Daniel Barenboim es un hueso duro de roer. Lo es paras las autoridades de Israel, que en el año 2000 tuvieron que lidiar con la decisión del músico de dirigir al gran compositor y lamentable antisemita Richard Wagner en un concierto en Jerusalén, y lo es también para sus propios músicos, a los que les exige la mejor de las interpretaciones sin importar la experiencia. En el documental premiado con un Emmy, Knowledge is the beginning (2005), hay pruebas claras, cuando el primer violinista de la West-Eastern Divan Orchestra (WEDO) comenta frente a la cámara: "Barenboim espera de nosotros que toquemos como sus orquestas europeas, y nos exige lo mismo que a la Filarmónica de Berlín".
La ética de trabajo de Barenboim (Buenos Aires, 1942) es irrenunciable y es la única manera que tiene de justificar un proyecto tan ambicioso y arriesgado como la West-Eastern Divan Orchestra. No se trata de un juego de niños, y para demostrar al mundo que la labor conjunta de árabes y judíos es posible, hay que trabajar duro. Hay que sonar como la mejor de las orquestas. Como la Filarmónica de Berlín, por ejemplo.
Junto a su West Eastern Divan Orchestra, Barenboim estará en Chile por primera vez en calidad de director de orquesta (en 2000 vino como pianista) el miércoles 9 de agosto a las 20 horas en el teatro de CorpArtes. Tocarán un programa macizo y de gran lucimiento instrumental compuesto del poema sinfónico Don Quijote, de Richard Strauss, y la popular Quinta sinfonía, de Piotr Ilich Tchaikovsky. Es el mismo díptico de obras que la WEDO y Barenboim interpretarán este fin de semana en el Teatro Colón de Buenos Aires, y al menos la creación de Tchaikovsky ya fue registrada en un disco y DVD del año 2004 a partir de un concierto en Ginebra (Suiza).
Pero, ¿qué es la West Eastern Divan Orchestra? ¿A quién se le ocurrió juntar a músicos de pueblos enfrascados en peleas inmemoriales? ¿A dónde quieren llegar? La agrupación, también conocida por sus siglas de WEDO, toma su nombre a partir de un grupo de poemas de Johann Wolfgan Von Goethe (1749-1832) inspirados a su vez en textos del autor persa Hafez (1315-1390).
Es decir, su título deriva de un temprano puente cultural entre Occidente y Oriente.
Creada en 1999 por Barenboim y su amigo, el intelectual y profesor de literatura estadounidense de origen palestino Edward Said (1935-2003), la agrupación se nutre de jóvenes músicos de naciones árabes (Palestina, Egipto, Siria, El Líbano, Jordania, Irán), de Israel y de España. El país europeo, específicamente la capital andaluza de Sevilla, sirve de sede y cuartel de operaciones del conjunto. Su elección no es antojadiza: Sevilla fue la cabeza política de los árabes en España durante la Edad Media. Fue una temprana reunión de cristianos y musulmanes con consecuencias culturales definitivas.
De cierta manera, la orquesta es la extensión de la amistad entre el argentino-israelí Daniel Barenboim y Edward Said. O la continuación de sus conversaciones culturales por otros medios. Todo comenzó como un taller de trabajo de ambos en Weimar (la ciudad alemana donde Goethe y Schiller crearon sus grandes obras) y al primer llamado hubo más de 200 peticiones para entrar a la orquesta.
Contra la ignorancia
Barenboim, un hombre que acompaña de acciones cada una de sus palabras, no es un ingenuo y ha dicho varias veces qué busca con este grupo multicultural. "La Divan no es una historia de amor ni tampoco es una historia de paz. Sería demasiado pretencioso creer que vamos a lograr eso. De lo que se trata es de crear un proyecto contra la ignorancia, una forma en que unos conozcan a los otros.... La idea es construir una plataforma donde ambos lados puedan discutir sin recurrir a los cuchillos", afirmaba Barenboim poco después de su primer concierto en Ramallah, la capital de los Territorios Palestinos Ocupados en el año 2005. Fue cuando a Barenboim una niña árabe le dijo que era el primer israelí que veía sin uniforme y sin un tanque. Era, además, la primera vez que una orquesta se aparecía en una zona acostumbrada a ser un polvorín, refugio de balas y bombas.
La agrupación de israelíes y árabes es una instancia que causa resistencia entre ambos bandos y el propio director decía a este diario hace un mes atrás que las dificultades para tocar habían aumentado en Israel y los sectores palestinos. Es una orquesta política, y eso incomoda. Los músicos lo saben y en sus reuniones hay discusiones entre ellos. Sin cuchillos, por cierto.
En el proyecto de la WEDO, Barenboim ha tenido en rigor que nadar dos veces contra la corriente: primero, cuando concibió la idea junto a Said, y luego cuando el propio intelectual murió de leucemia en 2003. Un año antes, ambos obtuvieron el Premio Príncipe de Asturias de la Concordia, un galardón que le dio una gran legitimidad a la iniciativa y que se inscribe en una larga lista de distinciones planetarias.
El director y pianista israelí reconocía en el documental Knowledge is the beginning el significado de la ausencia de Said: "Su muerte fue una catástrofe para mí. Era mi mejor amigo, pero también era un constante estímulo intelectual. Además, creo que de alguna manera fue una catástrofe para la orquesta: la West Eastern Divan necesita a ambos lados para dialogar".
Desde aquellas declaraciones, sin embargo, han pasado ya 9 años y la agrupación sigue más viva que nunca, con un catálogo de 10 discos (entre ellos las nueve sinfonías y los cinco conciertos para piano de Beethoven) y la recientemente creada Academia Barenboim-Said de música y humanidades, con sede en Berlín. Con una oferta que se extiende a todo el mundo y que privilegia a estudiantes de Medio Oriente y Norte de Africa, la instancia es la última prueba del espíritu duro de roer de Daniel Barenboim.