Con más de 80 años de existencia, la Bienal de Venecia es una de las instituciones más longevas, sólidas y prestigiosas en el campo de las artes visuales. Eso no quita, sin embargo, que cada edición sea un apuesta: en ella hay nombres consagrados, pero también riesgos, suponiendo una plataforma para artistas emergentes y para países con escenas en desarrollo.
Este año, la versión 57 del evento, que se realizará entre el 13 de mayo y el 26 de noviembre, presentará la obra de 120 creadores, entre ellos 103 nunca han expuesto en el certamen, y tendrá la representación de 85 países, con el debut de Antigua e Barbuda, Kiribati, Nigeria y Kazajistán.
Hace unos meses se dio a conocer el nombre de la curadora a cargo de la muestra general: Christine Macel, la cuarta mujer en su historia y quien ya fue comisaria general del Centro Pompidou de París. Ayer, en tanto, la francesa dio a conocer la lista de sus 120 seleccionados, entre los que destacan dos chilenos: el audiovisualista, fallecido en 1993, Juan Downey y el artista de 38 años, Enrique Ramírez.
Ambos, dueños de una obra que se distancia generacionalmente, pero que comparte cierto interés por la poética, la política y la capacidad de crear universos originales, se suman a la representación oficial de Chile, asumida por el curador uruguayo Ticio Escobar y el artista Bernardo Oyarzún, quien con el proyecto Werken se hará cargo de la discriminación indígena mapuche.
Esta es la primera vez que al artista del Pabellón chileno, que debutó en 2009 en el evento italiano, se lo elige a través de un concurso público -organizado por el Consejo de la Cultura- y con un jurado compuesto por los curadores Cuauhtémoc Medina, Ivo Mesquita; la teórica Nelly Richard; el académico Gaspar Galaz; los artistas Gonzalo Díaz, Mónica Bengoa y el gestor cultural Emilio Lamarca.
En tanto, la selección de Christine Macel, en la que destacan otros latinoamericanos como la argentina Liliana Porter, el brasileño Ernesto Neto y el mexicano Gabriel Orozco, responde al lema Viva Arte Viva. "En un mundo lleno de conflictos y sacudidas, en el que el humanismo está seriamente comprometido, el arte es la parte más preciada del ser humano. Es el lugar ideal para la reflexión, la expresión individual, la libertad y las cuestiones fundamentales. Es un 'sí' a la vida, aunque a veces un 'pero' esté detrás. Más que nunca, el papel, la voz y la responsabilidad del artista son cruciales en el marco de los debates contemporáneos", expresó.
Aunque aún no se dan a conocer los proyectos de los artistas locales, Downey se caracterizó por su interés en identificar y retratar un imaginario cultural latinoamericano a través del videoarte; mientras que Enrique Ramírez trabaja con la política del éxodo, del exilio y de la discontinuidad de la memoria.