"Si se quieren más oportunidades e igualdad hay que tener la prudencia de no poner una carga tributaria a la sociedad, que al final impida a los mismos pobres acceder a puestos de trabajo con salarios dignos. Me parece bien lo que se está haciendo", dice Benito Baranda Ferrán.
El psicólogo, actual presidente de la oficina chilena de la organización internacional América Solidaria, a quien siempre se lo ha identificado como muy cercano a los jesuitas, siente que éste puede ser un momento importante en la historia social de Chile.
Se apasiona. Se irrita. Piensa, gesticula, critica. La reforma tributaria y educacional ilusionan a este "homoactivista", quien ha presidido una serie de organizaciones sociales y de ayuda humanitaria, pero cuyo rol más conocido fue ser director nacional social del Hogar de Cristo, entre los años 1991 y 2011.
¿Alcanzará con los US$ 8.200 millones que se pretende recaudar mediante la reforma tributaria?
Me imagino que los que han estudiado la reforma han tratado de equilibrar el crecimiento económico con la posibilidad de acceder a mayores recursos. Hoy todavía me suena un poco mezquino, pero hay países que iniciaron las reformas hace 20 o 30 años, y ninguna fue tan radical, sino que más bien progresivas. Irlanda lo hizo en el 77. En Europa del norte partieron después de la Segunda Guerra Mundial. En Finlandia la discusión comenzó a fines del 50, y ahora están gozando de esos beneficios. Lo realmente vital, me parece, es ponerse en el lugar de las familias de clase media y las más pobres.
¿Lo deja tranquilo, entonces, la iniciativa?
Sí, pero es fundamental alimentar la reforma educacional, que me imagino será progresiva y acumulativa.
Se acaba el copago, pero aparecen ciertas reticencias de personas que no quieren que sus hijos se junten con los niños de otras comunas, quienes ahora, con la gratuidad, podrían acceder a nuevos colegios.
Yo vivo en La Pintana, donde hay muchos colegios subvencionados, y no he percibido eso. Sí, en cambio, he visto declaraciones en ese sentido a través de la prensa. Lo importante es que el copago debe terminarse, porque siempre fue un impuesto que se le puso a la clase media y a los más pobres. Era otro impuesto para cofinanciar la política social que ellos mismos ya estaban financiando con el IVA. Y, por supuesto, debemos acabar con el clasismo escondido.
¿En qué sentido?
En que estos egoísmos los hemos construido como país, cuando mercantilizamos la educación y la segmentamos. Y eso genera daño. Pero no podemos tener miedo de que nuestros hijos se junten con otros. Al contrario, así van a ser mejores, menos materialistas, más humanistas. Ya nos pasó con los barrios erradicados. Recuperar el sentido social va costar, no es fácil, pero si no lo hacemos ahora, la ciudad se volverá una batalla.
La Iglesia Católica ha sido crítica con ciertos aspectos de la reforma educacional, como la selección.
Me ha dolido esta postura de la Iglesia en educación, porque Dios no selecciona a las personas. Todos somos hijos de Dios. Hace poco, yo estuve en España, en un colegio católico, y no había ningún criterio de selección. El 40% de sus alumnos era de origen musulmán y marroquí. Si tú pones barreras de acceso generas más segregaciones.
¿Le molesta este tema?
Es que me duele que algunos, incluso, digan que son reformas muy aceleradas.
Se refiere al "frenesí legislativo", acuñado por el obispo Alejandro Goic.
Ojalá la Iglesia Católica hubiese hecho reformas aceleradas después del Concilio Vaticano II, que se han tardado años en llegar. Y también me duele que la Iglesia, al menos mediáticamente, aparezca como poniéndose del lado de los (colegios) particulares subvencionados con fines de lucro. Algunos, incluso, lo vinculan a la libertad. Con estas diferencias hemos sofocado la libertad de las personas.
Pero la Conferencia Episcopal valoró la reforma en favor de la equidad y los más pobres, y ha planteado el derecho de los padres a elegir el proyecto educativo para sus hijos.
En 1920, muchos obispos de la Iglesia Católica se opusieron a la escolaridad obligatoria de cuatro años, no explícitamente, pero sí a través de los parlamentarios que los representaban. Nosotros no estamos para juntarnos con los amigos, sino con quienes están más lejos, para mostrarles el valor de la fe. Deberíamos estar abiertos a todas las personas, sin importar de dónde vengan ni qué piensen. Muchas escuelas católicas lo hacen así, porque también tenemos muchos casos de educadores abnegados. Pero la Iglesia debiera tener abiertos sus colegios a todas las personas, sin postulaciones ni criterios de selección. Eso segmenta y va en contra de lo que el evangelio nos pide, que es amarnos los unos a los otros, inclusive a aquellos que parecen más lejanos.
Es un tema de solidaridad.
Durante años, la Iglesia, y hoy día el Papa, han pedido una mayor solidaridad. Nos hemos quejado de la desigualdad del mundo. Entonces, todos deberíamos alzar la voz para que, de una vez por todas, podamos reformar la carga de los tributos de los ciudadanos, que es un tema extremadamente importante. Es el camino hacia la justicia. El cómo lo construimos es lo que están haciendo los parlamentarios. Y ojalá, también, que ellos pudieran escuchar a las personas en situación de pobreza, así como se escucha a los empresarios y expertos en tributos.
¿Espera cambios en políticas sociales tras el terremoto del norte y el incendio de Valparaíso?
Un tema de fondo es cómo hemos hecho nuestras ciudades. Con el terremoto y el incendio comprobamos, una vez más, que desgraciadamente habíamos construido guetos de pobreza. Por ejemplo, tenemos el espacio más grande y concentrado de pobreza que se ha hecho en democracia: los Bajos de Mena, en Puente Alto. Pero veo voluntad e interés en solucionarlo. Y hay que hacerlo.
Se plantea la posibilidad de que el Metro llegue allí.
Ojalá. El Metro se ha extendido a los barrios pobres y también se han puesto buses alimentadores. Me parece espectacular que el Metro se extienda hasta Quilicura y que pudiera llegar hasta Bajos de Mena. Pero ahora hay que llegar a donde esas personas trabajan.
¿Espera que se acelere también la reformulación de la encuesta Casen?
Yo integré una comisión para analizarla y ya entregamos nuestro informe a las autoridades. Se trata de un instrumento muy valioso y, además, multidimensional. La actualización, en base al presupuesto de las familias, está llamado a ser un gran avance.
El aborto terapéutico ha copado la discusión pública. Se ha planteado como un tema de salud pública. ¿Lo ve así?
Me parece que se debe reorientar la educación sexual, que siempre queda en manos de los amigos y las redes sociales. A mí, sin embargo, no me corresponde opinar de este tema. Sólo puedo decir que yo defiendo la vida desde su concepción. Y creo que esa vida hay que defenderla siempre. Los que marcharon por la vida (marcha "antiaborto") frente a La Moneda deberían defenderla en todos sus ámbitos, en el salario justo, en las viviendas dignas, en las prestaciones de salud pública. Hace poco, falleció una persona afuera de una clínica. ¿Dónde estaban los defensores de la vida? Estamos en el continente más católico del mundo y 53 millones de personas viven con hambre.