Es pasado el mediodía del miércoles y una decena de familiares de internos del Centro de Cumplimiento Penitenciario de Temuco permanecen en el acceso principal de la cárcel. Llevan bolsas con mercadería y pese a los insistentes diálogos que mantienen con uno de los gendarmes de la guardia, no podrán ingresar alimentos y utensilios de aseo. El horario de visitas terminó.
Frente al grupo, a no más de cinco metros y en plena avenida Balmaceda, existe una pequeña casa de madera abandonada. En uno de sus costados, aparece dibujado un kultrún y en la parte posterior los nombres de todos los comuneros que han pasado por el penal. Salvo uno: Celestino Córdova Tránsito (26).
El machi de la comunidad Quintupil de Vilcún, es el único detenido y formalizado por el incendio provocado por una veintena de desconocidos, el cuatro de enero, en la casa patronal del fundo La Granja y donde murieron el agricultor Werner Luchsinger y su esposa Vivianne Mackay.
Córdova es uno de los 785 internos del penal y junto a Eliseo Ñirripil, formalizado por porte ilegal de arma de fuego, son los únicos comuneros recluidos en esa prisión.
A diferencia de las cárceles de Angol y El Manzano de Concepción, que cuentan con módulos especiales para condenados e imputados mapuches, en Temuco solo existe una celda destinada para ellos. El alcaide de la cárcel de Temuco, teniente coronel Alvaro Rivera, explicó que no están aislados del resto de la población penal, sino separados "ya que es una forma de entender que por su cultura tienen actividades propias y distintas".
"El dormitorio de comuneros" -como se le conoce entre los vigilantes- tiene 25 m2, baño, dos literas con capacidad para cuatro personas y no tiene televisión, pese a que no hay prohibición. Parte del dormitorio está destinado a un taller donde Córdova talla figuras de madera y elabora monederos de cuero. El machi, hasta ahora, no ha declarado ante la fiscalía por el doble crimen, manteniendo completo hermetismo. En la cárcel se ha mostrado reservado, pero ha acatado las normas del régimen carcelario, imagen que contrasta con aquella que lo mostró con la cara erguida, desafiante y con uno de sus puños levantados cuando ingresó al tribunal para ser formalizado por el crimen del matrimonio Luchsinger- Mackay, hace tres meses.
El encierro ha favorecido la cercanía con Ñirripil, quien lo acompaña en los trabajos de tallado. También juegan babyfútbol con el resto de los reos. Una decena de personas se encuentran su lista de visitas, y cada 15 días se reúne con su defensora María del Rosario Salamanca. En la Defensoría Penal de Temuco decidieron no referirse a la situación procesal de Córdova.
Guillatún
Los otros reos conocen la calidad de machi del comunero. Y no solo se demuestra en el trato que existe hacia él por parte de su compañero de celda, sino también porque el propio Córdova pidió al alcaide la autorización para realizar un guillatún, el pasado 27 de marzo, según consta en la solicitud visada apelando al convenio 169 de la OIT.
"Se les autorizó el uso del gimnasio. Asistieron unas 50 personas, integrantes de sus comunidades, ingresaron sus instrumentos, además de un canelo y el interno Córdova dirigió la actividad", dijo Rivera. En esa ocasión participaron, además, machis de otras comunidades.
La autoridad del penal describió uno de los encuentros que tuvo con Córdova, a propósito de la preparación de la actividad del 27 de marzo. "Un día fui donde él y le pregunté cuál era la diferencia entre un guillatún y el machitún y la verdad es que fue bastante paciente para explicarme, en términos muy generales, cuáles eran esas diferencias".
En esa oportunidad, a diferencia de otros días, Córdova utilizó un penacho de plumas, prenda que hacía notar su calidad de machi y dirigió la ceremonia. Fue la única vez que hizo un requerimiento formal a Gendarmería.