Desde los versos de la Lira Popular, impresos en el siglo XIX, hasta las confesiones juveniles del escritor estadounidense Paul Auster, en su libro Diario de invierno.

A ese largo viaje creativo, de dos dimensiones distintas de la literatura, se puede acceder vía internet sin necesidad de asistir presencialmente a una biblioteca.

Los lectores que optan por el formato digital cada vez suman más adeptos en Chile. La opción no es casual, no sólo justificada por la moda o los avances de la tecnología, sino también gracias a sitios web cada día más organizados que facilitan el préstamo de libros online sin la necesidad de comprar.

Proyectos nacidos desde el Estado, que ya cumplen un año desde su creación, están generando nuevos lectores. Es el caso de la Biblioteca Pública Digital de Chile, creada desde el Sistema Nacional de Bibliotecas Públicas. El otro sitio, que surgió el año pasado cuando la Biblioteca Nacional cumplió 200 años, es la Biblioteca Nacional Digital.

En el primer sitio se pueden encontrar y descargar más de 6 mil ejemplares. La mayoría novedades literarias, que van de Paul Auster al autor chileno Alejandro Jodorowsky.

En el segundo, el patrimonio, la historia y los clásicos nacionales están a la mano. En total: más de 80 mil títulos, fotos, videos y artículos en línea.

El único requisito: hacerse socio.

Hace dos semanas el Consejo de la Cultura junto al Instituto Nacional de Estadísticas dieron a conocer el Informe anual de Cultura y tiempo libre 2013.

Entre las novedades: la red de Bibliotecas Públicas registró un total de 121.855 nuevos socios, lo que representa un aumento del 35,4% con respecto al año 2012. Además, las bibliotecas públicas con acceso gratuito a internet aumentaron de 442 a 457 en dicho período.

Entre las facilidades de leer a través de la Biblioteca Nacional Digital está en que "los usuarios tienen su propio espacio para guardar sus búsquedas, sus resultados, organizar los contenidos en base a carpetas temáticas, catalogar, comentar y evaluar las fuentes", dice Roberto Aguirre, jefe de Colecciones Digitales de la Biblioteca Nacional. También el usuario puede realizar consultas vía email y chat a un bibliotecario.

La meta del sitio de la Biblioteca Nacional es digitalizar 167 mil documentos, para que así el lector pueda ver y descargar en su computador lo que desee. En la página también está presente Memoria Chilena, espacio creado hace una década, que anualmente entrega un informe de los libros más descargados (ver recuadro).

Mientras, la experiencia de la Biblioteca Pública Digital permite varias modalidades: préstamos en streaming, audiolibros en archivo mp3 y en algunos casos videocuentos acompañados de imágenes. Un ejemplo son las versiones que hay de Papelucho, de Marcela Paz.

"Nuestras expectativas eran más bajas, porque la biblioteca es muy distinta a una patrimonial", dice Gonzalo Oyarzún, subdirector de Bibliotecas Públicas. "Abrimos trabajando en la práctica y el resultado ha sido mejor. La idea es que estén las novedades, como los libros de Isabel Allende, Hernán Rivera Letelier, Alessandro Baricco, Italino Calvino, entre muchos otros", agrega Oyarzún, quien se confiesa lector de libros digitales.

Sin embargo, lo más difícil para este nuevo proyecto, que ahora ha sido replicado en España, es conseguir los derechos de autor para colocar los títulos online. Los reparos y desconfianzas vienen de los grandes grupos editoriales.

Ante el tema Oyarzún es categórico en su balance: "Poniendo un libro de calidad en la red es una manera de ganarle a la piratería".

Entre las gratificaciones para sumar ejemplares en la Biblioteca Pública Digital  está la disposición del sello español Siruela, que permitió el acceso a todo su catálogo. Este incluye libros del autor suizo Robert Walser como del holandés Cees Nooteboom.

Las condiciones de los editores son variadas para la biblioteca virtual: algunos prestan o arriendan los libros. Otros venden títulos a perpetuidad. "A partir del 2015 queremos incluir el catálogo de editorial Anagrama y Penguin Random House. Mejoraremos el diseño web. Finalmente, creo que el olor del papel no es tan importante como el placer de la lectura", termina Oyarzún.