Durante dos décadas, el fotógrafo español Juan Medina ha estado siguiendo a inmigrantes que intentan llegar a Europa. Medina ganó el premio World Press por esta imagen tomada en las Islas Canarias en 2004. Ahora que el número de muertes en el mar ha seguido incrementándose, el fotógrafo le cuenta a la BBC cómo surgieron sus imágenes. (Algunas de ellas podrían perturbar a nuestros lectores).
Comencé a tomar fotos de migrantes cuando vivía en Fuerteventura, en las Islas Canarias, donde trabajaba como fotógrafo para el periódico local y ellos venían procedentes de todo el África subsahariana.
Lo que ocurrió ese día en 2004 ha sido similar a lo que ha estado ocurriendo durante años, y lo que seguirá ocurriendo.
Mucha gente realiza el trayecto a través del mar hacia Europa en busca de una mejor vida. En cualquier momento los barcos pueden naufragar, pueden quedarse sin combustible, el motor puede fallar. Y ellos son vulnerables al frío.
Ese día los migrantes viajaban en un pequeño barco lleno de gente. Habían estado a bordo durante muchas horas.
Cuando estaban llegando a las Islas Canarias, una patrulla de la Guardia Civil estaba esperando para detenerlos. Los migrantes comenzaron a abordar la embarcación más grande cuando todos comenzaron a moverse hacia un lado y el barco se volteó.
Fueron rescatadas 29 personas y nueve murieron.
Todos los que estaban a bordo eran hombres. Muchos venían de Mali, algunos de Costa de Marfil y Ghana.
Los sobrevivientes pasaron por el proceso usual a su llegada: se les lleva a un centro de detención para extranjeros durante 40 días y después, o se les coloca en un vuelo de regreso a sus países de origen, o en un vuelo a la España continental.
Sé lo que ocurrió con dos de los hombres en ese barco: Isa e Ibrahim.
Los conocí el día que fueron rescatados. Son los hombres que fotografié cuando estaban siendo sacados del mar.
Se les envió a España. Isa fue a Valencia e Ibrahim a Murcia.
Dejaron en claro lo que estaba ocurriendo en su país, Mali. Provenían de familias grandes.
En el caso de Isa, por ejemplo, año con año dependía de las cosechas y los cultivos. El trabajo es escaso. No tenía ninguna oportunidad. Realmente estaba viviendo una situación de extrema necesidad.
A pesar de los riesgos decidieron llevar a cabo el viaje. Para ellos esa era la única salida.
Pensaron que valía la pena para tratar de ayudar a sus familias. Quizás no sabían exactamente qué iba a pasar con ellos minuto a minuto, pero sabían que era peligroso.
Fui a sus casas en Mali para conocer a sus familias y me recibieron con los brazos abiertos, con mucho cariño, de una forma totalmente opuesta a cómo los españoles reciben a los migrantes en España. Sus familias me contaron sus historias para que yo pudiera entender porqué sus hijos estaban dispuestos a arriesgar sus vidas.
Lo que más me afectó fueron las terribles condiciones de vida que habían dejado. Se arriesgaron a morir en el mar pero en su país enfrentaban presiones mucho más grandes para tratar de sobrevivir.
Lo hicieron porque no tenían otra salida. No fue porque estuvieran buscando una aventura.
Su partida había dejado a sus familias increíblemente tristes. Primero, por el dolor de que sus hijos se fueran y, en segundo lugar, porque sabían que sus hijos también podían morir.
Algunos de los que sobreviven el viaje se integran en nuestra sociedad -tanto como nuestra sociedad se los permite- a menudo de formas precarias e inestables, sin documentos, sin derechos.
Como periodistas tenemos la oportunidad de ver de primera mano lo que ocurre, pero todos deberíamos estar involucrados en esta situación porque es algo que está ocurriendo en la puerta de nuestra casa.
En realidad son nuestros vecinos, podrían estar viviendo en el piso de arriba, vendiéndonos su comida o yendo a la escuela con nuestros niños.
Si la gente no se siente directamente afectada por esta situación, es porque están haciendo la vista gorda.
Creo que mis fotos son documentos. Son cosas que están ocurriendo día tras día.
A través de la historia ha sido gracias a las fotografías o articulos por los que sabemos lo que ha ocurrido.
Así sabemos que a fines del siglo XX y principios del siglo XXI la gente viajaba a las puertas de Europa de forma similar a como los esclavos viajaron en el siglo XVII.
Muchos de ellos también se ahogaron en el mar, apretujados en embarcaciones improvisadas que se hundieron.
Y la gente sigue muriendo hoy.
No es normal que pase un mes sin que haya una tragedia. Incluso después de 20 años de estar siguiendo esta historia, la gente continúa ahogándose cada semana y no veo que nada haya cambiado.
Si algo cambia es para peor.
Cada tragedia o naufragio es más grande y más doloroso porque más gente pierde la vida.
Hoy hay más presión que nunca de la policía en las fronteras de Europa, pero la gente sigue muriendo.