Una nube densa y blanca se asienta poco a poco en las calles obligando a decenas de personas a buscar refugio. Es una escena común en manifestaciones alrededor del mundo y el culpable de esa nube es casi siempre el gas lacrimógeno, que está cumpliendo cien años.
En la Primera Guerra Mundial se utilizó por primera vez de manera formal una versión incipiente del gas moderno, con el objetivo de forzar a los soldados enemigos a escapar de sus trincheras para luego sí atacarlos con artillería u otras armas.
Con el paso del tiempo, el gas dejó de utilizarse en los conflictos armados -en los que está prohibido bajo la Convención de Armas Químicas, que entró en vigor en 1997- pero se convirtió en una de las herramientas preferidas por la policía para dispersar multitudes.
"La razón por la que está prohibido en la guerra es porque se supone que no se debe usar como un arma ofensiva", le explica a BBC Mundo Anna Feigenbaum, una profesora de la universidad británica de Bournemouth, que recientemente publicó un ensayo sobre la historia del gas en la revista estadounidense The Atlantic.
"La excepción en los cuerpos policiales es que no se está usando como un arma, sino como un agente de control", agrega.
El uso de este gas en protestas ha sido criticado porque puede conllevar a un uso indiscriminado o porque en ocasiones generar problemas de salud entre los manifestantes.
Hay discrepancias entre los historiadores consultados por BBC Mundo sobre cuándo exactamente fue el primer uso del gas lacrimógeno en la Primera Guerra Mundial, pero la mayoría tiende a apuntar a agosto de 1914, poco después del comienzo de la misma.
Doran Cart, curador senior del Museo Nacional de la Primera Guerra Mundial, en Kansas City, Missouri, dice que si bien no conoce documentos oficiales que lo confirmen, los franceses pudieron haber utilizado granadas lacrimógenas contra los alemanes en ese mes. Francia llevaba algunos años experimentando con esos gases.
El "punto de quiebre", según este historiador, fue en 1915, cuando los gases comenzaron a ser probados con más frecuencia aunque no siempre de manera efectiva.
Su desarrollo formó parte de un esfuerzo mucho mayor de las potencias por crear armas químicas, lo que llevó a la Primera Guerra Mundial a ser considerada "la guerra de los químicos".
Además de los lacrimógenos, también se utilizaron agentes como el gas mostaza, el gas cloro o el fosgeno, algunos de los cuales causaron un "sufrimiento agonizante" y casi 100.000 muertes, según datos publicados por Naciones Unidas.
"La sensibilidad de estos gases llega como resultado de la novedad y el terror", le explica a BBC Mundo el historiador Michael Neiberg, profesor de la Universidad de la Guerra del Ejército de Estados Unidos, en Pensilvania.
"Se convirtieron en la personificación de todo lo malo con la Primera Guerra Mundial: la naturaleza industrial de la guerra, la naturaleza total de la guerra".
Pocos años después, en 1925, se firmó el Protocolo de Ginebra que, con considerables limitaciones, prohibió el uso de armas químicas en las guerras.
Al mismo tiempo, sin embargo, ya se estaban empezando a probar nuevos compuestos químicos de gases lacrimógenos y se estaba discutiendo cómo convertirlos en una herramienta para usos cotidianos. Por su condición no letal, no generaban tanta reticencia como otros gases.
Según escribe Feigenbaum, poco después del armisticio varias ciudades estadounidenses y territorios alrededor del mundo empezaron a comprar este gas, que fue utilizado en prisiones, huelgas y hasta en las cajas fuertes de los bancos para evitar robos.
La guerra de Vietnam también ayudó de manera particular a cambiar la percepción sobre este gas, que generó rechazo cuando fue usado por Estados Unidos tanto en ese país como para dispersar protestas en casa.
Para contrarrestar las críticas de que estaba envuelto en una guerra química, Washington comenzó a referirse cada vez más al gas como un "agente para el control de los disturbios" y con el paso del tiempo lo volvió un término de uso frecuente, según un estudio publicado en 2013 en el Yale Historical Review.
En el resto del mundo, el gas también se volvió más usual y en años recientes ha sido utilizado en la Primavera Árabe, en las recientes protestas en Brasil, en el parque Gezi de Estambul o en los disturbios en Ferguson, Misuri, sólo por nombrar unos cuantos casos.
"Se convirtió en algo de uso común porque es una manera de dispersar una multitud de manera relativamente barata y fácil", concluye Feigenbaum en su diálogo con BBC Mundo.
Ella explica que si se usa de manera adecuada tampoco causa heridas con sangre y sus efectos son normalmente superficiales, lo cual es beneficioso desde el punto de vista de la policía.
Pero inmediatamente añade que hay otro lado de la moneda: "La calle es el único lugar al que tenemos para ir cuando nos quitan el poder", dice.
"Si se envenena el aire, se les está quitando a las personas la habilidad para protestar".