Los conflictos entre hermanos son comunes y esperables. Gracias a ellos, la mayoría aprende a discutir y a templar su carácter. Sin embargo, hay veces en que las peleas son mucho más que eso: son sólo la parte visible de un acoso escondido y permanente donde uno o más hermanos abusan de otro ya sea sicológica o físicamente. Un tipo de bullying que, según muestra un estudio realizado en 3.600 escolares en EE.UU, deja secuelas emocionales igual o más profundas que cuando se sufre de matonaje en el colegio.

En la investigación, publicada en la revista Pediatrics, se entrevistó a 3.600 niños a quienes se les consultó por episodios de bullying en su colegio o con sus hermanos en el último año, y luego se les midieron niveles de ira y depresión con pruebas estándar. Las agresiones que el estudio consideró fueron ser víctima de agresión sicológica (burlas o insultos permanentes), agresión a la propiedad (quitarles o destruirle sus bienes) y daños físicos leves y severos.

Los resultados mostraron que aquellos niños que fueron maltratados por un hermano -física o verbalmente- tuvieron mayores puntuaciones en depresión y síntomas de ansiedad que los que habían sufrido esos mismos episodios, pero en el colegio.

Al igual que el bullying escolar se trata de agresiones reiteradas y persistentes. La diferencia es que mientras en las escuelas hay planes para intervenir o atacar el problema, en los hogares los padres suelen hacer caso omiso a las quejas de la víctima. "Nuestro trabajo demuestra que ser víctima de agresión por parte de los hermanos se vincula a una peor salud mental, con problemas como depresión, mayor ansiedad e ira", dice a La Tercera Corinna Jenkins Tucker, profesora de estudios de la familia en la U. de New Hampshire, autora principal del estudio.

RIVALIDAD ANORMAL

La experta sostiene que incluso cuando no existen huellas físicas, esas agresiones pueden infligir heridas sicológicas tan perjudiciales como la angustia causada por los matones en la escuela. "Históricamente, la agresión entre hermanos ha sido visto como la rivalidad normal y algunos padres piensan que es un buen entrenamiento para el conflicto en otras relaciones. Pero hay diferentes normas de lo que es aceptable y no en las agresiones que se dan entre hermanos", dice Tucker.

María Isabel Toledo, antropóloga y académica de la Escuela de Sicología de la U. Diego Portales explica que cuando los padres no le dan importancia o no se percatan del bullying en el hogar, la situación se agrava. "Los niños esperan una protección más directa de los padres y no tenerla les genera una sensación mayor de abandono, porque en la familia es donde se tiene la protección por excelencia", sostiene.

La experta chilena dice que sufrir el bullying de un hermano mina la autoestima, lo que se traduce, a la larga, en depresión. A eso se suma la angustia que genera no saber qué le pasará cada vez que se quede a solas con su victimario. "Siempre se está a la expectativa de qué pasará, ya que generalmente en estos casos la agresión se da sin motivo, porque sí", dice.

Un estudio de la revista Child Maltreatment de 2006 dice que el 35% de los niños ha sido "golpeado o atacado" por sus hermanos, varios de ellos en forma grave. La edad más común en que se dan estas peleas cargadas de agresividad es entre los seis y los 12 años, siendo más frecuentes entre hermanos con poca diferencia de edad.

David Finkelhor autor de ese estudio dijo a este diario en 2009 que hay un 40% de posibilidades de que el sentimiento de victimización sea crónico en la violencia entre hermanos, en comparación con el 15% de aquellos que habían recibido maltrato de parte de otros niños.