La dilatada crisis política en Bélgica, que lleva año y medio sin gobierno estable, alcanzó en las últimas horas un avance significativo, con un acuerdo de última hora sobre uno de los temas clave entre las dos comunidades político-lingüísticas enfrentadas: flamencos neerlandófonos y valones francófonos.

El "expediente B-H-V", como se le conoce en la jerga popular, se refiere a la división del disputado distrito electoral de Bruselas-Halle-Vilvoorde (BHV), en la periferia norte de Bruselas.

El derecho a voto de los francófonos en ese distrito, ya en Flandes (comunidad del norte), mayoritariamente flamenco, ha provocado roces desde hace años entre flamencos (unos 6 millones) y valones (cerca de 5 millones) que convirtieron "B-H-V" en un arma arrojadiza y terreno de batalla política casi cotidiano.

La manzana de la discordia de "B-H-V" ejemplifica, en realidad, las fuertes desavenencias y diferencias de concepción de país federal, nacido como "Estado tapón" en la encrucijada de Francia, Países Bajos y Alemania en 1830, entre ambas partes.

El responsable de formar gobierno, el líder socialista francófono Elio Di Rupo (PS), acudió anoche al palacio de Laeken para informar al rey Alberto II de este acuerdo. El monarca, que disfrutaba de unas vacaciones en Niza, Francia, tuvo que regresar de urgencia ayer ante el agravamiento de la crisis.

El primer ministro en funciones, el democristiano Yves Leterme, informó de que en diciembre próximo dejará su cargo para ocupar un puesto en la Organización para el Desarrollo y la Cooperación Económica (OCDE), con lo cual agregó más tensión a la situación.

El acuerdo sobre "B-H-V" no significa, sin embargo, el final de la larga crisis política belga, informó la emisora RTBF. Quedan todavía muchos puntos que resolver.

El principal de ellos es cómo engarzar en una nueva reforma del Estado federal las crecientes apetencias de autonomía de los flamencos respecto a los valones, especialmente en materia fiscal.