Dos años después de su histórica renuncia, Benedicto XVI parece haber sido olvidado debido a la personalidad de su sucesor, el Papa Francisco, aunque sigue siendo añorado por un sector del Vaticano que desea un mayor respeto de la tradición. Las postales con el rostro austero del Papa alemán desaparecieron de las tiendas de los alrededores del Vaticano y se han multiplicado las del argentino, con sus sonrisas, gestos y abrazos espontáneos.
El 28 de febrero de 2013, cuando un helicóptero despegó del Vaticano para trasladar a Benedicto XVI a la residencia pontificia de Castelgandolfo, tras haber renunciado al trono de Pedro en una decisión inédita en siete siglos, se abrió una página nueva para la Iglesia.
La sorprendente renuncia ponía fin a un papado marcado intrigas internas e inclusive la filtración de documentos reservados robados de su propio escritorio. Esa decisión, tomada a los 85 años, oficialmente porque le faltaban "fuerzas" para encarar los desafíos del mundo moderno, no fue entendida por muchos prelados. Después de ocho años difíciles que desgastaron al llamado "guardián del dogma", como era conocido en los palacios apostólicos Joseph Ratzinger, el Pontífice teólogo se convirtió en "Papa emérito".
Ahora se dedica a la oración y la lectura, toca piano y recibe visitas en el monasterio donde reside dentro del Vaticano.
La elección el 13 de marzo de 2013 del primer Papa del sur del planeta causó sensación en todo el mundo gracias también a su capacidad de romper con los gestos pomposos del Vaticano.
En estos dos años Benedicto XVI ha respetado con el mismo celo la promesa de no ser intrusivo. Para recalcar que no es más el Pontífice pidió a sus colaboradores y allegados que lo llamen "padre Benedicto" y abandonen el solemne "Su Santidad".
Leal, correcto, el Papa emérito jamás ha criticado a su sucesor a pesar de que son muy distintos. El Papa Francisco suele llamarlo por teléfono, lo consulta, lo invita a ceremonias importantes, como la proclamación de nuevos cardenales y lo considera un "abuelo sabio que vive en casa".
El hecho de vivir en el Vaticano, a pocos metros de la residencia donde se aloja el Papa Francisco, era considerado por algunos como una posible fuente de problemas.
Sectores conservadores han intentado involucrarlo en la batalla interna que tiene lugar a favor y en contra de las reformas del actual Pontífice. "Benedicto XVI es una persona discreta y cuando aparece en público lo hace a pedido de Francisco", subrayó el vaticanista Andrea Tornielli.
El silencio del Papa emérito prevalece cuando recibe a aquellos que se oponen a Jorge Mario Bergoglio, aún si conocen sus posiciones. Varios cardenales conservadores han intentado utilizar al Ratzinger para sus críticas a la reforma del actual Papa y jóvenes religiosos lo consultan, desorientados por lo que consideran la confusión doctrinal del Pontífice argentino.
Las controvertidas declaraciones del Papa Francisco sobre varios temas suscitan interrogantes y hasta malestar entre líderes católicos de varios países de Africa y en Estados Unidos, quienes citan los textos y documentos de Ratzinger y añoran su firmeza doctrinal. Las críticas del actual Papa Francisco a la Curia, acusada de padecer "Alzheimer espiritual", y de estar enferma de arribismo y apetito de poder, ha sido mejor acogida fuera de la Iglesia que dentro.
Según el vaticanista del diario francés Le Figaro, Jean-Marie Guénois, "la renuncia de Benedicto XVI no ha sido digerida completamente en algunos medios católicos", que notan las diferencias entre Benedicto XVI y Francisco.