Apenas unos pasos separaban a Nicole (19) del lugar donde conocería a su madre biológica. Sentada en calle Huérfanos con sus padres adoptivos esperando que llegara la hora, una mujer de baja estatura y pelo negro pasó por su lado y entró al edificio del Sename. Nicole se paralizó. Sintió que esa mujer era su madre y tuvo miedo. Miedo a una respuesta que desde chica repetía en su mente: que la dio en adopción porque no la quería.

Karin Schon y Juan Rafael Hilger, sus padres adoptivos, evitaron que saliera corriendo. Después de todo, habían esperado cinco años desde el día que Nicole les dijo que quería conocer a sus padres biológicos. Contaba con los dedos cada año que pasaba hasta tener los 18 y cumplir así el requisito que la ley de 1999 sobre adopción exige para obtener la identidad de los padres. La iniciativa legal fue un impulso para que muchos jóvenes hicieran el mismo recorrido que Nicole en Chile y desde el exterior. Ya hace 14 años, el Centro de Adopción Sueco había golpeado las puertas del Sename por el interés de un grupo de jóvenes chilenos adoptados por parejas de ese país que deseaba conocer su historia y el 2003 vio la luz el Programa de Búsqueda de Orígenes del Sename, que es testigo del aumento de las solicitudes con este fin. Si en 2003 43 jóvenes iniciaron el trámite, la cifra de este año ya va en 150.

PECAS Y MARGARITAS
"Cuando me imaginaba el momento de conocerla, la pensaba como una persona extraña y fría", cuenta Nicole.

Karin recuerda que cuando Nicole tenía siete años las preguntas sobre su madre biológica empezaron a ser más frecuentes: si era más joven que ella, si estaba viva o si tenía más hermanos. Nicole tenía sueños recurrentes en los que veía a una mujer que le daba la espalda. "Siempre lo miré por el lado negativo. Pensaba que no me quiso y que se olvidó de mí". Su familia le dibujaba otra escena: le decía que siempre hay un motivo, que una madre no entrega así a su hijo y que la ayudarían a resolver esa incógnita.

La joven fue la primera en entrar a la oficina del tercer piso del Sename. Karin y Juan estaban con ella. No recuerda los segundos que pasaron hasta que se abrió la puerta y entró una mujer de 40 años. Era su madre biológica. La misma mujer que había pasado al lado suyo cuando esperaba afuera del edificio. No alcanzaron a ser presentadas cuando ya estaban abrazadas. "En ese momento sentí que había amor. Encontré un pedazo de mi corazón y al fin lo tenía al lado", cuenta Nicole.

La niña no podía soltarla. Fue un abrazo que duró años. Luego, la miró fijamente y entendió el porqué de las pecas de su nariz, sus ojos cafés y las margaritas que se le forman en las mejillas.

Nicole trató de acortar los años. Le mostró fotografías de su bautizo, de sus hermanos y de su pololo. Eso dio paso a una conversación más cálida. Así se enteró de que su madre quedó embarazada a los 22 años y que su padre era un hombre casado que no supo de su existencia. Su mamá ocultó el embarazo a sus padres durante seis meses. Cuando fue evidente, la abuela de Nicole la encerró y cuando dio a luz, la obligó a entregarla en adopción. Nicole no preguntó detalles de su padre.

DE VIAJE
Más del 80% de las solicitudes se concreta en un encuentro entre una madre y su hijo o hija. Para eso se requiere el sí de la madre biológica. Incluso, los trámites se pueden hacer por internet. En el 20% restante se cierran los casos por situaciones como la muerte de los padres biológicos.

Sofía Olausso (32) fue adoptada a los 11 meses por una pareja sueca. Siempre supo que estaba ligada a Chile, pero sólo a los 28 años, cuando el Centro de Adopción Sueco organizó un viaje al país para jóvenes nacidos en Chile, se animó a dar el paso y buscar a su madre biológica. El viaje duraba sólo un mes y la urgencia la llevó a contratar a un investigador privado. No quería irse del país sin verle la cara a la mujer que la tuvo. Entonces, se enteró de que su madre murió hace 18 años. "Me enojé mucho con ella... me dio rabia, porque quería conocerla y saber la razón de por qué me dejó. Me sentí perdida", cuenta Sofía.

Sin embargo, el viaje no fue en vano: supo que su madre era mapuche, que vivió en Panguipulli, que quedó embarazada cuando trabajaba como empleada doméstica y no pudo cuidarla. El encuentro con sus hermanos disimuló su dolor: "Me recibieron con los brazos abiertos... fue mucho mejor de lo que creía. Ahora sé de dónde vengo, a quién me parezco y tengo más autoestima. Por mucho tiempo me sentí muy distinta por no ser rubia y por mi temperamento latino".  
El año 2008, 398 niños se fueron con padres chilenos y 51 con extranjeros. No importa dónde vayan, la inquietud es común: todos quieren saber quiénes son sus padres. "Es una parte de su identidad, necesitan saber a quién se parecen, reconocer rasgos en su madre biológica e identificar de dónde vienen", dice Verónica Olave, sicóloga del Departamento de Adopción del Sename.

Nicole ya lo sabe y aprendió a vivir con eso. "A la gente que quiero mucho se agregó otra persona, pero mi vida sigue igual. Ahora puedo llamarla, hablamos por messenger o Facebook, y en el verano fui a su casa", concluye.