Cuando una mujer no desea embarazarse toma pastillas anticonceptivas. Cuando quiere tener hijos, las deja. Cuando ya tiene la familia que soñaba vuelve a las píldoras, le pide al médico que le ponga un dispositivo intrauterino o que le ligue las trompas. Y así hasta la menopausia, cuando la naturaleza se encarga de frenar la fertilidad y puede dejar de recurrir a hormonas u otros métodos para controlarla.

Es la historia de las mujeres. De millones que en Chile se hacen cargo de su anticoncepción. Y muchas lo hacen solas, como si el tema de cuántos hijos tener sólo dependiera de ellas. Y el sistema de salud existente así lo avala.

Esto, que parece tan normal, no lo es en muchos otros países. En naciones como Nueva Zelanda, el Reino Unido o España, la vasectomía es el método anticonceptivo más usado por las parejas que ya tienen su fertilidad completa, es decir, para quienes ya tuvieron todos los hijos que querían.

Es una cirugía sencilla y ambulatoria, en que se corta el conducto deferente, que es el que lleva los espermatozoides desde el testículo a la próstata. La analogía más usada por los médicos es la de una carretera, a la cual se le corta un tramo y no permite que los autos puedan seguir circulando por ella. Como en el momento del corte hay “autos” que alcanzaron a pasar, tres meses después del procedimiento se realiza un espermiograma de control, después del cual es posible asegurar la completa esterilización. El organismo sigue produciendo espermios, pero estos se reabsorben. La erección sigue sucediendo de manera normal, al igual que la eyaculación, ya que los espermatozoides corresponden a menos del cinco por ciento del semen. “Aquí no es lavado en seco”, explica gráficamente un hombre que se sometió a una.

El doctor Cristián Palma, urólogo y andrólogo de la Clínica Las Condes y del Hospital Clínico de la Universidad de Chile, es uno de los especialistas que más realiza este tipo de intervenciones y un defensor de sus ventajas. De hecho, acaba de finalizar una campaña en que la clínica ponía a disposición de los pacientes esta cirugía al mismo costo sin importar qué plan de isapre tuvieran y que duplicó el número de pacientes con respecto a otros períodos. “Es ambulatoria, se puede realizar con anestesia local, casi sin riesgos, es fácil de hacer y está cubierto por todos los sistemas de previsión. Un paciente se opera en la tarde y al día siguiente está trabajando”, dice.

Aunque es posible de revertir -con una posibilidad de 90 por ciento de éxito hasta diez años después de operarse- la vasectomía debe considerarse como un método definitivo. “Si viene alguien y me dice que quiere operarse ahora y deshacerlo en cinco años más, yo le recomiendo otro anticonceptivo”, explica el doctor Palma.

En Estados Unidos se realizan cerca de 200 mil vasectomías al año. En Chile, durante el 2015 el sistema público realizó sólo 120, mientras que unas 150 mil mujeres se ligaron las trompas, un procedimiento mucho más complejo, riesgoso y caro. Este año, el doctor Palma lleva 80 operaciones. Es decir, la cifra sube de manera importante, pero en el sistema privado. “En términos de salud pública estamos muy al debe. Sería ideal implementar este procedimiento de forma masiva, porque es más barato, efectivo, menos riesgoso y lo puede hacer cualquier urólogo. La tendencia actual es que, en los últimos cinco años, el segmento socioeconómico alto se está acercando a los números de países europeos, pero lo ideal sería poder masificarlo”, dice.

Según las cifras, el porcentaje de embarazo en mujeres, al año de realizada una vasectomía, alcanza el 0,15 por ciento, mientras esta misma tasa llega al 0,5 en el caso de la esterilización femenina. Es decir, la efectividad es mucho mayor.

Como sacarina

El paciente que llega a la consulta solicitando una vasectomía tiene, en promedio, entre 35 y 40 años, los hijos que quería y una pareja estable fértil. Son jóvenes, porque en general, tienen edades similares con sus mujeres y más adultos la menopausia hace el trabajo de prevención. Aunque también llegan muchos pacientes entre 40 y 45 años, a veces separados y en otras ocasiones queriendo evitar los riesgos asociados a un embarazo tardío, y porque saben que no hay edad ideal para realizarla.

Aunque se podría pensar que la mayoría de los hombres llega arrastrado por sus mujeres, lo cierto es que casi todos lo hacen solos. Obviamente, las parejas son, en muchas oportunidades, las principales partidarias, principalmente porque les preocupa tener que tomar hormonas durante 10 o 15 años. Y varios mitos son derribados en la primera consulta: la vasectomía no es una castración, no dejan de funcionar los testículos ni su función hormonal se ve alterada, no existe riesgo de sufrir disfunciones eréctiles, no afecta la masculinidad ni tampoco es un procedimiento doloroso; sólo puede molestar por algunos días, pero se maneja con analgésicos suaves y hielo.

Marcelo tiene 43 años, tres hijos, una mujer profesional y una vasectomía que recomienda. “Lo más importante es que, independiente de cual sea tu situación de pareja, hayas decidido que tu cuota de paternidad está lista, no sólo en lo emocional, sino también el económico. En mi caso el procedimiento duró 15 minutos y no me dolió absolutamente nada. Lo bueno de esto es que no se nota y uno queda como sacarina: endulza, pero no engorda”, dice riéndose.

Respecto a los prejuicios y a la reacción del entorno, cuenta que la mayoría de los comentarios son un poco machistas y apuntan a qué pasaría si el día de mañana quisiera tener otra pareja: “Para mí, la vasectomía es además un protector para la estupidez, para todos esos hombres que se separan, vuelven a las pistas, se encantan con una mujer joven y creen que las cosas no van a cambiar si tienen otra guagua. Pero las cosas siempre cambian cuando nace una guagua… Además, tiene el beneficio de que los hombres pueden tener control real de su paternidad, algo que normalmente no existía. Si llegaba la guagua, llegaba no más”, dice.

La experiencia de Ricardo (38) es similar. Se operó hace dos años después de tener tres hijos. Lo hizo principalmente porque su mujer tomaba pastillas anticonceptivas y no quería que siguiera haciéndolo por 15 años más, cuando ya habían decidido no tener más niños: “Por qué iba a someterla a ella a esa carga si para mí el tema sólo significaba una pequeña molestia por un par de días”, reflexiona. En su entorno le preguntan todo el tiempo adónde van a parar sus espermios o molestan a su mujer, diciéndole que ‘ahora no le queda otra que portarse bien’. “Los métodos anticonceptivos tradicionales también atentan mucho contra la espontaneidad y eso afecta la sexualidad, sobre todo cuando hay niños y hay que aprovechar las instancias cuando éstas se dan. Por eso mismo, me parece un método más que recomendable… sólo tiene beneficios”, cuenta.

Matías, de 43 años, también recomienda el proceso. Su caso es parecido: cuatro hijos, decisión familiar y una señora que no quiso ligarse las trompas durante la última cesárea. Reconoce que para los hombres es más raro ir al urólogo que para las mujeres al ginecólogo, pero partió, y supo que la operación no tenía mayores riesgos -salvo imponderables-, que era corta, segura, ambulatoria y que no le significaría problemas para andar en bicicleta, que es una de sus aficiones.

Su cirugía iba a ser con anestesia local y fue citado al mediodía por lo que esperaba salir caminando a la hora de almuerzo. “Pero desperté a las siete de la tarde, medio mareado por la anestesia general. El doctor me explicó que se había producido un ‘imponderable’ y que cuando me estaban cortado el conducto uno de los extremos se escapó de la pinza y tuvieron que ‘entrar’ a buscarlo. Eso demoró el procedimiento y los obligó a anestesiarme. Quedé un poco inflamado y sensible, como si me hubieran pegado un pelotazo”. El dolor no se le pasó hasta un par de semanas después y la recuperación duró más de lo esperado. “Al principio estaba bien tostado”, relata.

Pero pasó y hoy, pese al mal rato inicial, le recomienda el procedimiento a todos sus amigos. “Es fantástico. No sé si será un efecto sicológico, que estamos los dos más relajados pero funciona muy bien hasta que a mi mujer le viene la neura y me pide que me vaya a hacer un espermiograma de nuevo, para cerciorarse. Después se le pasa. Lo he conversado con otros hombres y hay muchos que no se la harían, creo que porque les da susto. Sólo hablar del tema los pone nerviosos, pero cada vez conozco a más que quieren o ya se hicieron una vasectomía. Supongo que tiene que ver con la edad que tengo. Y te insisto, la performance es increíble… sino, pregúntale a mi señora”.

Todo de nuevo

Una de las grandes ventajas de este sistema es que puede revertirse. Es decir, deja infértil, no estéril.

En Estados Unidos, un tres por ciento de las vasectomías terminan en una reversión. En nuestro país está empezando a suceder. El éxito está casi asegurado cuando la cirugía se realiza hasta 10 años después, luego de eso se va perdiendo efectividad, porque el cuerpo comienza a dejar de producir espermios al ver que estos no están siendo utilizados.

El procedimiento se llama vasovasostomía y consiste en unir los conductos bajo microscopio para que, aproximadamente después de un mes, estos vuelvan a funcionar con normalidad y el semen contenga otra vez espermatozoides. Generalmente es solicitado por pacientes mayores de 40 años, que se separaron y volvieron a emparejarse con una mujer más joven y sin hijos. Aunque ella podría embarazarse igualmente a través de una fertilización asistida (porque él sigue produciendo espermatozoides), este procedimiento es mucho más caro, invasivo para la mujer, menos efectivo y con un alto riesgo de embarazo múltiple. La reversión es menos compleja y tiene un éxito cercano al 60 por ciento de embarazo natural, es decir, sin intervención médica.