Hace un año, el Papa Benedicto XVI renunció al sillón pontificio, transformándose en el primer sucesor de Pedro en dimitir en casi seis siglos. Fue un acto tan inusual que fomentó, entre observadores y creyentes, cuestiones sobre la validez de la decisión. El mismo Joseph Ratzinger zanjó todas las dudas y especulaciones sobre su histórica abdicación, contestando con una carta al influyente vaticanista italiano Andrea Tornielli.
"No existe la más mínima duda sobre la validez de mi renuncia al ministerio petrino. La única condición para que sea válida es la plena libertad de la decisión. Las especulaciones sobre la invalidez de mi renuncia son simplemente absurdas", senten- cia categórico el Pontífice emérito desde su residencia, el monasterio Mater Ecclesiae, en el Vaticano.
Con ocasión del aniversario de la renuncia del 11 de febrero de 2013, aparecieron varios artículos en blogs y diarios italianos que insistían sobre la voluntad de Benedicto XVI de continuar ejerciendo como una especie de "Papa en la sombra". Como argumentación, se consideraba que desde el punto de vista teológico nadie puede alejar de sí el ministerio y como prueba tomaban el hecho de que Ratzinger sigue llevando las sotanas blancas reservadas a los pontífices. La respuesta del directo interesado no deja duda alguna para estas teorías, en la primera vez que toma lápiz y papel para hablar de la inédita decisión.
El seguir vistiendo de blanco, el continuar llamándose Benedicto XVI, el título que asumió el 19 de abril de 2005 y el mantener su residencia en el Vaticano, a pocos metros del albergue de Santa Marta donde reside su sucesor, son elementos que llevaron a algunos a poner en duda el valor de su renuncia.
"Ratzinger no fue obligado a dimitir, no actuó presionado por complots -según señala Tornielli sobre el contenido de la misiva del Papa Emérito-, su paso atrás es con- templado en el derecho canónico y no abrió ninguna diarquía: hay un Papa que reina en el pleno de sus funciones y uno emérito que tiene como único y último objetivo en su día el rezar para su sucesor". Tornielli es director de Vatican Insider, quizás la web más prestigiosa del mundo en temas vaticanos. De forma sintética pero muy precisa, Benedicto XVI replicó, desmintiendo las presuntas intrigas secretas que lo llevaron a su paso e invitando a no cargar de "significados absurdos" algunas elecciones como la de seguir vistiendo la sotana blanca.
"El mantenimiento del vestido blanco es una simple cuestión práctica. En el momento de la dimisión no había a disposición otra ropa. Por otra parte, llevo la sotana blanca en un modo claramente diferente a la del Papa. Se trata de especulaciones sin el más mínimo fundamento", señala Benedicto XVI.
El Pontífice emérito también confirmó en el mismo texto que las palabras que recientemente puso en su boca el teólogo suizo Hans Küng sobre el Papa Francisco son exactas. "Se lo pregunté porque me acusaron de utilizar la cita de forma instrumental", admite Tornielli. La carta de Benedicto XVI publicada ayer por La Stampa confirma la cita: "Estoy agradecido de poder estar unido por una gran amistad de corazón al Papa Francisco. Yo hoy veo como mi único y último deber apoyar su pontificado con la oración".
Efectivamente, el sábado, durante la ceremonia en la que fueron creados los primeros cardenales del pontificado de Francisco (entre ellos, el arzobispo de Santiago, Ricardo Ezzati), Benedicto XVI mantuvo un perfil muy bajo: se sentó junto a los otros purpurados, en un escaño igual a los de los 19 que recibieron la birreta roja, y cuando Francisco se acercó a saludarlo se quitó con humildad de la cabeza el solideo blanco, indicando de ese modo que el Papa es sólo uno.
El mismo trato fraternal y espontáneo, que no deja espacio a dudas de luchas de poder entre "los dos Papas", caracterizó los otros dos encuentros públicos entre Ratzinger y Bergoglio. El primero se produjo el primer domingo tras la elección del Pontífice: el Papa Francisco acudió a la residencia de Castel Gandolfo, a unos 25 kilómetros desde Roma, para rendir homenaje a su predecesor. Los dos se abrazaron y rezaron juntos.