"Esto no es un reencuentro, es un encuentro", le dijo el ex juez Baltasar Garzón al ex Presidente Eduardo Frei cuando se reunieron el miércoles pasado. La decisión del español de dictar una orden de detención en contra de Augusto Pinochet, que se encontraba en Londres, provocó una de las crisis más serias del gobierno del ahora senador DC. Sin embargo, el jurista aseguró que no tuvo diferencias con el ex mandatario.
De visita en Santiago -es la segunda vez que viene- para participar en el Congreso del Futuro, el abogado también ha dedicado parte de su agenda para reunirse con el ex Presidente Ricardo Lagos y Patricio Aylwin, y sostener un almuerzo privado con Isabel Allende y su sobrina Maya Fernández.
Con tranquilidad, el ahora ex juez español, inhabilitado por prevaricación en el caso Gürtel -supuesta red de corrupción política del Partido Popu-lar-, asesor de La Haya, actual defensor de Julian Assange, conversa con La Tercera sobre la influencia del caso Pinochet en su carrera y las implicancias que, a su juicio, tuvo en la política y en la justicia chilena.
Usted se hizo conocido a nivel internacional después del caso Pinochet...
Sin lugar a dudas, creo que influyó en forma muy importante que fuera un tema de tanta trascendencia y afectara a una persona que, durante mucho tiempo, estuvo en el foco de la noticia como la persona que lideró el golpe de Estado en el año 73 en Chile. Lógicamente, quien emitió la orden de detención se ve obligado a estar en la primera portada de los periódicos, fueron 503 días de detención en Londres.
¿Este es su caso más importante?
No, es uno de ellos. Es importante porque, de alguna forma, se refería a la aplicación más directa del principio de jurisdicción universal, de poder perseguir crímenes de lesa humanidad, con independencia del país donde se hayan cometido, cuando no hay una respuesta judicial adecuada en el propio.
He tenido casos de terrorismo mucho más permanentes en el tiempo y con mucha más tensión y conflictividad.
¿No sintió presiones de su gobierno, de las autoridades chilenas o británicas?
No hubo ningún tipo de presión, y si las hubo, a mí no me llegaron.
Después he podido ver que hubo mucho movimiento político entre bambalinas, y también en forma expresa aquí en Chile. Nunca nadie de Chile ni de España ni de ningún otro país se dirigió a mí para decirme algo. Se respetó, yo creo, la independencia judicial.
¿Qué impresión se formó de Pinochet?
De alguien que, siendo mayor, nunca pudo imaginar que se iba a llevar a cabo una acción penal contra él mismo, como tampoco pudo imaginar las consecuencias de esa acción en Chile. Me da la impresión, por su forma de ser y lo poco que dijo en ese procedimiento, que estaba por encima de los demás, es decir, 'cómo se atreven a hacerme esto a mí', misma expresión que está publicada en un libro que se llama Yo, Augusto. Cuando se le detiene, la expresión que se dijo cuando Scotland Yard va a entregarle la orden de detención del juez inglés, se da una idea, diciendo '¿cómo? ¿a mí?'. El gobernante que se siente impune por los hechos y nunca pensó que se pudieran investigar.
¿Le costó decidirse a dictar la orden de detención en contra de Pinochet?
En mi caso, no lo dudé. Era una medida legal, de dudoso alcance práctico, lo tenías en otro país, dependías de otro juez, de que la policía tramitara la orden, salió como salió, pero podría haber sido de otra forma.
En parte fue producto de una casualidad. Usted no tenía contemplada esa posibilidad...
Casualidad que estuviera él ahí, pues yo no tenía previsto emitir una orden de detención para nada, lo que estaba previsto era tomarle declaraciones en Londres. Pues, cuando adelanta la vuelta, había que tomar una decisión, de ordenar la detención. Obviamente, yo no iba a permitir, para mí mismo y por respeto a las víctimas, no haber intentado esa decisión.
¿Tenía conciencia del impacto que su decisión provocaría?
Cualquier decisión en la vida la tiene, pero tu obligación es la de, una vez que tienes un caso criminal ante tus ojos, de los inicios, tienes que tomar una decisión y, en mi caso, siempre ha sido guiada: uno, por la legalidad; dos, por los indicios que había para impulsar ese hecho, y tres, para proteger los derechos de las víctimas, es lo que manda la Constitución.
Por tanto, trascendencia sí, pero nunca puede imponerse la trascendencia a la necesidad legal de tomar una medida.
¿Esperaba que un gobierno de la oposición a Pinochet reclamara su regreso a Chile?
Se lo decía el otro día al (ex) Presidente Frei, y después al (ex) Presidente Aylwin, si el gobierno de Chile tomó la decisión de querer traerlo a Chile, me parece muy bien. Nosotros, la extradición, la ganamos, nos dieron la razón, por los 1.148 casos de desaparecidos que se le imputaba la presunta responsabilidad. Sin embargo, Tony Blair decidió devolverlo a Chile, por los argumentos, basados en los certificados médicos, por argumentos políticos, entonces yo no tengo nada que decir.
Lo importante es que Pinochet volvió a Chile, no para la impunidad, sino para que se le juzgara aquí. Ese es el sentido de la jurisdicción universal.
En un momento no había respuesta para juzgar esos crímenes. Lo grave hubiera sido que, a la llegada a Chile, se cerraran todas las calles o nadie lo desaforara, nadie lo procesara, nadie le tomara una declaración. Sin embargo, eso no ocurrió. Se le desaforó, se le procesó, se le tomó la declaración y, cuando falleció, no pudo ser (efecto, prospecto) de una sentencia definitiva, por haber muerto. Podemos discutir si fue lento, si fue rápido.
Los informes británicos señalaban que Pinochet no estaba en condiciones de enfrentar un juicio largo.
Según los informes médicos británicos, no estaba en condiciones óptimas para afrontar un proceso de extradición largo. Tampoco estaba tan mal, tenía su personal médico, vivía en una villa, estaban su mujer, su familia, entraban sus amigos, mucho mejor que cualquier centro penitenciario.
Los informes que se hicieron en España, a la vista de los británicos, señalaron que sí podía ser sometido a juicio. La única limitación es que las sesiones debían ser cortas, porque tenía problemas de flebitis en las piernas.
¿Qué sintió cuando se decidió su regreso a Chile, cuando lo vio bajar del avión y saludar con su bastón? ¿Frustración, enojo?
Cuando lo vi bajar del avión me dio mucha pena, creo que era un desafío y un desprecio a las víctimas. Pero me sentí tranquilo cuando vi que la justicia chilena y también las autoridades políticas estaban firmemente decididas a que continuaran los juicios por violaciones a los derechos humanos respecto de Augusto Pinochet.
Algunos decían en Chile que la detención de Pinochet ponía en riesgo el desarrollo de la transición.
Estamos a 14 años de aquella medida. ¿En qué se ha visto influida la transición de Chile? Al contrario, de alguna forma ayudó a que se cerrara un capítulo grande, un punto de inflexión que ayudó a recuperar la credibilidad y la aproximación. ¿Qué se puso en riesgo?
Con el paso del tiempo, ¿considera que fue bueno que volviera a Chile?
Yo creo que fue bueno que Pinochet volviera a Chile. Aquí estaban las pruebas, aquí estaban las víctimas -aunque algunas eran españolas-, aquí se produjo una evolución en el Poder Judicial, tanto en la Corte Suprema como en otros organismos inferiores. Se puede decir si hubo más o menos celeridad. Creo que se inició la senda de la justicia -todavía dura hasta el día de hoy con muchos casos-, es verdad que deberíamos conseguir que sea mucho más ágil para cerrar ese capítulo; el resultado está ahí, las víctimas han conseguido en muchos casos resarcirse. Después en Madrid continuamos el procedimiento por los temas económicos cuando aparecieron las cuentas del señor Pinochet en el Banco Riggs, gracias a la orden de bloqueo y embargo que yo había emitido en noviembre y diciembre del año 98, hubo causa para que Estados Unidos pudiera embargar sus bienes.
¿Se siente orgulloso de eso?
Fue un honor haber contribuido de alguna forma a amparar los daños tan masivos y tan crueles de las víctimas, pero como lo he hecho en el ámbito del terrorismo, en la lucha contra el narcotráfico y en los distintos ámbitos profesionales a los que he destinado mi vida y sigo destinándola.
¿Cómo siente la diferencia de estar en el banquillo de los acusados? Lo condenaron por prevaricación en el caso Gürtel, que investigaba una presunta red de corrupción política del Partido Popular.
Ni para mí ni para nadie es agradable estar en esa situación. Cualquier persona siente que no debe estar y no quiero entrar en ese tópico de decir 'yo era inocente'. He asumido esa situación con paciencia, no me correspondía haberla padecido, pero he procurado con argumentos, con razonamientos, transmitir que no era cierto lo que estaba sucediendo y lo que se me imputaba. Pero el 17 de enero salieron algunos de los aspectos en España que yo estaba investigando en el caso Gürtel. Uno de los principales acusados, a los que yo imputé, tenía 22 millones de euros en Suiza, y están saliendo algunas cosas en medios de comunicación españolas bastante contundentes. Eso era lo que yo pretendía evitar, que siguiera la continuidad delictiva, interviniendo las comunicaciones de algunos abogados con los principales responsables. Yo sigo peleando jurídicamente, iremos al tribunal europeo de Derechos Humanos, y en algún momento yo estoy convencido de que no solamente los hechos, como se está viendo ahora con todo lo que está saliendo, sino la realidad jurídica se impondrán.