Al atardecer, el hall central del edificio principal del Atlantis parece un mall santiaguino en domingo. Es la hora de la cena en este mega-resort emplazado en la llamada Paradise Island de Nassau, la capital de las Bahamas. Cientos de personas caminan por los pasillos en busca de alguno de los más de 20 restaurantes del complejo, la mayoría norteamericanos de piel roja con los que el inclemente sol de estas latitudes no ha tenido la más mínima consideración. Numerosas familias, parejas de recién casados en elegantes vestimentas, señoras que prefieren gastarse la noche y muchos dólares en el -hasta ahora- más grande casino del Caribe (donde los locales tienen prohibido apostar), y prepúberes que caminan raudos al más que divertido Crush, un club sin alcohol, pero provisto de los últimos juegos de consolas y pantallas táctiles gigantes que sirven para actualizar al segundo sus perfiles de Facebook y mostrarle a sus amigos lo bien que se lo pasan. Sus hermanos mayores, en cambio, pretenden darlo todo en el club Aura, donde las madres de todos ellos quedarían horrorizadas frente a las profesionales demostraciones de perreo que, la verdad, sonrojarían hasta al más liberal.
Por su parte, las románticas parejas caminan por los pasillos del más grande acuario al aire libre del planeta, cuya temática basada en la perdida ciudad de la Atlántida es una de las razones por las que este resort se ha hecho famoso en el mundo entero. Los enamorados, pegados a los vidrios, apuntan a los tiburones, tortugas y mantarrayas gigantes que parecen volar bajo el agua, sólo algunos de los más de 50.000 animales que posee el acuario.
Las dimensiones de todo esto impresiona, pero ya dan ganas de saber si hay vida fuera de este complejo que, como la mayoría de los de este tipo, podría estar erigido en cualquier lugar del Caribe (o del mundo) y uno no sabría la diferencia.
El sol del día siguiente y sus mañaneros 30 grados invitan a conocer el parque acuático con largos toboganes, torres y hasta un templo maya. O la playa de finas arenas que se dibuja un poco más allá del parque. Y gracias a la potente oferta de actividades, no es raro que muchas familias (es ideal para venir con niños) pasen aquí sus cinco días-cuatro noches sin pisar el exterior. Pero el agobio de aquello que fue fríamente calculado para el placer de sus visitantes, obliga a hacer lo que pocos hacen y salir de las instalaciones.
La primera parada es el downtown, el centro, donde West Bay Street es la calle principal que acoge a decenas de tiendas que ofrecen joyas, esmeraldas y típicos suvenires. Si quiere comer como mujer u hombre de negocios, vaya al Graycliff (www.graycliff.com) y pregunte si puede conocer la tercera cava privada más extensa del orbe (donde también puede fumar habanos hechos ahí mismo). Pero un día como este pide a gritos una playa y es por eso que la cercana Junkanoo Beach es el sitio ideal: puestos que venden agua y cerveza, reggae, arena blanca, mar calipso y una justa mezcla entre turistas y locales. Estos últimos juegan el campeonato mundial de clavados en el muelle, haciendo gala de sus mejores piruetas para exhibirse frente a las chicas de rizados y coloridos cabellos. Alguien dice que hay decenas de playas como esta a lo largo de la costa y no hay otra forma de comprobarlo que conociéndolas.
El arriendo de una scooter vale unos 50 dólares por el día y "con un estanque de gasolina, das la vuelta entera a la isla, man", afirma el encargado. Casco, listo, espejos, listo, anteojos, listo, bronceador, listo, y el viento en la cara con el Mar Caribe a la derecha hace que el espíritu de las Bahamas comience a surtir efecto. Una nación famosa por sus playas y por ser un paraíso fiscal, compuesta de 700 islas, aunque sólo están habitadas un poco más de 20. Nueva Providencia, donde se ubica Nassau, es la principal y concentra alrededor del 70% de los 300.000 habitantes de las Bahamas. Aquí, el 60% de la actividad económica se relaciona con el turismo, principalmente con el arribo de cruceros. Y camino a una de las playas de película, se pasa frente a Cable Beach, donde en febrero comenzó a construirse un proyecto de inversores chinos que "pretende rejuvenecer la bahamian rivera". Se trata de Baha Mar (www.bahamar.com), complejo turístico de ¡3,4 billones de dólares! con ¡3.800 habitaciones!, que si bien creará unos 8.000 empleos hasta fines de 2014, atentará contra la rústica y sencilla belleza de este paraíso.
Algunos kilómetros más tarde, el camino se despeja de autos y se llena de árboles y perfume de flores. Un aviso como de motel chileno, apunta a una casa de eventos de madera junto al mar y que responde al nombre de Nirvana. Situada en la llamada Love Beach (en los 50 era playa nudista) es el opuesto al sofisticado monstruo que construirán los chinos.
Kanisha es abogada, tiene 24 años y ayuda durante el verano a su familia con el negocio (acá es temporada baja, la alta es de noviembre a marzo, cuando hay menos lluvia y calor). Con una cálida sonrisa cobra los cinco dólares de la entrada que permiten disfrutar de una playa absolutamente vacía y que raya en la perfección. Bajo la sombra de unos árboles, con los pies en la suave arena y mientras compartimos un par de cervezas Kalik, Kanisha dice que sueña con conocer Bolivia y que prefiere las Family Island, es decir, las 699 que no son Nassau. "Allí puedes encontrar la verdadera esencia de las Bahamas. Son más tranquilas, naturales, más de verdad. Digo, si te gusta el Atlantis, bien por ti, pero yo prefiero otras cosas", agrega, mirando el mar. "Las Family Islands son como esta zona de Love Beach", continúa, y es muy interesante lo que cuenta, pero el mar celeste necesita desesperadamente mi presencia.
De regreso al downtown y próximo a Junkanoo Beach, se ubica una zona salpicada de bares y restaurantes llamada Arawak Cay o Fish Fry, como le dicen los locales. Es sábado y la fiesta comienza temprano. Música en vivo, turistas, nativos, cerveza y el sky juice -mezcla letal de gin, agua de coco y leche condensada- hacen del lugar un divertido spot si se quiere salir de alguno de los resorts de la zona para disfrutar de la noche. El downtown está desierto, una que otra rata cruza la calle y, si se sigue el ruido, al parecer es en el malecón donde hay más movimiento. Syd, un rastafari de largos dreadlocks y 70 años, habla con melancolía, sentado en el malecón, de cómo era antes este lugar, justo cuando un par de mantarrayas pasa volando bajo el agua y una torrencial lluvia nos recuerda donde estamos. "En un rato toca una banda de amigos aquí cerca", dice. Se refiere al Bahamas Joe's -prefiéralo sobre el "gringo" Mr. Frog-, un bar donde el buenísimo reggae y ska de Willis and the Illest hace bailar a locales y turistas hasta tarde (o temprano, según se mire).
Hambre. Un puesto de comidas callejero -que ostenta un par de parrillas industriales cuyo olor a asado hipnotiza hasta al más acérrimo vegetariano-, ofrece por unos ocho dólares un plato gigante de arroz, con porotos y pollo picante. Aunque por la tarde Kanisha dijo que no se puede visitar Bahamas sin probar un plato llamado conch salad. Y que el lugar para hacerlo no era el turístico Fish Fry, sino que un sitio aún más autóctono llamado Potter's Cay Dock, ubicado bajo uno de los dos puentes que, curiosamente, conducen al Atlantis. El taxista dice que es el mejor lugar y al llegar, sólo una chica blonda y quien escribe contrastan con los cientos de morenos locales que comen, beben, bailan y ríen en las decenas de puestos. Tony's Sea Food es el sitio elegido y, frente a mis ojos, el cocinero pica un caracol de mar gigante, luego le agrega tomate, pepino, cebolla, pimentón, un ají conocido como golden pepper, jugo de limón y naranja: la tradicional conch salad. Todos beben Kalik o una cerveza Guinness de 7,5 grados y potente sabor. Mi vecina de asiento dice que pruebe el pistal del caracol, hebra transparente -órgano sexual- que promete energía no comparable al Viagra y luego ríe. Y ríe el cocinero y los que están en la barra. La ensalada es deliciosa y el ambiente, aún más. Y cuesta borrar esa sonrisa mientras camino de noche sobre el puente, con una tibia brisa caribeña, de regreso al súper resort.
Desde junio, Copa Airlines ofrece vuelos a Nassau, Bahamas, con escala en Panamá, lo que permite viajar al Caribe sin necesidad de visa de EEUU (usualmente se hace escala en Miami, situación que exige este documento). Vuelos desde $ 350 mil aprox. s/imp.
Atlantis Paradise Island: Cientos de actividades en un complejo gigante, ideal para ir con niños. Dobles desde US$ 230 aprox. (valores varían según fechas y noches reservadas) www.atlantis.com
Nassau Palm Hotel: Correcto y económico alojamiento frente a la playa Junkanoo. Dobles desde US$ 99 aprox. www.nassau-hotel.com