Con juegos de video se preparó mentalmente para cometer las masacres de Oslo y Noruega el ultraderechista Anders Behring Breivik, según reveló en el cuarto día de juicio oral en Oslo.

Desde 2006, cuando tenía 27 años, que se encerraba en casa de su madre para practicar con "World of Warcraft" y "Modern Warfare". Pasaba hasta 17 horas por día practicando.

"Algunos sueñan en dar la vuelta al mundo en un velero, otros sueñan con  jugar al golf. Yo soñaba con jugar a 'World of Warcraft'", dijo el extremista  de derecha ante el tribunal.

Según Breivik, "no es un juego violento", pero fue ese juego el que le  permitió "la preparación mental" para la masacre que perpetraría cinco años más  tarde.

El asesino confeso relató que también jugó bastante "Modern Warfare", un  juego de simulación de tiros. "No me gustaba especialmente este juego, pero  está bien para entrenarse", comentó.

Desde esa época de los juegos de video, explicó, ya sabía que ejecutaría  posteriormente una "operación suicida", pues no pensaba sobrevivir a los ataques del 22 de julio de 2011. Además, dijo, sabía que no quería morir sin  haber realizado "el sueño de toda una vida".

TRES ATENTADOS
La idea original, era realizar el año pasado tres atentados con bomba y posteriormente el tiroteo en Utoya. "El plan eran tres autos cargados de bombas seguido por el tiroteo", dijo  Breivik.

Poco más tarde pasó a entrenarse en un club de tiro, y consiguió armas a  las que bautizó con nombres inspirados en la mitología nórdica: llamó Gugnir a  su fusil y Mjoelner a su pistola Glock. Inclusive llamó Sleipner a su auto. "Sabemos que las armas tienen nombres en la mitología noruega, y escogí  perpetuar una tradición", dijo.

En esta cuarta jornada, sin embargo, Breivik prefirió omitir el tradicional  y provocador saludo -con el puño derecho golpeando el pecho y luego el brazo  derecho extendido- que tanto sufrimiento había causado en los días anteriores a  los familiares de sus víctimas.

Si bien ayer había optado por guardar silencio sobre sus contactos  internacionales o la supuesta existencia del grupo extremista Caballeros  Templarios, al que dice pertenecer, este jueves Breivik inclusive sonreía  ampliamente al hablar de sus técnicas de tiro y combate.

El 22 de julio pasado, Breivik hizo estallar una poderosa bomba a las  puertas del edificio gubernamental en Oslo donde tiene sus oficinas el Primer  Ministro, provocando la muerte de ocho personas.

Posteriormente, vestido de policía, disparó a mansalva y durante más de una  hora contra una multitud de la Juventud Socialdemócrata reunida en un  campamento de verano en la isla de Utoya, frente a Oslo, dejando un saldo de 69  muertos, casi todos adolescentes.

Breivik admitió los hechos pero afirmó que estaba en guerra para proteger a  los "noruegos auténticos" contra la "islamización", y por lo tanto no podía  declararse culpable. Ayer comentó ante el tribunal que en su opinión existen  apenas dos "desenlaces justos" para su juicio: la condena a muerte o la  absolución.

"Sólo hay dos desenlaces justos en este caso: la absolución o la pena de  muerte. Una pena de cárcel de 21 años es patético. No deseo (la pena de muerte,  ndlr), pero respetaría el veredicto", dijo.

Persiste un enorme signo de interrogación sobre todo el proceso a raíz de  las dudas sobre su salud mental.

Si fuese considerado en julio como penalmente irresponsable, podría pasar  el resto de la vida en un hospital psiquiátrico. Responsabilizado, deberá  cumplir una pena de cárcel de 21 años prolongada indefinidamente mientras siga  siendo considerado peligroso.