministro: los senadores Jorge Pizarro, hoy presidente de la DC, y Guido Girardi -líder PPD-, además del presidente del PS, Osvaldo Andrade y parlamentarios como Pepe Auth (PPD) y la alcaldesa Carolina Tohá, entre otros; cuatro de sus otrora compañeros de gabinete: Ximena Rincón (Segpres), Álvaro Elizalde (PS), Alberto Arenas (PS) y Javiera Blanco (Trabajo), además del subsecretario Mahmud Aleuy y funcionarios de Palacio como la jefa de gabinete de la Presidenta, Ana Lya Uriarte, y el asesor del segundo piso, Pedro Guell se contaron entre los invitados. Un convocado especial fue el ex ministro del Interior, Edmundo Pérez Yoma.
Resulta paradójico que este último, además de Andrade y Aleuy hayan encabezado en los meses después la ofensiva de críticas en su contra.
En la casa del ministro también se congregó la denominada G-90 del PPD, un grupo de estrechos colaboradores y amigos personales de Peñailillo que llegaron al gobierno junto con él y que se desplegaron en distintos cargos ministeriales a instancias del jefe de gabinete y -muchas veces- a contrapelo de los propios titulares de las respectivas carteras.
Quienes recuerdan la celebración aseguran que Peñailillo estaba "radiante" y que los personeros de Nueva Mayoría y autoridades varias compartieron animadamente con los familiares del titular de Interior que llegaron en gran número desde la Región del Bío-Bío y que solicitaban "selfies" y fotografías varias con los invitados.
El ministro había recorrido un consistente y largo camino para llegar a ese sitial.
Peñailillo abandonó La Moneda junto a Bachelet en marzo de 2010 con un poder que superaba con creces el del jefe de gabinete de la Presidenta, cargo que desempeñó durante todo el primer mandato.
A diferencia de varios de los ex colaboradores de la Mandataria que se atrincheraron en la Fundación Dialoga, el personero PPD partió a España a realizar un Master en Análisis Político en la Universidad Complutense de Madrid. Junto a él también viajó el hoy subsecretario de Desarrollo Social, Juan Eduardo Faúndez, uno de sus más cercanos y también miembro de la G-90 del PPD.
Peñailillo regresó a fines de 2011 a Chile con un mandato específico: allanar el terreno para una nueva candidatura de Michelle Bachelet a La Moneda.
Aunque el ministro negó que se hubiera estructura una pre-campaña en torno a Bachelet lo cierto es que a ya a mediados de 2012 un grupo de ex funcionarios de La Moneda instalados en el segundo piso de la Fundación Dialoga y bajo el alero de Peñailillo comenzaron a contactar a potenciales integrantes de un futuro comando.
"Algunas personas eran contactadas por la Jupi y otras por Peñailillo y se nos preguntaba nuestra disponibilidad para empezar a trabajar y cuál era la pretensión de renta", recuerda uno de los convocados en ese entonces que se integró a la campaña.
Peñailillo trabajaba en ese entonces codo a codo con Cristián Riquelme, actual administrador de La Moneda; Gabriel Sepúlveda, quien luego sería jefe de gabinete de Máximo Pacheco, y con Robinson Pérez.
"Rodrigo Peñailillo se incorporó a Dialoga al regresar de su maestría en España y se puso a disposición de la fundación para colaborar en la posibilidad de obtener proyectos internacionales. Para tales efectos se le facilitó una oficina en la sede de Dialoga y su función fue la suscripción de convenios internacionales. Su colaboración y permanencia en Dialoga se extendió hasta que asumió responsabilidades en el comando de campaña de la entonces candidata Michelle Bachelet. Cabe informar que su colaboración con la fundación Dialoga fue enteramente ad honorem", explicó a Reportajes la presidenta de la Fundación, Clarisa Hardy.
El sustento económico del ministro en ese entonces -según se supo hace unas semanas- provenía en parte de Harold's & Johns Business & Law Limitada, empresa de sus amigos Alex Matute y Harold Correa, jefe de gabinete del ministro de Educación Nicolás Eyzaguirre, a la que boleteó entre diciembre de 2011 y enero de 2014, y de la firma de Giorgio Martelli Asesorías y Negocios Spa, a la que reconoció haber entregado boletas con fecha 31 de enero, 29 de febrero, 30 de marzo y 4 de mayo del año 2012.
Según acota Hardy tampoco Pérez ni Riquelme recibían sueldos de Dialoga.
Fue el ministro quien definió la puesta en escena del regreso de Bachelet a Chile en 2013. Decidió que fuera en la comuna de El Bosque y excluyó a los líderes de los partidos del recibimiento a la ex Mandataria en el aeropuerto a fines de marzo de ese año.
Ya en plena campaña asumió como secretario ejecutivo del comando presidencial y concentró todas las decisiones estratégicas de la candidatura, desde el financiamiento hasta los contenidos y conformación de equipos.
Peñailillo le ha repetido varias veces a sus más cercanos que él hasta último momento, y pese a que fue parte del diseño total del primer gabinete de Bachelet, le insistió a la entonces electa Presidenta que su mayor aporte podía estar con él ubicado nuevamente como su jefe de gabinete o como jefe de asesores del segundo piso. Habría sido Bachelet, la que sólo 48 horas antes de anunciar el staff de colaboradores que debutarían el 11 de marzo de 2014 quien lo instó a asumir en Interior.
Una versión de un miembro del comando y que contrasta con la anterior habla de que los planes de Bachelet y de Peñailillo siempre lo contemplaron como jefe del Gabinete de su segundo mandato. Tanto era así que incluso el ingeniero PPD y líder de la G90 durante 2013 habría tomado clases de oratoria y expresión corporal con un actor profesional. Asimismo, que recibió una asesoría de imagen cambiándole por completo sus trajes, peinado y postura corporal. La misma fuente agrega que incluso Peñailillo siguió una cuidada dieta con un nutricionista y que visitó frecuentemente el gimnasio.
Todo para debutar en la primera línea del poder.
Apenas instalado en La Moneda, el jefe de gabinete desplegó a varios de sus más cercanos y leales colaboradores en distintas reparticiones de gobierno. Hay quienes sostienen que no existía ningún gabinete ministerial sin la presencia de algún miembro de su entorno y que impuso a varios secretarios de Estado a quienes se desempeñarían como sus jefes de gabinete.
La práctica ha sido en reserva fuertemente criticada por la elite, donde se espera que jel alejamiento del titular de Interior también marque la salida de sus más cercanos. El viernes 8, por ejemplo, Robinson Pérez y el jefe de gabinete de Peñailillo, Felipe Barnechea, además de otros asesores de Interior, ya habían presentado su dimisión.
Lo concreto es que bajo la protección de Peñailillo como ministro del Interior llegaron Gabriel Sepúlveda y Adolfo Galindo, como jefes de gabinete de los recién nombrados ministros de Energía y Minería, Máximo Pacheco y Aurora Williams, respectivamente. A ellos se sumó Harold Correa como jefe de gabinete de Nicolás Eyzaguirre en Educación, y cercanos al ex titular de Interior como Flavio Candia, Héctor Cucumides y su hermana Carolina, además de Cristián Riquelme asumieron distintos cargos en La Moneda.
Juan Eduardo Faúndez, en tanto, fue designado como subsecretario de Desarrollo Social.
Peñailillo con el correr de los meses incluso abrió su círculo a militantes de otros partidos y una nueva generación de PS e incluso comunistas se integraron a su red. El grupo de autodenominaba "los guardianes de la Nueva Mayoría" y hacían alarde de cultivar "una forma distinta de hacer política".
En la elite del oficialismo, en tanto, había quienes se referían al grupo como "la camporita", en alusión a la agrupación juvenil kirchnerista, caracterizada por su sectarismo y por su incondicionalidad a la Mandataria trasandina.
En el seno del grupo están conscientes de la animadversión que provocan entre quienes ellos califican como "la vieja política" y prevén que la inminente salida de Peñailillo también podría significar la futura partida de sus cercanos. "Se nos viene la noche", comentó uno de sus integrantes.
La caída
El miércoles 6 el presidente del PPD, Jaime Quintana, conversó con varios senadores a quienes pidió un nuevo gesto de respaldo para Peñailillo. El día anterior, en La Tercera, el titular de Interior había divulgado los supuestos informes que realizó a Asesorías y Negocios Spa de Martelli por los cuales cobró 4 millones de pesos cada uno.
Se trataba de tres documentos sobre los efectos de la crisis económica en Europa, flexibilidad laboral y las medidas adoptadas en el Reino Unido.
Las acusaciones de plagio no tardaron en llegar y Quintana buscaba que, al igual que hace dos semanas, cuando el presidente del PS, Osvaldo Andrade, había enfrentado públicamente al ministro señalando que "la teoría de la vieja guardia y de la nueva guardia es una estupidez", se levantaran diversas voces en respaldo del titular de Interior. Pero esta vez nadie quiso salir en su defensa y menos de manera colectiva.
La recta final de Peñailillo se había iniciado esa semana con una entrevista en Canal 13 donde en la sección Protagonistas del noticiero le demandaron mostrar los documentos supuestamente comprados por la empresa de Martelli.
El ministro rechazó la solicitud y la conclusión en el oficialismo era evidente: Peñailillo, en su afán de defenderse, estaba agudizando la crisis en el gobierno al generar una fuerte sensación de falta de credibilidad.
Por primera vez el titular de Interior era objeto de críticas en las que se le enrostraba estar más preocupado de sí mismo que de la propia Mandataria o de la marcha de la administración.
Al surgir los primeros cuestionamientos a los trabajos realizados para el autodenominado recaudador y operador político Giorgio Martelli, dicen en Palacio, Bachelet y su ministro abordaron el tema. La explicación fue que los informes existían y que estaba todo debidamente justificado y respaldado.
De hecho, la Presidenta hizo suya esa tesis y la expuso en un par de puntos de prensa, agregando que ella no podía exigirles a sus ministros que le informaran de sus trabajos como privados menos aún si estaban acorde a lo legal.
Lo que Bachelet no sabía y en el entorno de Peñailillo aseguran que él tampoco, es que una fuente de recaudación de recursos de Asesorías y Negocios era SQM.
El episodio, en todo caso, los cercanos al ministro lo atribuyen a la cruenta batalla que desde hacía semanas éste sostenía con su subsecretario Mahmud Aleuy, la que se desató por diferencias en el manejo político por la crisis del financiamiento irregular de las campañas y que se tornó irreversible tras el caso Caval y las elecciones en el PS.
En el entorno del ministro no dudan en sindicar a Aleuy como el responsable de las filtraciones de las boletas que Peñailillo emitió a la empresa de Martelli. Tanto así, que en el ministerio aseguran que el secretario de Estado ordenó una investigación, ya que está convencido de que se cometió un delito al violar su cuenta de correo electrónico o su contraseña del portal web del SII. Y eso habría ocurrido al interior de Palacio.
El inicio de la debacle de Peñailillo se inició -sin dudas- en febrero cuando se conoció la polémica venta de terrenos en Machalí que involucró a la nuera de la Presidenta y a su hijo Sebastián Dávalos.
Como él mismo ministro lo ha reconocido a sus más cercanos, no supo dimensionar el tamaño de la crisis que generarían las revelaciones del millonario negocio.
Aunque la frase de la Presidenta en su entrevista con Don Francisco de que "le aconsejaron no venirse" desde Caburgua pese a su "intuición" de hacerlo fue vista como una alusión a Peñailillo, y que la ex jefa de gabinete de Dávalos, Erika Silva, a través de Twitter lo responsabilizó directamente del deficiente manejo de la crisis, los cercanos al ministro del Interior, aportan matices al relato.
Es efectivo que la exclusividad del diálogo desde Santiago con Bachelet estuvo en manos de Peñailillo, pero, dicen las fuentes, cada una de las decisiones se tomaron en conjunto y como suele ocurrir con Bachelet, "ella escucha consejos, pero ella decide". Por lo mismo, la permanencia de la Presidenta en el sur, el retorno de Dávalos, su renuncia como director Sociocultural y la conferencia de prensa que la jefa de Estado dio al volver de sus vacaciones, fueron determinaciones finalmente tomadas por ella. Incluso, la declaración leída el 23 de febrero y en la que sólo aceptó sólo tres preguntas, fue preparada dos días en su residencia y con la colaboración de asesores del segundo piso.
Con todo, la férrea relación entre ambos, quedó herida, algo que el propio ministro le admitió días después a algunos de sus colaboradores. El capítulo también tuvo escenas de dramatismo, ya que, dicen en La Moneda, una conversación de ambos sobre el tema terminó con los dos entre lágrimas.
Otro capítulo poco conocido se produciría sólo semanas después. El jueves 2 de abril, el Servicio de Impuestos Internos activó una verdadera bomba en La Moneda que generó un punto de inflexión en los cuestionamientos a las prácticas irregulares de financiamiento de campañas que hasta ese entonces se concentraban en la derecha, especialmente en la UDI.
Junto con denunciar ante el Ministerio Público a tres altos ejecutivos de Soquimich, el ente recaudador cuestionó pagos de la minera no metálica a 173 contribuyentes ligados a partidos y dirigentes políticos, tanto de la Nueva Mayoría y la Alianza.
Conocida la acción el SII, Bachelet citó de urgencia a su despacho en Palacio a Peñailillo y al titular de Hacienda, Alberto Arenas, con los que analizó los alcances de la denuncia. Dicha reunión, según fuentes de gobierno, fue una de las más tensas que la Presidenta ha tenido con sus más cercanos colaboradores, e incluso, agregan las mismas fuentes, Peñailillo puso sobre la mesa su cargo y el del resto del equipo político.
La inminente salida del titular de Interior se selló el jueves 7 en una larga conversación privada con Bachelet. Los pocos que han conversado con él en los últimos días -cuando ya estaba claro su alejamiento del corazón de La Moneda- aseguran que el hoy ministro no sólo quedó dolido sino que incluso molesto con la decisión presidencial.
Los cercanos a Peñailillo recuerdan que su impensado alejamiento a poco más de un año de gobierno -no por nada el personero PPD gozó durante casi 10 años el rótulo de hombre fuerte e hijo político de la Mandataria- deja inconcluso el ambicioso plan que se trazó una vez que llegó a ponerse el traje de titular de Interior.
Según estas fuentes la calendarización personal dependía, eso sí, de una mayor, una acordada con la Presidenta Bachelet: los dos primeros años de gobierno serían para las reformas y los dos últimos "para la política".
Mirando la experiencia de su primer paso por La Moneda y bajo la lógica de que "más importante que cómo empiezan los gobiernos es cómo terminan", la Mandataria y Peñailillo definieron tempranamente que entre 2014 y 2015 debían tramitarse las reforma estructurales comprometidas en la campaña: educacional y tributaria, especialmente.
Iniciado el 2016, en tanto, comenzarían a desplegar una serie de iniciativas de mayor impacto directo en la ciudadanía como bonos, subsidios, nuevas redes de Metro, otras obras en infraestructura, inauguración de hospitales, etc y que servirían para apuntalar las candidaturas oficialistas para las municipales de ese año y luego para las parlamentarias y presidenciales del próximo. El cálculo parecía perfecto: Bachelet cumpliría con sus compromisos de programa y dejaría en buen pie para que alguien de la Nueva Mayoría mantenga por cuatro años más el poder.
La planificación elaborada por Peñailillo al llegar a La Moneda tenía como fecha tope para su estadía en Palacio fines de 2016. El plazo calzaba con la opción de explorar una posible candidatura parlamentaria en los comicios de 2017. Pero los planes ahora cambiaron.