Por estos días, la agenda de Benjamín Vicuña se divide entre las grabaciones de la serie argentina de abogados Farsantes y las seis funciones semanales de Los elegidos, la obra de teatro que protagoniza. Así, terminando su trabajo en el programa y camino, en auto, a la próxima presentación del montaje, el actor contesta el teléfono y se dispone a conversar, mientras navega y se detiene en el tráfico de Buenos Aires.
En Farsantes, Vicuña es Pedro, un abogado a punto de casarse con su novia, que comienza a enamorarse de su nuevo jefe, encarnado por Julio Chávez (Epitafios). La serie se estrenó el 26 de junio liderando su horario. A eso se une el buen recibimiento de Los elegidos, que tiene temporada hasta septiembre.
Uno de los temas más comentados de Farsantes ha sido la relación entre su rol y el de Julio Chávez. ¿Cómo se toma el impacto que causa?
Estamos trabajando para que la historia no sea efectista, con mucho tacto. Lo que importa es que la gente se emocione, que pueda vibrar con un amor no convencional, que se olvide de los prejuicios, de los lugares comunes. Que pueda experimentar una historia con realismo, con mucha verdad. Entendemos que hay un comentario y hay que ser responsable, porque queremos que se genere un debate con altura de miras. No sólo en mi historia de amor con el personaje de Julio, sino que también con los casos que se resuelven en cada capítulo, que revisan distintos temas.
¿Era importante para usted ir más allá del cliché?
Por supuesto, por un lado, mi escuela y personalidad es querer abordar los personajes desde el lado más profundo y esta no va a ser la excepción. Y por otro, escapar de ese cliché de mal gusto que ha sido penoso y denigrante, y poder contar una historia con el cuerpo y el alma. Como actor en Argentina para mí era interesante correr el eje de "galán" y demostrar que lo que uno hace es actuar. Argentina ha dado varias señales fuertes y claras de una sociedad con una apertura y una madurez que muchas veces en Chile, no sólo en TV, envidiamos y extrañamos.
Es la tercera vez que usted interpreta un papel homosexual en pantalla. ¿Qué le parece que aún exista reticencia para interpretar esos roles?
Es una pena y habla de una cosa muy triste. Sí está claro que es un riesgo, por la recepción que puede tener el público, por esa ignorancia o el rechazo que pueda significar, pero eso no me interesa, ese tipo de gente no me significa. Está claro que interpretar un personaje gay es un riesgo, pero no me importa. Un artista o actor que no esté dispuesto a tomar un riesgo en su carrera es alguien que no quiere crecer. Y la actuación pasa por ahí, por salirse de esos lugares cómodos.
También ocurre a la inversa, porque no muchos actores están dispuestos a declararse homosexuales.
Eso es parte de la vida privada, es totalmente individual. No existen cánones o exigencias que uno pueda imponer como colectivas.
Recientemente usted se convirtió en el primer actor chileno en estar nominado, por su actuación en La dueña, a los premios Martín Fierro, los más importantes de Argentina ¿Es una señal de su consolidación allá?
Este tipo de reconocimiento siempre son inspiradores, señales de que uno va bien, que el riesgo de tomar este personaje, y otros, no está tan equivocado. El camino del actor para tomar decisiones es muy solitario. Muchas veces uno se equivoca, se marea, y esto son luces de que uno no está tan perdido.
En septiembre se instalará en Chile para grabar el segundo ciclo de Los archivos del cardenal. ¿Qué espera de la nueva temporada?
Tengo muchas ganas de volver a trabajar con el Nico Acuña (su director) y con un elenco que se está armando con grandes actores y amigos. Estoy feliz de poder volver a las pantallas chilenas con una serie de estas características, donde tengo un vínculo emocional con su temática y con lo que generó en Chile, donde caló muy profundo. Estas son series donde uno vive y experimenta el aporte que hace, que en este caso es a la memoria de Chile.
¿Cómo han cambiado sus prioridades en el último año?
Creo que en la importancia de estar, en todo sentido, y la posibilidad de, en lo laboral, elegir con quién y dónde estar es clave. Y más allá de eso, que sean proyectos que me motiven, que me emocionen y que tengan algún grado de trascendencia. Y también está la convicción de que el oficio, el amor por lo que uno hace, junto con la familia, es lo más importante. Un lugar que hay que cuidar y que te da la energía para poder vivir.