Bill Gates se describe a sí mismo como tecnócrata. Pero no cree que la tecnología salvará al mundo. O, para ser precisos, no cree que pueda resolver una serie de problemas que afligen a los más vulnerables de la humanidad: las enfermedades en el mundo en desarrollo y la pobreza, falta de oportunidades y desesperación que engendran. "Ciertamente, amo las TI. Pero cuando queremos mejorar vidas, hay que lidiar con cosas más básicas, como supervivencia infantil, nutrición infantil", dice.

Mark Zuckerberg planea conectar a los 5.000 millones de personas sin internet del mundo, un esfuerzo que calificó de "uno de los mayores desafíos de nuestra generación". Pero si se le pregunta a Gates si una conexión a la red es más importante que una vacuna contra la malaria, no esconde su irritación al responder: "¿Como prioridad? Es broma".

A los 58 años, no ha perdido la impaciencia o pasión intelectual que lo hicieron conocido en su juventud. Y no hay duda de que con frecuencia suena opuesto a la nueva generación de tecnócratas millonarios. El fue el primero en imaginar que la computación se infiltraría en la vida diaria, con la misión de Microsoft de poner un PC en cada escritorio y cada casa. Pero mientras otros hablan del poder de internet para cambiar el mundo, Gates no se ilusiona con que hará mucho por cambiar las vidas de los más pobres.

“La innovación es positiva. La condición humana, dejando a un lado el bioterrorismo y unas pocas excepciones, está mejorando por la innovación", dice. Pero si bien la tecnología es "fascinante, no llega a las personas más necesitadas en el plazo en que debiera". Se lo planteó al autor Thomas Friedman mientras escribía su libro El mundo es plano, en 2005. "Bien, vayan a ver los centros de Infosys en Bangalore, pero, por favor, vayan también cinco kilómetros más allá y vean al tipo que vive sin baño ni agua potable. El mundo no es plano y los PC no están, en la jerarquía de las necesidades humanas, en los cinco primeros puestos".

Son percepciones como estas las que lo han llevado a gastar no sólo su fortuna, sino también su tiempo, en buenas obras. La Fundación Bill y Melinda Gates, que estableció con su esposa en 1997 y donde trabaja desde que dejó la dirección de Microsoft hace cinco años, dona casi US$ 4.000 millones al año. Buena parte del dinero va a mejorar la salud y luchar contra la pobreza en países en desarrollo o a pagar campañas de vacunación contra enfermedades infecciosas.

Gates esquiva las preguntas acerca de Microsoft, aunque dice que, contrario a la especulación persistente, no va a volver a dirigirla. También admite que la empresa le demanda más tiempo que el día a la semana que comprometió al retirarse.

Se necesita más que dinero para librar al mundo de un mal como la polio, aunque la abundancia de efectivo ayuda. También se necesita ambición, habilidades organizacionales y la capacidad de generar nuevas ideas para viejos problemas. Estos son también los ingredientes que se usan para crear una firma de tecnología exitosa.

Cuando la Fundación Gates priorizó la erradicación de la polio hace cinco años, el esfuerzo global estaba estancado. Las organizaciones que encabezaban la tarea "habían asumido ingenuamente que seguía andando, pero no lo hacía", dice Gates. "La idea de que seguir como de costumbre nos iba a llevar a puerto había que abandonarla, porque no iba a tener éxito. Probablemente habría sido mejor rendirse que seguir como de costumbre. Pero eso habría sido horrendo".

Gates parece disfrutar sobre todo de desafiar lo acostumbrado, con frecuencia aplicando una dosis de pensamiento ambicioso. Desestima preguntas acerca de los méritos de la erradicación y si otras iniciativas podrían ser una mejor inversión en términos del número inmediato de vidas salvadas. "Las erradicaciones son especiales", señala. "Cero es un número mágico. Se hace lo necesario para llegar a cero y se está feliz de hacerlo, o uno se acerca, se rinde y vuelve adonde estaba, en cuyo caso se pierde toda la credibilidad, actividad y dinero que podría haberse usado en otras cosas".

Uno de los mayores desafíos para las campañas de vacunación en el mundo en desarrollo es la conservación de la cadena de frío, mientras se llega con las vacunas al lugar donde se las necesita. Esa cadena requiere una minuciosa organización logística. La comprensión de los incentivos que tiene un empresario ayuda, lo mismo que herramientas de gestión que son familiares para cualquiera involucrado en el dinámico mundo de la tecnología. Por ejemplo, el rápido ciclo de ensayo y error en el que se embarcan las empresas antes de poner su dinero en una fórmula que funciona.

Como otros empresarios por esfuerzo propio, Gates desconfía de la capacidad de los gobiernos de lidiar con algunos de los problemas más urgentes de la sociedad. Puede que la experiencia personal tenga algo que ver. "Mientras más te acercas a ver cómo se hacen las cosas, más te sorprendes y te dices: '¡Por Dios! Estos tipos no conocen el presupuesto'. Lo hace a uno pensar: ¿Pueden hacer cosas complejas, como gestionar adecuadamente un sistema de salud en EE.UU. en términos de impacto o costo?", reflexiona.