Cuando el 30 de octubre de 2007 la Federación Internacional de Fútbol Asociado (FIFA) anunció que Brasil sería la sede de la Copa Mundial en 2014, la euforia reinaba tanto en las calles como en el gobierno del entonces Presidente Luiz Inácio Lula da Silva, que veía en el campeonato un reconocimiento a su gestión y la posición que tenía el país a nivel internacional, gracias a que el pujante sector de los commodities atraía a muchos inversionistas. Sin embargo, siete años después, la situación es distinta: el país lucha por terminar los estadios a tiempo para los partidos y los ciudadanos se han tomado las calles para protestar por el alto costo de la vida y del Mundial, los malos servicios públicos, la corrupción, los problemas de la educación. Incluso el país enfrenta una inminente crisis energética.
"Brasil tuvo un período en el que fue una estrella en el firmamento de las economías emergentes, ese período fue entre 2006 y 2010. Y eso le valió a Brasil la idea de que podía crecer en forma permanente a un nivel de un 5% al año, que lo podía sacar de la pobreza con miras al 2030. Cuando uno mira hacia atrás, el país logró crecer a esas tasas, entre 2007 y 2010. Coincidentemente o no, desde que Dilma Rousseff es Presidenta de Brasil ha desilusionado año tras año y este ya es el cuarto. La economía en su gobierno ha crecido menos del 2%, todos los años desde 2011. Por ejemplo, ese año se esperaba un 4,5% y creció un 2,7%; se esperaba en 2012 un 3,5% y creció 0,9%; se esperaba en 2013, que creciera 3,7% y creció 2,3%", comentó el economista José Ramón Valente en una entrevista con radio Duna.
La agencia Bloomberg señala que el Real ha caído 28% desde que la Presidenta Dilma Rousseff llegó al poder en 2011. La deuda soberana fue degradada el 24 de marzo por primera vez en más de una década. La confianza al consumidor ha alcanzado a su nivel más bajo desde 2009. Petrobras -la empresa petrolera estatal- perdió cerca del 60% de su valor de mercado desde 2007. A eso se ha sumado que la inflación se ha mantenido por sobre el objetivo de 4,5% anual durante tres años y medio. La sequía no sólo ha afectado los cultivos, sino que también el suministro de energía.
"Brasil experimentó una euforia en el año 2010, en el auge del consumo popular del último año del gobierno de Lula. Ese año, China invirtió US$ 13 mil millones en Brasil. Desde entonces, el flujo de inversión ha ido disminuyendo (China invirtió en 2013 10% de lo que invirtió en Brasil en 2010)", dijo a La Tercera el politólogo brasileño Rudá Ricci, autor del libro Nas Ruas, sobre las protestas en el país.
Las malas cifras económicas han ido en desmedro de la popularidad de la mandataria, que no pasa por un buen momento. Así lo reveló un sondeo de la empresa de opinión pública Datafolha, que consultó sobre quién era el candidato más preparado para hacer los cambios que necesita el país: el 38% mencionó el nombre de Lula, 19% consideró a Aécio Neves, del Partido de la Social Democracia Brasileña (PSDB) y un 15% señaló a Dilma Rousseff. Incluso más de un 58% cree el ex gobernante (2003-2010) debería ser el abanderado del Partido de los Trabajadores (PT), por lo que aparece como una mejor carta que Rousseff, quien aspira a lograr la reelección en los comicios de octubre.
"El apoyo a Lula se debe a la memoria que existe del final de su gobierno. En 2010, su último año de gobierno, Brasil tuvo el mejor crecimiento desde la dictadura militar (1964-1985), de alrededor de 7%, y con una inflación baja", dijo a La Tercera Clóvis Rossi, influyente analista político brasileño y columnista del diario Folha de Sao Paulo.
En un artículo de la agencia Bloomberg, el columnista David Biller señala que el crecimiento económico de Brasil ha pasado por ciclos de altibajos e inestabilidad política durante la mayor parte de su historia. Sin embargo, ahora el 45% de sus exportaciones en 2013 correspondieron a materias primas, lo que significa que su prosperidad es sensible a los antojos de los mercados de los commodities.
El gobierno dice que tiene una nueva estrategia de crecimiento basada en la inversión privada en el transporte y la energía. Sin embargo, los analistas sugieren que Brasil tiene que comenzar ahora su próximo paso hacia el crecimiento, reduciendo la carga fiscal y la burocracia, entre otras medidas.