Al teléfono desde Buenos Aires, durante un alto en el rodaje de la serie de Juan José Campanella Entre caníbales, Benjamín Vicuña tiene una aclaración que hacer. "Esta película esta hecha por católicos para católicos y no católicos. No es una película anti Iglesia, sino que instala hechos comprobados", dice el actor sobre El Bosque de Karadima, la cinta de Matías Lira que llega a salas el 23 de abril y trata de la relación que establece Thomas Leyton -interpretado por Pedro Campos durante sus años de juventud y por Vicuña en la adultez-, con el sacerdote de la parroquia El Bosque, Fernando Karadima, a quien le da vida Luis Gnecco. Una trama basada principalmente en la historia del médico James Hamilton.
Según Vicuña, este trabajo busca construir una película que conmueva, emocione y provoque. "Yo creo que en la ambigüedad de los personajes -de no tener una caricatura de los buenos y los malos-, hay una provocación". Algo que se logra, dice, a través de un relato sofisticado, cruel y complejo, "que hace que el público también pueda sacar sus conclusiones sobre un tema que muchas personas conocen por la prensa y tiene algo importante de mito". En lo personal, el actor tiene una motivación: "A mí me interesaba poder alejarse de las primeras lecturas, de los lugares comunes y encontrar la dimensión humana de los personajes: de los miedos, de las pasiones, la vocación, la relación con Dios y con la Iglesia que tiene este personaje".
Lira ha hablado directamente de las dificultades que tuvo durante el rodaje. Sobre esto, Vicuña comenta que también encontraron apoyo: "Encontró aliados dentro de la Iglesia y ahí te das cuenta que esto divide a la Iglesia profundamente".
En la película, su personaje dice, "No tenía voluntad propia. No me arrebató la libertad, yo se la fui entregando". Esto pareciera englobar la relación entre ambos personajes
Efectivamente, en el abuso de poder que se establece entre victimario y víctima se construye todo el arco y eso es lo interesante de la película. Vemos a un Thomas/Jimmy joven, vulnerable en búsqueda de un referente y de una vocación. Y vemos cómo, en el fondo, sin que nadie le ponga una pistola en la cabeza, le van arrebatando su inocencia, sus sueños. Le quitan a Dios y eso es lo más doloroso y cómo, a través de la manipulación, él entra en una dinámica de sumisión donde al final no se reconoce, no sabe quién es después de tantos años de manipulación.
Más allá de la denuncia a Karadima, ¿buscan velar por los otros Thomas?
Sin duda, sin duda. Ese es uno de los disparadores de la película. Acá no se quieren otros abusados, nunca más: ni abuso de poder ni abuso sexual.
En cuanto a las cantidad de escenas de sexo que hay en la cinta, que no se ven excesivas y permitieron una censura para mayores de 14 años, Vicuña comenta: "Eso pasa por el criterio de Matías de no caer en un excesivo morbo. Había un compromiso con la historia, con la temática, con la sensibilidad, y dentro de todo, a pesar de lo cruel, de lo demandante, a nuestro favor estaba que nos conocemos y nos queremos mucho con Luis".
¿Qué fue lo que más le costó?
Me costó muchísimo crear el arco de su relación con su mujer (Ingrid Isensee) y su hijos, lo creíble de ir entregándole poco a poco esa libertad (a Karadima), construir una relación con Dios. Eché mano a mi formación católica: conozco al padre Joannon, conozco al padre Tato. Es un universo, incluso El Bosque, que conocí, y desde ese lugar, por su puesto que puedo encarar este personaje con autoridad de texturas y colores. Tengo una formación católica que hoy sufre un desencanto y sufre una crisis -al igual que miles de personas-, por los diferentes temas en que la Iglesia no ha sabido humanizarse, ni asumir el perdón".