En su segundo día en Cuba, el Papa Benedicto XVI espera tener una jornada agotadora y de matiz más político, ya que sostendrá un encuentro con el Presidente Raúl Castro en el Palacio de la Revolución y tal vez con su hermano Fidel, mientras el régimen y los opositores esperan resultados contrapuestos de su visita.
El Papa, de 84 años, que ayer terminó cansado al final de la primera misa pública que ofició debido al calor reinante en Santiago de Cuba, tiene previsto visitar el Santuario de Nuestra Señora de la Caridad, patrona de Cuba, en Cobre, a 30 kilómetros de Santiago, y luego viajará en avión a la capital, al otro extremo de la isla.
Se espera que en La Habana con Raúl Castro, aborde el estado de las relaciones entre el gobierno y una Iglesia convertida en interlocutor político privilegiado y muy activa en el terreno social, 14 años después de la histórica visita de Juan Pablo II.
Pero la expectativa estará puesta sobre todo en un posible y breve encuentro entre el Joseph Ratzinger y el padre de la revolución cubana, Fidel Castro, de 85 años, retirado del poder desde 2006. Aunque el vocero del Vaticano, Federico Lombardi, advirtió prudentemente el martes en la noche que "no se sabe si sí, ni dónde" podría tener lugar, la reunión parece probable.
Ex alumno de los jesuitas, Fidel Castro, que ha expresado su admiración por Juan Pablo II, manifestó su deseo de reunirse con el Papa alemán, y el Vaticano manifestó la disponibilidad del pontífice.
Las especulaciones también crecen sobre la posible presencia en esa cita del muy creyente Presidente venezolano, Hugo Chávez, quien se trata de un cáncer en estos días en Cuba. Sin embargo, ninguna solicitud de audiencia ha sido formulada a la delegación del Papa, según el vocero del Vaticano.
Aunque no hay ninguna reunión prevista entre el pontífice y la disidencia, su presencia en la isla eleva la temperatura en la oposición, y la Iglesia toma distancia de las protestas más llamativas. Según un grupo de oposición, unos 150 activistas opositores han sido arrestados de manera preventiva en los últimos días para impedir que se manifiesten durante la visita del Papa.
La prudencia de Benedicto XVI, la ausencia de un llamado explícito por los presos políticos o por la libertad, son lamentadas por algunos de los disidentes.
Ayer, en la plaza de la Revolución de Santiago de Cuba, al inicio de la misa, un hombre vociferó "abajo el comunismo, abajo la dictadura", antes de ser retirado por policías de civil. La muchedumbre, con recogimiento, pareció desaprobar ese grito que interrumpió el oficio religioso. El fin de la visita es la "reconciliación", insistió este martes el vocero del Vaticano.
Asimismo, en el Palacio de la Revolución, está previsto un encuentro entre el secretario de Estado (número dos) del Vaticano, el cardenal Tarcisio Bertone, acompañado de su "ministro de relaciones exteriores", monseñor Dominique Mamberti, y el vicepresidente cubano, José Ramón Machado Ventura.
Los temas candentes -presos políticos, levantamiento del embargo norteamericano contra Cuba, mayores derechos para los católicos en campos como la enseñanza- deben ser abordados en esta ocasión. Pero la diplomacia vaticana, bajo Benedicto XVI, prefiere una acción discreta a declaraciones públicas.
Benedicto XVI dijo a su llegada desde México que lleva en su "corazón las justas aspiraciones y legítimos deseos de todos los cubanos", pero también pidió que los católicos luchen "con las armas de la paz, el perdón y la comprensión" para "construir una sociedad abierta y renovada".
En el primer día, el presidente Raúl Castro estuvo presente en primera fila en la misa en Santiago de Cuba. En su discurso de bienvenida, incluso encontró un punto común con el Papa: denunciar "la crisis moral" que afecta a la sociedad contemporánea.