Aunque sus componentes insisten en que no es un grupo de tango electrónico, el concierto que Bajofondo Tango Club ofreció hoy en Madrid demostró que sí lo es.
A la sombra del Palacio Real de Madrid, la formación rioplatense montó la fiesta hasta el punto de que con Los tangueros, uno de los temas más emblemáticos de su primer disco, Bajofondo Tango Club (2002) y que dejó para los bises, invitó a varias personas del público al escenario para mezclarse con los músicos, mientras el baterista, Adrián Sosa, ayudaba con el 'scratch' a Luciano Supervielle en los teclados y Javier Casalla dejaba su inseparable violín para tocar la batería junto a un niño.
Ese mismo violinista había aparecido apenas hora y media antes solo, para interpretar Mi amor, un tema de Julio De Caro, de quien también tomó la inspiración para tocar el violín corneta, un instrumento que traslada a los años 20 del siglo pasado. Esa calma nada hacía prever lo que pasaría en cuanto apareciese el resto de la banda.
No pregunto cuántos somos, fue el primero de los temas de Mar Dulce, disco grabado en 2007 y que justifica esta gira europea que hoy se cerrará en Praga, que sonó en la noche madrileña e inmediatamente la intensidad de la interpretación logró que el público se entregase por completo.
Con idéntica fuerza, siempre con versiones mucho más rockeras que las originales grabadas en estudio, fueron desfilando Montserrat, Borges y Paraguay, Éxodo, Pulmón, Fandango y "Duro y parejo, hasta que se alcanzó el primer momento estático de la noche, con Miles de pasajeros, del disco Supervielle (2004).
En este rap, que tuvo un maravilloso preludio de violín, Gabriel Casacuberta (doble bajo), Gustavo Santaolalla (guitarra) y Luciano Supervielle (éste cantando en francés) asumieron los papeles originales de Marcelo Gamboa, Guillermo Fervenza y Daniel Melingo para hacer la primera invitación al público a la agitación, "buenas noches Madrid, arriba esos brazos".
Ya en la parte final del concierto, llegó la fiesta, que se abrió con la exquisita milonga Zitarrosa, dedicada al gran cantor uruguayo, para el que Campodónico, Casalla y Ferrés se sentaron en el centro del escenario y formaron un trío de guitarras.
Casi dos horas después del arranque, la fiesta llegó a su fin a la sombra del Palacio Real, donde parecía que incluso las esculturas que rematan sus cornisas iban a ponerse a saltar como el incansable Ferrés con su bandoneón al aire o Verónica Loza, la única mujer de esta formación, encargada de los efectos visuales que aparecían en pantalla.
Con Juan Campodónico (secuencias y guitarra) en las alturas, ejerciendo de maestro de ceremonias, Bajofondo demostró por qué quiere huir de algunas etiquetas y reivindicar que es una banda para tocar en vivo.