No cuesta mucho imaginarse a este amistoso gordito de barba desprolija a los 10 años, entusiasmado con las aventuras de Valérian y Laureline, y soñando con algún día llevarlas a la pantalla grande. Luc Besson (Azul Profundo, La Femme Nikita), quien habló con La Tercera en Comic Con Argentina, cuenta que siempre quiso filmar una película basada en el cómic creado en 1967 por Pierre Christin y Jean-Claude Mézières, pero le parecía una misión imposible. Hoy, gracias a los avances tecnológicos en materia de efectos especiales y a haber reunido $220 millones de dólares para solventarla, se animó a concretar su fantasía infantil y presenta Valerian y la ciudad de los mil planetas. Con ella, Besson se convirtió en el director de la película francesa más cara de la historia. "Este fue un viaje de nueve años de arduo trabajo", dice. "Costó mucho juntar ese dinero: siento que soy parte de un equipo de tercera división que por fin llegó a primera. Estoy compitiendo contra Marvel, DC, Sony, Warner, contra los grandes estudios".
¿Es difícil manejar la presión de dirigir una película tan costosa?
Honestamente, no estoy para nada preocupado. Pero siento la hostilidad. Lucy -su película con Scarlett Johansson- era chica comparada con las grandes superproducciones, así que nadie me prestaba atención. Aunque Lucy fue un éxito, fue una sorpresa y yo no era un enemigo. Pero desde hace un par de meses siento que Valerian los molesta. A los grandes estudios no les gusta ver que el tipo que viene de afuera, francés, les haga sombra. Siento la hostilidad, pero no importa: la película está terminada. Al final, será el público el que juzgue. Es interesante: la mayoría de las películas que se van a estrenar durante el verano (boreal) son secuelas.
¿Qué piensa de las franquicias?
Fueron geniales por un tiempo, pero después… Yo soy un espectador de cine, y ya estoy cansado. Hace cinco años iba a verlas a todas: ahora veo una cada dos y pronto van a ser una cada tres, porque es la misma mierda todo el tiempo.
Dicen que esta es la mayor apuesta de su carrera. ¿Está de acuerdo?
No. Es gracioso cómo la gente me traslada su propio miedo. Mi mayor apuesta fue mi primera película, a los 19 años, sin dinero y sin conocer a nadie en la industria, con padres instructores de buceo: ése es un desafío. Hacer una película grande ahora, cuando Lucy recaudó $500 millones de dólares y ya probé en 17 películas que sé cómo hacer mi trabajo, no es una gran apuesta. Sólo placer. Estoy contento con la película. Es una historia feliz. Tengo 58 años, dirigí 17 películas y produje 160. Quizás algún día caiga, pero aun habré hecho todo eso.
Parece habérselas arreglado para borrar la línea divisoria entre cine de autor y el cine industrial.
Yo hago mis películas con mis manos: sostengo la cámara, conduzco los ensayos con los actores, paso meses en el cuarto de edición con mi montajista. Soy un artesano. Para hacer una mesa, corto la madera, la ensamblo y la lijo durante varios días. Si fuera industrial, la haría en una cadena de montaje, con una máquina. Soy el cocinero de un restaurante, no estoy en el negocio de la comida rápida.
¿Por qué le gusta dirigir películas de acción?
Porque muestran lo que es tener un día extraordinario. De repente te subes a tu auto y hay una persecución: es algo que no te pasa usualmente en tu vida. Las películas para mí son eso: la vida que nunca tendrás pero que sueñas con tener. ¿Filmar una pareja en una cocina, hablando de sus problemas durante dos horas? Eso lo tengo en el edificio en el que vivo. Y hay muchos directores franceses que saben filmar eso muy bien. No me necesitan.