Buenas noticias para el Presidente Vladimir Putin: el año 2012, Rusia batió un récord histórico en la extracción de petróleo, al superar los 518 millones de toneladas (incluido el condensado de gas), lo que significa un aumento del 1,3% respecto de 2011. Este es el mejor índice desde la desaparición de la Unión Soviética.
Esta noticia económica tiene connotaciones políticas para el Kremlin, pues significa que hay muchas posibilidades de que la crisis europea no llegue a Rusia o, en cualquier caso, que se la pueda neutralizar con relativa facilidad, sin grandes sacrificios.
Las protestas que marcaron los comienzos de 2012 han ido perdiendo fuerza en Rusia, debido a diversos factores, pero principalmente se explica por la falta de un programa constructivo de la oposición, por una parte, y por otra, de la ausencia de una crisis económica.
Esto último es lo principal para muchos observadores, y Putin lo tiene claro. De ahí que cuando, en épocas anteriores, han surgido problemas que amenazaban con producir una explosión social y estallado focos calientes, Putin se apresuró a apagarlos.
El caso más sonado probablemente ocurrió en 2009, cuando, frente a las cámaras de televisión, regañó al multimillonario Oleg Deripaska por no pagar los sueldos a los trabajadores de una fábrica de los alrededores de San Petersburgo, que habían salido a bloquear la carretera federal, y lo obligó a cancelar la deuda de inmediato.
Ahora, Rusia, gracias a las superganancias que da la venta de hidrocarburos, ha logrado crear un holgado colchón financiero destinando los petrodólares a fondos de estabilización: el llamado Fondo de Reservas cuenta con más de 46.000 millones de euros y el de Bienestar Nacional, con más de 66.000 millones; además, las reservas del Banco Central llegaron a principios del pasado diciembre a casi 400.000 millones de euros.
Las petroleras extrajeron en 2012, según el departamento de estadísticas del complejo energético ruso, un promedio de 10.375.000 barriles de crudo diarios, y casi la cuarta parte correspondió a la compañía estatal Rosneft.
Con este panorama, Putin, que el año pasado regresó al Kremlin asumiendo por tercera vez como presidente del país, puede estar tranquilo por las promesas de mejoras sociales que ha hecho, ya que significa que podrá cumplirlas y así apagar el descontento que estaba en alza entre la población.
Pero no todo son cielos despejados para Moscú. Así, la producción de gas disminuyó en un 2,3% y la extracción de gas natural por parte del monopolio Gazprom cayó de 513.100 millones de metros cúbicos a 478.800 millones. Esto se debió principalmente a la crisis económica que afecta a los países europeos, que son sus principales compradores.
El problema es que Rusia no ha apostado por el gas natural licuado y prácticamente no ha desarrollado el gas de esquisto, lo que hace que por el momento le sea difícil llegar a nuevos mercados.
Esto le puede significar en el futuro una sustancial baja de sus ingresos por la venta de hidrocarburos (sobre todo si la Unión Europa sigue en crisis y si tiene éxito en sus esfuerzos por diversificar sus fuentes de abastecimiento). Pero a corto y quizás mediano plazo, el gobierno ruso no encontrará serios obstáculos que le impidan cumplir las promesas hechas a la población.