Sereno y sencillo, Benedicto XVI dejó ayer de ser Papa y arzobispo de Roma. Por última vez, se asomó a la ventana del palacio pontificio en Castelgandolfo, unos 20 kilómetros al sur de Roma, y saludó y bendijo a los 50 mil fieles concentrados en la plaza central y al mundo, que lo miraba gracias a la transmisión de la televisión vaticana. A las 20.00 (16.00 de Chile), la puerta de la mansión fue cerrada, los guardias suizos que protegen su autoridad se retiraron y Joseph Ratzinger se convirtió en Pontífice Emérito. La cátedra de San Juan de Letrán, centro de la diócesis romana, se va a quedar vacía hasta que los cardenales no elijan a su sucesor.

"Queridos amigos, estoy feliz de estar aquí", empezó su breve discurso Benedicto XVI con la voz casi cubierta por los aplausos y los coros que deletreaban su nombre y le gritaban "Grande". La Plaza de la Libertad era todo un hervir de expectación desde las primeras horas de la tarde, aunque la llegada del Papa se esperaba alrededor de las 17.30. Cuando se asomó por la ventana, puntual, abriendo los brazos y oscilándolos como para una inmensa bendición, la multitud levantó la mirada, lo aplaudió largamente y luego muchas manos se quedaron juntas. "Estar aquí rodeado por la belleza de la Creación y por su simpatía me hace muy bien. Gracias por su amistad y su afecto", dijo antes de ser interrumpido por otro aplauso.

"SOLO UN PEREGRINO"
"Ustedes saben que este día mío es distinto a los anteriores. Ya no soy Sumo Pontífice de la Iglesia Católica: sólo soy un peregrino que empieza la última etapa de su camino en esta tierra", afirmó. Y otras manos comenzaron a aclamarlo. Las pancartas fueron muchas: "Gracias", "Bienvenido" o "Tu humildad te hace grande". "Pero con mi corazón, mi amor, mi oración, con mi reflexión y con todas mis fuerzas interiores voy a seguir trabajando para el bien común, de la iglesia y de la humanidad. Me siento muy apoyado por vuestra simpatía ¡Sigamos juntos para el bien de la Iglesia y del mundo!", exclamó con un insólito vigor en la voz.

Luego Benedicto XVI impartió la bendición y desde la plaza la selló un imponente Amén. "Gracias y buenas noches". Un saludo de pocos minutos y mucha conmoción. Así se cerraron ocho años de días "de luz y brisa ligera", pero también de "mar agitado y viento opuesto", como dijo Benedicto XVI en la Audiencia del miércoles.

Media hora antes, las campanas de San Pedro lo despidieron del Vaticano. La plaza frente a la Basílica estaba también repleta de peregrinos que se quedaron inmóviles mirando las pantallas gigantes que transmitían lo que pasaba detrás de la cúpula. Benedicto subió a un helicóptero de la República de Italia junto con su secretario personal, monseñor Georg Gaenswein y monseñor Leonardo Sapienza y envió su último tweet desde el perfil Pontifex: "Gracias por su amor y su apoyo" y salió rumbo a Castelgandolfo, el pequeño centro aferrado a los montes Albanos donde los papas suelen pasar sus vacaciones.

ULTIMO DIA
El día especial de Ratzinger empezó con el saludo a los cardenales ya llegados en Roma. Un centenar según los vaticanistas, aunque la Santa Sede no ha confirmado este número. Algunos de ellos, los que no han cumplido los 80 años, votarán a su sucesor. Los mayores no van a entrar en la Capilla Sixtina, pero se quedan en las fases previas, las congregaciones que empiezan el lunes.

"Su cercanía y su consejo - dijo hablando a todos- fueron el más grande apoyo en mi ministerio. Entre ustedes está el futuro Papa al que prometo incondicional reverencia y obediencia". "Al revés", le contestó para todos el cardenal decano Angelo Sodano. "Somos nosotros quienes le damos las gracias por el ejemplo que nos rindió en estos ocho años de pontificado. ¡Qué Dios lo recompense!", dijo Sodano. Hubo sonrisas y ojos algo húmedos. Benedicto XVI parecía sereno, cómodo y a menudo emocionado.

Desde hoy la palabra y el mando del Vaticano quedan en las manos del camerlengo -cargo en manos del cardenal Tarcisio Bertone- y del colegio cardenalicio.

Los purpurados serán convocados para la mañana del lunes en el Vaticano para abrir las Congregaciones, las reuniones que preceden las rondas de votaciones. Durante estas asambleas -por supuesto a puertas cerradas y secretas- los cardenales deciden la fecha de principio del cónclave, debaten y se interrogan el uno al otro, hasta indicar cuáles son los temas importantes a los que deberá enfrentarse el nuevo Papa.

En definitiva, de las Congregaciones va a salir el perfil ideal del sucesor de Ratzinger. Sin nombres, aún. Luego, el voto se hará mientras estén encerrados en la Capilla Sixtina. Y desde ese mismo lugar saldrá el esperado "humo blanco".