Poco tiempo atrás, en Arizona, Estados Unidos, un hombre falleció tras ser atacado por miles de abejas. Otro, acabó en el hospital con más de cien picaduras.
Al parecer, las abejas que participaron en este ataque no eran las abejas europeas o melíferas a la que la mayoría de la gente está acostumbrada.
Eran abejas africanizadas -conocidas también con el nombre de abejas africanas o asesinas- que, desde los años 90, han colonizado gran parte del sur de Estados Unidos.
Esta subespecie ha sido responsable de una serie de incidentes similares.
En diciembre de 2013, un enjambre de alrededor de 30.000 atacó a una pareja en Texas, uno de ellos fue picado 200 veces.
En el incidente, murieron también dos caballos pequeños.
Semanas antes, otro hombre pereció después de ser rodeado por 40.000 abejas.
Salir corriendo
A diferencia de las abejas melíferas, esta subespecie es extremadamente sensible a la presencia de seres humanos, le explica a la BBC Jennifer Fewell, profesora de la Universidad Estatal de Arizona.
No hace falta demasiado para perturbarlas y que se active su sistema natural de alarma.
Cuando ocurre, es muy fácil verse rodeado de miles de abejas, explica Fewell.
"Por lo general atacan los ojos y la cara. También pican en el cuerpo, pero por lo general atacan las áreas más oscuras", explica la investigadora.
El veneno de estas abejas no es más tóxico que el de las melíferas. Lo que las hace más peligrosas es la cantidad de individuos que se agrupan para atacar.
Las feromonas que liberan cuando van a atacar -de un olor parecido al de la banana- le avisa al resto de la colonia para que se sume al ataque.
Este aroma puede detectarse en un área muy amplia, le dice a la BBC Juliana Rangel, profesora de apicultura del departamento de entomología de la Universidad Texas A&M.
Las abejas clavan su aguijón como defensa. Pero, mientras que sólo el 10% de un grupo de abejas europeas pueden llegar a defender su colmena, toda la colonia de abejas africanas participa en la maniobra.
"Si perturbas a una colonia de abejas europeas puede que te piquen algunas. Si es una colonia de abejas africanas, tendrás cientos de picaduras", dice Rangel.
No hay mucho que uno pueda hacer para espantarlas, dice Fewell, lo único que queda es correr lo más rápido posible.
Incluso saltar al agua es mala idea. Las abejas estarán esperándote hasta que salgas a respirar, explica Rangel.
Accidente en el laboratorio
Las abejas africanizadas se originaron en Brasil en 1956, cuando se cruzaron individuos de las subespecies europea y africana para mejorar la especie.
Como si fuese una película de terror, lo que ocurrió es que algunas se escaparon del laboratorio y emigraron hacia el norte.
Fueron detectadas por primera vez en Estados Unidos en 1985. Y, las primeras colonias permanentes fueron identificadas en Texas en 1990.
La población de estas abejas se expandió rápidamente, aunque su predilección por los climas cálidos hizo que se quedaran mayormente en los estados del sur de Estados Unidos.
Aunque nadie niega que puedan en ocasiones ser un peligro -se reportan 40 ataques fatales por año- el mote de "asesinas" ha llevado a que se exagere lo dañinas que pueden ser.
Pero es importante recordar que las abejas no buscan atacar a los seres humanos. Sólo atacan con el fin de proteger sus colmenas y a la abeja reina, dicen los entomólogos.
Cuando las abejas van recolectando polen o moviéndose entre colmena y colmena no suponen ningún peligro.
"Las abejas siguen siendo los insectos más útiles para los seres humanos, no sólo polinizan un tercio de los alimentos que ingerimos, sino que además nos dan miel y hacen nuestra dieta mucho más interesante", explica Rangel.
Desde una perspectiva humana, la reducción en el número de abejas es un peligro mucho mayor.