Barry Sage: el histórico productor musical británico que se radicó en Chile
Con trabajos para New Order y Rolling Stones, el inglés hace clases y compró un terreno en Isla Negra.
Barry Sage (59) cuenta que lo primero fue una taza de té, luego hubo trozos de pizza, más tarde debió lidiar con drogas y sobre el final del camino transitado, no hay más que papas fritas con pescado frito de un local de Ñuñoa que lo devuelve a su Londres natal. De modo muy ilustrativo, esa es la saga de uno de los productores británicos más cotizados de los 70 y principios de los 80: se inició como el adolescente encargado de alistar la comida en los estudios fundamentales del rock inglés, después se situó tras las perillas en la era en que los Rolling Stones caían acorralados por la heroína y la cocaína y, tras décadas de acercamiento con músicos hispanohablantes, decidió residir de manera definitiva en Santiago a partir de 2012.
"Chile tiene hoy una industria musical muy saludable y mi trabajo ya no es tan rentable en Inglaterra. Ya no hay gente especializada en música trabajando en esos circuitos, sino que sólo abogados, contadores o personas que se envían todo por mail. Se ha desvirtuado . Además, he logrado hacer muy buenos amigos aquí", explica el ingeniero de sonido, en el Studio Master de Vitacura -donde se han registrado algunas de las obras mayores de la música local- y deslizando los planes de su vida chilena.
Por ejemplo, hace un par de meses compró un terreno en Isla Negra bajo el proyecto de levantar una casa con estudio de grabación. Comenzó a hacer clases en Viña para la empresa especializada en sonido Proaudiotec. Además, será el director de Mapa Records, agencia que se encargará de promocionar música chilena en tiendas digitales. Y por estos días ultima el próximo álbum de Upa!, con los que ya trabajó en Punto Infinito (1999). "Los grupos chilenos tienen una manera de entonar que es muy atractiva. Además, con respecto a otros países de la región, hoy están un peldaño más arriba", asegura Sage, en un vínculo local que ya acumula 20 años.
Luego de iniciarse como encargado del té y las pizzas en los estudios Trident de Londres -uno de los más dotados de los 70 y donde se grabaron Transformer, de Lou Reed, y Ziggy Stardust, de David Bowie-, el británico ascendió a operador de cintas. En esa función trabajó para otras gemas de Elton John y Roxy Music, aparte de recibir a un cuarteto novato: Queen.
"Habían convertido los estudios en su casa, pero aún eran muy experimentales para la época, nadie apostaba demasiado por su futuro. Tenían un cantante con registros de ópera, un guitarrista que hacía de todo con su instrumento y cosas que se fueron desarrollando ahí mismo", recuerda. Ya desde mediados de los 70 se consagró como uno de los ingenieros de sonido más demandados, con colaboraciones tanto para Brian Eno como para New Order, aunque su mayor huella quedó en The Rolling Stones: con ellos trabajó en Some Girls (1978) y Tattoo You (1981), las últimas grandes travesías del conjunto.
"Estar con los Stones fue fantástico, pero extremadamente duro", dice el hombre que hoy vive en Plaza Ñuñoa. "En Some Girls no sólo había mucha competencia entre ellos, sino que también Keith Richards estaba a la espera de una sentencia por posesión de drogas, por lo que tuvimos que grabar rapidísimo el máximo de canciones, ya que en cualquier momento podía ir a la cárcel. Registramos 40 temas en poco tiempo y eso nos obligó a estar siempre despiertos. Pero sobrevivimos. Además, los caracteres de ellos dependían mucho del día y de las drogas que tomaban".
Hacia fines de los 80, Sage -ante los reajustes de la industria inglesa- cambió las adicciones de Jagger y Richards por el pop español y empezó a producir nombres locales, lo que más tarde lo hizo unirse con La Oreja de Van Gogh y Sergio Dalma. Hasta que su militancia en BMG lo enfrentó por primera vez a una figura nacida en Chile: la firma le pidió mezclar Esperando Nada (1994) de Nicole. "Fue la puerta de entrada. Cuando el mercado era así de saludable, los sellos te confiaban nombres nuevos", recuerda nostálgico.
Y en Santiago, las discográficas le confiaron varios. A partir de Nicole empezó a trabajar con La Rue Morgue, Glup! y Solar, banda por la que hizo su primer viaje al país, para producir su debut, Play (1997). Ahí estableció un estrecho lazo con su líder, Alejandro Gómez ("mi gran amigo", subraya), lo que lo empujó a estar en su siguiente proyecto, Alamedas.
"Me gusta que acá se siga trabajando con el productor en terreno. Mi plazo inicial es dos años de residencia", dice el inglés, ya habituado a ciertos localismos y que puede repetir, sin equivocarse, una palabra tan compleja como Irarrázaval. "Donde venden los mejores Fish and chips", asegura. "Mejores que los de Londres, incluso".
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