La semana pasada, un día después del estreno de 13, el nuevo álbum de Black Sabbath, su histórico cantante, Ozzy Osbourne, usó su cuenta de Twitter para rogarles a los fans que corrieran y se desvelaran por el disco. "Estamos cabeza a cabeza con Beady Eye. Por favor, anda y compra 13. ¡No dejes que Beady Eye gane!", imploró el cantante, ante la batalla que libró en los rankings ingleses con el otro lanzamiento de fuste de los últimos días, la segunda entrega de la banda de Liam Gallagher.
De algún modo, su petición detonó efectos inmediatos: el trabajo de los mentores del heavy metal se quedó con el primer puesto en su país y despachó 130 mil copias, convirtiéndose en su primer número uno en 43 años, luego del fundamental Paranoid (1970). Además, el triunfo estableció la mayor distancia entre dos número uno de un mismo artista, superando la marca de Bob Dylan y los 38 años que separaron las cimas de New morning (1970) y Together through life (2009). En EE.UU., la agrupación consiguió el primer número uno de su historia en el ranking Billboard (ver ficha).
Más allá de los números, el sólido rendimiento comercial del álbum y los aplausos unánimes de la crítica reviven a una institución que, en las últimas tres décadas, y sobre todo en los 80 y los 90, naufragó entre la intrascendencia, los discos irregulares, el febril tránsito de miembros (como los vocalistas Ian Gillan, de Deep Purple, o el olvidable Tony Martin), las batallas legales y el apego hacia la intermitente presencia de un Osbourne a medio camino entre el desgaste vocal y su ascenso como figura de reality shows.
"Este disco hace justicia con una marca conocida por todos", reseñó Rolling Stone, mientras que el diario inglés The Guardian situó la victoria de Osbourne, el guitarrista Tony Iommi y el bajista Geezer Butler en una perspectiva más amplia: "A diferencia de las bravuconadas que lanzan otras leyendas reformadas, como cuando dicen que su álbum de retorno es 'el mejor de nuestras carreras', Ozzy ha sido más realista y ha querido cerrar el círculo de Sabbath en el camino correcto y no en ese desastre que fue Never say die!, de 1978, el trabajo que significó su expulsión". Para la prensa especializada, la clave estuvo en el reputado productor Rick Rubin y en canciones que los músicos trabajaron, en distintos lapsos, durante una década.
Casi como una respuesta a ese presente glorioso, los hombres de War pigs han gozado de una rápida venta de entradas para su próxima gira latina, a iniciarse el 4 de octubre, en el estadio Monumental de Santiago. Para esa visita, la productora Time for Fun (T4F) ya reporta 25 mil boletos vendidos, lo que representa un 70% de la capacidad total que tendrá el espectáculo.
De hecho, en el sector de cancha sólo quedan 500 localidades. Black Sabbath vendrá con Megadeth como parte del concierto y, como plan preliminar, se estima la grabación de su paso por el continente.