La placa está en la esquina de la calla 53 con Dorchester, quizás la esquina más transitada del barrio de Hyde Park en Chicago. En forma de medallón, cuenta una historia universal: la de un joven tratando de conquistar a una mujer en una cita. El joven, dice la placa, le compró un helado en un local de Baskin-Robbins que aún existe en la misma cuadra, y luego la besó por primera vez, sintiendo que tenía "sabor a chocolate". Pero la particularidad es que el joven de la historia es Barack Obama, y la mujer, su esposa Michelle.

El gesto es uno de los muchos que revela el orgullo local por Obama, y también lo que significa su imagen en uno de los vecindarios de la zona sur de Chicago. Al menos tres lavasecos y dos restaurantes se arrogan el honor de ser las "tiendas oficiales" que el mandatario prefería cuando vivía allí, primero como profesor de leyes en la vecina Universidad de Chicago y luego cuando lanzó su carrera política en el estado de Illinois. Y la mayoría de las tiendas tiene una fotografía o un recorte de diario que honra al vecino ilustre que, técnicamente, nunca ha dejado la zona.

Esto porque en la calle 51, con el tránsito completamente bloqueado y llena de custodios policiales, está la que aún es la casa del presidente, donde se aloja cada vez que va a Chicago, generando conmoción. Y aunque el mandatario no ha dejado de ir, en los últimos meses se le ha visto menos, coincidiendo con la tensa campaña presidencial.

De hecho, cuando la semana pasada regresó a Chicago para el que sería el discurso final de su presidencia, Obama tuvo un gesto con sus raíces: organizó su entrevista con la NBC en Valois, un restaurante de desayunos que es frecuentado por estudiantes y vecinos para comer, entre otras cosas, bistec con huevo y papas, una de las tradiciones del lugar.

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Obama junto al periodista Lester Holt de la NBC en Valois, un restaurant de Hyde Park. Foto: NBC

Obama junto al periodista Lester Holt de la NBC en Valois, un restaurant de Hyde Park. Foto: NBC[/caption]

Precisamente el resultado de la elección, con Donald Trump como improbable ganador, es el factor incógnito en lo que se presumía como un paso claro: el retorno, en un plazo corto o mediano, de Obama a la ciudad donde echó raíces, tiene amigos y, aunque suene extraño decirlo, es más que un presidente.

Proyectos en la zona

La claridad se daba porque a inicios del año pasado Obama hizo un gesto clave a un barrio que incluso tiene tours temáticos para conocer sus primeros pasos en la política: anunció que su biblioteca presidencial, uno de los elementos clásicos que tienen los ex presidentes estadounidenses, será construida en Jackson Park, apenas unas diez cuadras al sur de su hogar en la ciudad de los vientos. Esto, además, será un aliciente turístico para un barrio al que ya llegan muchos turistas y estudiantes internacionales atraídos por su figura.

Y aunque muchos analistas presumían que Obama y Michelle iban a volver con tranquilidad al sector, siguiendo el modelo de los previos ex presidentes, la gran pregunta ahora es qué rol asumirá Obama en un Partido Demócrata que recién comienza a sacudirse y limpiarse las heridas tras un golpe letal, como es Trump en la Casa Blanca.

Obama ya tiene asesores y colaboradores cercanos que están trabajando allí, como el ícono de su primera campaña, David Axelrod, y consultores en temas como manejo de datos.

El propio Axelrod reconocía que "probablemente" el resultado lo obligará a tomar más riesgos que los anteriores ex mandatarios, pues está en juego mucho de su legado. La opción de ser un ex presidente protocolar y que se dedique a temas mundiales –como sus antecesores Jimmy Carter y Bill Clinton- está, pero la urgencia de los demócratas por encontrar un relato que le permita recuperarse de la derrota a todo nivel sufrida el martes jugará un rol protagónico.

Por lo menos por la primera parte del año, Obama ya ha confirmado que se quedará en Washington, esperando que su hija Sasha termine el colegio.

Pero al menos en la zona sur de Chicago, una de las más pobres de la ciudad, el regreso es esperado con ansias. Tímidamente, en los últimos meses han aparecido unos panfletos pegados en algunos postes que decían "Michelle 2020". Un gesto de un barrio que tuvo a uno de los suyos, de forma improbable, ocho años dirigiendo los destinos del país, y que por eso prefiere creer en frases de esperanza que en volver a hacer grande un país que, por un tiempo, sintieron como más propio.