El autor confeso de los atentados de Noruega en julio de 2011, Anders Behring Breivik reveló en una nueva jornada de juicio oral en Oslo, que quería detener y decapitar a la ex primera ministra Gro Harlem Brundttland y grabar su ejecución, durante el ataque que realizó en Utoya, en que murieron 69 personas. Esta acción la pretendía repetir contra varios laboristas destacados que ese día se encontrarían en el sitio del suceso.
Breivik detalló el plan que había trazado para Brundtland, de 72 años y ex directora general de la Organización Mundial de la Salud (OMS): junto con degollarla y grabar la ejecución con una cámara, leería al mismo tiempo un texto, para luego subir video en Internet, detalla Efe.
Para realizar la ejecución, llevaba una bayoneta en su rifle y un cuchillo, pero el plan no prosperó porque no pudo comprarse "un iPhone" debido a "limitaciones humanas", según dijo, y también porque llegó a la isla, situada a 45 kilómetros al oeste de Oslo, más tarde de lo planeado.
Ejecutando a Brundtland, que estuvo en Utoya horas antes de que Breivik llegara, y a otras figuras, el extremista quería "contribuir a instaurar el degollamiento como tradición entre los militantes nacionalistas", inspirado en la red terrorista Al Qaeda, aunque recordó que es una práctica que se ha usado en Europa en el pasado.
La elección del complejo gubernamental, donde estacionó una furgoneta bomba antes de viajar a la isla, y de Utoya como objetivos obedeció a que eran los únicos posibles en ese mes vacacional.
Otro objetivo alternativo que estudió fue la concentración por el Primero de Mayo en el centro de Oslo, donde se juntaba "la élite marxista" y podían haber muerto "varios miles de personas", aunque "menos del 10 por ciento" serían "inocentes", afirmó.
Pero Breivik desestimó la idea por excesiva e incluso dijo que "inaceptable", ya que consideraba que Noruega y el Partido Laborista deberían recibir primero una "advertencia": los atentados del 22 de julio.
MATAR A TODOS
Breivik confesó además, que su intención era matar a todos los asistentes al campamento de las Juventudes Laboristas en Utoya, que eran más de medio millar.
"El objetivo era usar el rifle como detonador y el agua como arma de destrucción masiva. El objetivo era matar a todos", explicó el extremista en su declaración, no retransmitida por orden judicial, según recogen varios medios digitales noruegos.
Muchos de los asistentes se ahogarían, ya que "es difícil nadar cuando se tiene miedo a morir", pensó Breivik. El extremista noruego era consciente de que Utoya sería un "objetivo problemático", incluso entre otros "militantes nacionalistas", por la presencia de menores de edad, que él había calculado que serían la cuarta parte del total, no casi la mitad, lo que calificó como "no deseable".
Breivik creía que podría averiguar la edad por las caras, pero la gente "se dio la vuelta" y eso dificultó su estrategia, aunque no se mostró arrepentido por lo ocurrido.
"Yo no soy un asesino de niños. Pienso que todos los activistas políticos que eligen luchar por el multiculturalismo y trabajan en una organización así son objetivos legítimos", afirmó, resaltando que varios tenían cargos políticos y reiterando, como hizo hace dos días, que volvería a hacer lo que hizo.