Fue un mensaje sutil, pero elocuente de la cercana relación que tiene Michelle Bachelet con Javiera Blanco. "Ha desempeñado su cargo con abnegación, dedicación y lealtad, atributos que comprometen mis agradecimientos. Particularmente complejas han sido las circunstancias que la ministra Blanco ha debido afrontar en el ejercicio de su cargo. Su desempeño siempre ha sido dedicado y leal. Javiera trabajó incansablemente desde la campaña presidencial por un ideal", dijo la Presidenta sobre la saliente titular de Justicia, haciendo la única alusión personal sobre los tres ministros que ayer dejaron el gobierno.
El alejamiento de Blanco marcó el fin de una era. La ahora ex ministra, independiente cercana a la DC, era la última figura del equipo germinal de la Mandataria, el grupo de colaboradores que se instaló en el comando de calle Tegualda -en el barrio Italia- una vez que la entonces directora de ONU Mujeres retornó de Nueva York.
Era el año 2013 y Bachelet ya daba señales de apostar por una renovación en los cuadros de la Nueva Mayoría. Como rostros visibles de la campaña quedaron lo que antaño eran figuras de segunda línea de su anterior administración: su ex jefe de gabinete Rodrigo Peñailillo, su ex superintendente de Seguridad Social Alvaro Elizalde y la otrora subsecretaria de Justicia Javiera Blanco, quien alternó la vocería de campaña junto a Elizalde.
Obviando las aspiraciones e incomodidad de los emblemas de la Concertación, Peñailillo, Elizalde y Blanco quedaron a cargo de una campaña calificada de "incom- bustible" por sus cifras inéditas de popularidad.
Y los tres llegarían al gabinete. Sin embargo, las cosas comenzaron a complicarse. Peñailillo y Elizalde dejaron sus cargos, mientras que Blanco se trasladaba desde Trabajo a Justicia. Con todo, en el camino de la abogada aparecieron los imponderables de gestión, complejidades que involucraron a los servicios que dirige su ahora ex ministerio.
El desgaste
El punto de inflexión comenzó exactamente el 29 de octubre del año pasado. Ese día comenzaba un paro de funcionarios del Registro Civil, reclamando una serie de acuerdos no cumplidos entre los movilizados y el Ejecutivo. Lo que parecía una huelga casi rutinaria, se extendió por casi dos meses.
Luego, Blanco hizo frente a uno de los fracasos reconocidos del Estado: Servicio Nacional de Menores. El 11 de abril se reveló el caso de Lissette, menor de 11 años que murió en uno de los centros del servicio por causas que aún no se determinan. Se abría una caja de Pandora: una fuga de 11 menores de un centro del Sename en Iquique, la revelación de 243 niños muertos en los centros de la institución -según catastro de la propia división- desde el 2005 y el paso de tres directores del servicio en un lapso de tres meses. Así, Blanco fue objeto de una interpelación y arriesgó, incluso, una acusación constitucional.
Aún no se superaba esta crisis cuando en junio Contraloría dictaminó que los funcionarios de Gendarmería no podrían tener una pensión superior a los $ 1.778.000, según consignaba la norma vigente. La previsible molestia de los gremios se incrementó cuando se reveló la pensión de la funcionaria Miriam Olate -ex cónyuge del diputado PS Osvaldo Andrade-, la que se encumbraba a los $ 5,4 millones. Renunciaba por esos días el director de Gendarmería, Tulio Arce.
A la fecha, Blanco había resistido a la seguidilla de crisis y escándalos. Pero faltaba un elemento adicional: 463 mil chilenos vieron alterados sus domicilios para las elecciones municipales de este domingo. Nuevamente, el Registro Civil -que depende de Justicia- fue foco de críticas, mientras que el gobierno intentaba salvar la crisis tramitando una ley corta, que, a la postre, fue retirada en menos de 24 horas, en una intensa jornada de la que Blanco fue excluida por sus pares del comité político para que no se viera expuesta.
Ayer, al abandonar el Salón Montt-Varas del Palacio de La Moneda, la ex secretaria de Estado iba, rauda, de la mano de su pareja, el senador Pedro Araya (ind.-DC). Ambos esquivaron el acoso de la prensa, casi trotando, hasta uno de los pasillos que los llevó al subterráneo de la casa de gobierno, para evitar salir por la puerta principal.