En Bielorrusia, situada entre Polonia y Rusia, no hay ciudad o pueblo cuya plaza principal no esté adornada con una estatua de Lenin. Y el símbolo de la hoz y el martillo puede verse en muchas calles, mientras que los servicios de inteligencia todavía son llamados KGB. La llamada "última dictadura de Europa" se conserva como uno de los últimos vestigios soviéticos del planeta, junto con Transnistria. Por lo mismo y debido a su ostracismo, propio de la época comunista, esta nación ha estado ajena al turismo.
En 2014, apenas 137.000 extranjeros visitaron el país, según cifras oficiales del gobierno y la mayoría llegó desde Rusia o de otros países de la ex URSS. Se trata de una cifra que está muy lejos de los 2,4 millones de turistas que recibió, por ejemplo, su vecina Lituania durante ese mismo año.
Pedir una visa de turismo no es fácil en Bielorrusia. Según el diario The Washington Post, para visitar este país hay que realizar un complejo proceso de solicitud que no siempre tiene una respuesta positiva, lo que hace difícil organizar un viaje sin la ayuda de una agencia interna. Pero eso podría empezar a cambiar. El Ministerio de Relaciones Exteriores de Bielorrusia anunció recientemente que el país dispondrá de una visa de turismo express para ciudadanos de 80 países, incluyendo los de la Unión Europea, Estados Unidos y también Chile. La medida entrará en vigor en febrero y permite a los visitantes permanecer por cinco días en el país.
Según el diario británico The Telegraph, las autoridades locales esperan que con la nueva visa se incremente en un 20% los arribos internacionales.
Entre otras cosas, Bielorrusia pretende cambiar la imagen de un país que no respeta las libertades. Esta nación de casi 10 millones de habitantes es usualmente criticado por violaciones a derechos humanos y su capital, Minsk, encabeza los rankings de las peores ciudades para vivir de Europa.
Por otro lado, el Presidente bielorruso, Alexander Lukashenko, ha estado en el poder desde 1994, y fue reelegido en octubre de 2015 para encabezar un quinto mandato. Las constantes apariciones de Nikolai, su hijo de 12 años, en eventos y viajes oficiales, han provocado todo tipo de especulaciones en torno a su figura. Algunos incluso afirman que podrían estar preparándolo para suceder a su padre.
Para llevar a cabo esta "apertura turística", el país comenzará a instaurar una serie de medidas para lograr que los lugares con mayor potencial sean más amigables con los visitantes. El metro de la capital, por ejemplo, anunciará sus paradas en inglés, lo que facilitaría el desplazamiento de los turistas por la ciudad. Le medida ya fue probada durante el campeonato mundial de hockey que se realizó en 2014. Las autoridades locales de turismo también tendrán libros promocionales publicados en ocho idiomas.
Una de las razones por las que el país está buscando abrirse al turismo es por su dependencia económica con Rusia, cuya economía ha venido estancándose durante los últimos años.
Según el Post, Bielorrusia también estaría buscando mayor independencia política de su vecino mayor, especialmente desde que sus relaciones comenzaran a flaquear tras la anexión de Crimea a Rusia y el conflicto interno en Ucrania.
El país intentará promover sus paisajes naturales que cuentan con bosques frondosos, lagos y cuatro sitios declarados Patrimonio de la Humanidad por la Unesco.
También se intentará dar a conocer a Minsk, la cual es considerada como un "escaparate" de la extinta Unión Soviética. "Queremos transmitir la atmósfera de tranquilidad, limpieza, comodidad y total ausencia de prisa", aseguró la titular de marketing de la Agencia Nacional de Turismo del país, Irina Gordiyenko, a la agencia estatal local. Gordiyenko explicó que estas son las cualidades que los turistas notan al visitar Bielorrusia. El país también estaría trabajando con la Organización Mundial de Turismo de la ONU para modernizar su marca turística que en estos momentos tiene el slogan "Hospitalidad sin fronteras".
Según la guía de viajes Lonely Planet, para muchos Bielorrusia resulta atractivo precisamente porque ha permanecido prácticamente inexplorado y cerrado desde la caída del comunismo. "Este país dictatorial y poco visitado puede parecer una opción extraña para los viajeros, pero en su aislamiento está el corazón de su atractivo", escribió Lonely Planet.