Una improvisada delegación de concejales y dirigentes de la Concertación de la comuna de Pucón se aproximó, la tarde del viernes 10 de febrero, hasta el aeropuerto de dicha ciudad. El grupo, encabezado por la alcaldesa Edita Mansilla, había sido alertado horas antes de que recibirían una importante e intempestiva visita, por lo que acordaron organizar un recibimiento especial.
Se trataba de la ex Presidenta Michelle Bachelet quien, justo en medio de la polémica que ese mismo día estallaba por el avance de la investigación de la fiscalía sobre las fallas del 27/F, aterrizaba a las 17.07 horas en la Región de la Araucanía para pasar unos días de vacaciones en su casa de descanso en el lago Caburgua.
La ex mandataria había llegado a primera hora de ese mismo día al país, proveniente desde Nueva York, por lo que le había tocado recibir en Santiago la noticia de que la fiscal Solange Huerta había resuelto formalizar al ex subsecretario del Interior de su gobierno, Patricio Rosende, además de otros funcionarios, por las supuestas irregularidades cometidas horas después del terremoto y tsunami.
El hecho golpeaba directamente a su administración y la tomaba por sorpresa no sólo a ella, sino a todos sus colaboradores más cercanos. Y es que si bien la formalización de funcionarios, como la ex directora de la Onemi Carmen Fernández, estaba entre los cálculos opositores, la posibilidad de que alcanzara a una autoridad política como Rosende era vista con distancia.
En ese escenario, y fiel a su estrategia de eludir la contingencia, la ex mandataria optó por mantener en estricta reserva su estadía de casi 10 días en Chile, la que culminó la noche del pasado domingo, cuando tomó su vuelo de regreso a EE.UU.
Consciente de la presión mediática que se desataría, sobre todo ante la serie de críticas surgidas desde el oficialismo, que le ha pedido asumir la responsabilidad política por la mala reacción luego de la tragedia, Bachelet sólo informó a sus familiares y amigos más cercanos de su viaje de vacaciones.
Un silencio que resistió, incluso, los emplazamientos hechos desde La Moneda, tanto por el vocero Andrés Chadwick como por el ministro del Interior, Rodrigo Hinzpeter, quienes embistieron duramente en contra del manejo dado por Bachelet a la tragedia. "Las responsabilidades políticas se hacen valer en las elecciones", advirtió Hinzpeter el viernes pasado.
En ese contexto, ni sus ex ministros ni los principales dirigentes de la Concertación estaban al tanto de que la ex presidenta descansaba en Caburgua, ni siquiera quienes asumieron públicamente la defensa de su gobierno ante los cuestionamientos oficialistas.
Hasta allá llegó acompañada únicamente por su madre, Angela Jeria, y sus hijos, quienes todavía permanecen en la residencia de descanso de la familia.
El día de su arribo, de hecho, la ex mandataria pidió a los dirigentes de la Concertación que la fueron a recibir al aeropuerto de Pucón mantener en secreto su permanencia en la zona. Según les explicó, no quería que sus vacaciones familiares fueran interrumpidas. "Nos respondió que agradecía la bienvenida, pero que no podía juntarse con nosotros porque venía por poquitos días", dijo ayer la alcaldesa de Pucón, Edita Mansilla.