Bradley Lowery vivió su vida como cualquier otro niño. Fanático del fútbol y del Sunderland, a los 18 meses se le diagnóstico con neuroblastoma, un extraño tipo de cáncer con muy pocas posibilidades de sobrevida. Desde entonces, sus padres agotaron todos los esfuerzos encontrando en el balón pie una segunda familia.
Después de dos años de un"desgastante" tratamiento con quimioterapia, Bradley fue declarado oficialmente como un "niño libre de cáncer" y durante un año y medio pudo "disfrutar la vida normalmente", según declaró su circulo cercano.
Pero la enfermedad volvió sorpresivamente en junio de 2016 con una muy mala noticia: necesitaría 910.000 dólares (más de 600 millones de pesos chilenos) para seguir un tratamiento de anticuerpos en New York. La opción de ir a Estados Unidos era la mejor alternativa para alargar lo más posible la vida del menor.
Cuando su caso se hizo conocido públicamente, su club organizó una campaña para ir en ayuda y otros equipos como el Everton se unieron donando 270.000 dólares para la causa.
El rostro del niño se hizo reconocible en toda Inglaterra, acompañando al Sunderland en cada partido que disputó por la Premier League. En todo ese tiempo pudo establecer una entrañable relación con Jermain Defoe, el máximo ídolo de su equipo, y que fue más allá de una cancha de fútbol.
De hecho, por una moción del delantero, el niño se adjudicó el premio al "mejor gol del campeonato 2016" por un simbólico penal que anotó en el entretiempo ante el Chelsea.
Defoe acompañó a Bradley en uno de los momentos más duros de su enfermedad cuando en diciembre los médicos informaron a sus padres que no había vuelta atrás. Al pequeño le quedaban pocos meses de vida, sólo había que esperar.
En marzo pasado, el goleador de 34 años fue convocado luego de cuatros años a la selección de Inglaterra y decidió que el niño lo acompañara a la cancha. Bradley no se le separó en ni un solo momento antes del partido. Defone anotó uno de los dos goles con lo que los ingleses derrotaron a Lituania por las Clasificatorias al mundial de Rusia 2018.
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Pese al diagnóstico lapidario de los médicos, durante el 2017 el niño se sometió a más tratamientos sin perder jamás la esperanza de vivir. El pasado 26 de mayo dejó el hospital para irse definitivamente a la tranquilidad de su hogar. Aún faltaba la última alegría de su vida.
El 1 de julio, el día de su cumpleaños número seis, sus cercanos organizaron una última fiesta a Bradley. Su ídolo del Sunderland acudió al llamado, siendo esta la última vez que se verían.
Dos días antes de la muerte del niño y en una conferencia de prensa rutinaria, el jugador relató entre lágrimas aquel encuentro: "Él siempre va a estar en mi corazón, por el resto de mi vida. Toda mi familia estará para lo que necesite su familia".
El último aliento del pequeño llegó a las 13:35 pm del viernes 7 de julio. "Era nuestro pequeño superhéroe y aunque puso la lucha más grande se le necesitaba en otro lugar. No hay palabras para describir cuán roto está nuestro corazón. Gracias a todos por vuestro apoyo y vuestras amables palabras. Duerme abrazado bebé y vuela alto con los ángeles", decía el comunicado que escribió su madre en el Facebook que mantenía para recibir las muestras de cariño de los fanáticos.
El máximo ente del fútbol, la FIFA, se pronunció a la noticia declarando "Hoy, el mundo del fútbol pierde a uno de sus aficionados más valientes. Descansa en paz, Bradley"
La historia de Bradley Lowery quedará grabada para siempre en la historia de la Premier League como un símbolo de esperanza y lucha.