El ex presidente de EEUU Bill Clinton (66), que hoy es el orador estelar en la convención demócrata, es tan popular ahora como cuando fue elegido en 1992, un factor que puede ser clave en una campaña donde cada voto cuenta.
Clinton, pronunciará el discurso principal en la cita de Charlotte (Carolina del Norte), en un horario reservado tradicionalmente al vicepresidente estadounidense y que ha obligado a trasladar la intervención de Joe Biden a la noche de mañana jueves, antes de que hable el propio Presidente Obama.
Ese destacado papel revela la confianza que los demócratas depositan en la figura del ex mandatario (1993-2001), que conecta especialmente con los trabajadores blancos de clase media que tanto se le resisten a Obama y que tanto necesita movilizar en una campaña electoral extremadamente reñida.
Antes de que el escándalo Lewinsky empañara su legado, Clinton había hecho historia al ser el primer político demócrata reelegido en Estados Unidos en el siglo XX, y el actual mandatario tiene el difícil reto de convertirse en el primero del XXI.
Sus circunstancias son muy diferentes: Clinton gobernó en el período más largo de crecimiento económico de la historia de Estados Unidos, mientras que Obama se ha enfrentado a la mayor recesión desde la gran depresión.
En su discurso, en el que designará formalmente a Obama como candidato a la reelección, Clinton buscará convencer de que el mandatario es capaz de recuperar el modelo económico que él materializó.
"El presidente Obama tiene un plan para reconstruir Estados Unidos desde su base", dijo en un anuncio de campaña la semana pasada. "Eso sólo funciona si hay una clase media fuerte. Eso es lo que sucedió cuando yo era Presidente".
UNA RELACION QUE NO HA SIDO FACIL
Hoy, Clinton apoya fervientemente la campaña de Obama, pero la relación entre ambos no ha sido fácil.
La tensión que generó la competencia entre el ex senador de Illinois y la exprimera dama Hillary Clinton en las primarias de 2008 tardó en disiparse.
Pero una vez que ella se convirtió en secretaria de Estado en el Gobierno de Obama, Bill decidió acercarse poco a poco al nuevo mandatario, en un proceso que comenzó en una aparición por sorpresa en la sala de prensa de la Casa Blanca en 2009 y ha llevado a actos de recaudación de fondos en su honor.
Mientras, el ex presidente sigue dedicando la mayor parte de su tiempo a la Fundación William Clinton, que creó para enfrentar retos globales desde el sida al desarrollo económico y la lucha contra la discriminación racial.
También se ha dedicado a Haití, país para el que recaudó fondos tras el terremoto de enero de 2010, y en 2009 viajó a Corea del Norte en una misión especial, con el permiso de Obama, y logró que el líder Kim Jong-Il perdonara a dos periodistas estadounidenses presas en el país, Euna Lee y Laura Ling.
Las dos cirugías cardiovasculares a las que debió someterse, en 2004 y 2010, le impulsaron a cambiar su dieta y convertirse en vegano. Aunque asegura que le gustan "las verduras, frutas y legumbres" que come ahora, en Acción de Gracias come "un poco de pavo", según confesó en una entrevista el año pasado.
Con su pasión por la vida pública aún viva, Clinton es hoy tan popular como el día que llegó a la presidencia: un 66% de estadounidenses lo ven con buenos ojos, según una reciente encuesta de CNN.
También consiguió ese nivel, curiosamente, en 1998, el año del escándalo por su aventura con la becaria Monica Lewinsky y la consiguiente investigación en su contra en el Congreso.
SUS INICIOS
William Jefferson Clinton llegó a la presidencia en 1993 como protagonista del auténtico "sueño americano", tras conseguir, con su esfuerzo, salir de un ambiente de pobreza y convertirse, a los 32 años, en el gobernador más joven de Estados Unidos.
Nació en un lugar perdido del estado de Arkansas, llamado Hope (Esperanza), y nunca conoció a su padre, que murió antes de que él llegara al mundo. Creció con un padrastro alcohólico y violento, pero logró estudiar en las prestigiosas universidades de Oxford y Georgetown.
Tras fracasar al principio de su presidencia en su intento de realizar grandes cambios sociales, como universalizar la sanidad o integrar a los homosexuales en las Fuerzas Armadas, se convirtió en un "moderado" que prefería "reformar a cambiar".
La expectación de los demócratas ante su discurso demuestra que Clinton ha recuperado parte del aura que perdió en 1998. La pregunta, ahora, es si logrará convertirla en votos para Obama.