Bobby McFerrin (61) sabe que es una suerte de estrella fugaz en los registros musicales de las últimas dos décadas. Aunque tenía antecedentes previos como crédito del jazz y el reggae, en 1988 lanzó el hit Don't worry be happy y asestó el triunfo planetario con un éxito de contornos inéditos: se trataba de la primera canción cantada a capella, sin ninguna instrumentación, que llegaba al primer lugar del Billboard.

Estuvo ahí dos semanas y fue rentabilizada como parte del soundtrack de la cinta Cocktail, el grupo Public Enemy la citó en uno de sus temas, uno de los hijos de Bob Marley la hizo suya y hasta Bush padre intentó usarla como eslogan de su campaña. "Es una canción que amo mucho y cuyo éxito nos sorprendió. Pero para mí es una suerte de punto de partida. Un gran éxito, pero no lo único", dice el cantante, al teléfono desde Nueva York, y en los días previos al show que dará este lunes 1 de agosto en el teatro Nescafé de las Artes.

De hecho, su escala en Santiago es una muestra del crecimiento aprendido tras su mayor hit: McFerrin viene con un espectáculo que lo muestra en solitario, casi desnudo en escena, sin mayor compañía que su habilidad para crear ritmos a partir de sus acrobacias vocales. "En eso me especialicé y eso he aportado a la música del último tiempo. En este show seré yo y mi voz", dice el estadounidense, que alguna vez fue aliado de Chick Corea y que se ha potenciado como uno de los más reputados profesores de canto. "Me gusta mucho improvisar y generar un ambiente distinto, mostrar algo diferente a lo que la gente ya ha visto", acota.

Más allá de su prestigio, McFerrin vuelve con VOCAbuLarieS (2010), su primer disco en ocho años. "Es mi madurez en cuanto a todas las posibilidades que te ofrece la voz como instrumento", culmina. Entradas en Ticketmaster.