El 1 de septiembre pasado, una semana después de que las salas de cine locales recibieran de rodillas la superproducción Escuadrón suicida (2015), la película chilena Aquí no ha pasado nada entró a la cartelera local a pelear por su lugar en el público. Estrenada en el Festival de Sundance 2016 e inspirada libremente en el caso del hijo del ex senador Carlos Larraín, la cuarta cinta de Alejandro Fernández Almendras llevó en total 14 mil espectadores en sus cinco semanas de exhibición. Dos meses después, Aquí no ha pasado nada ya está en Netflix y aunque su productor cree que hubo una buena respuesta en las salas, la exposición en la plataforma virtual es capaz de inaugurar un inesperado segundo capítulo en la vida del filme.
"Muchísima gente me ha comentado que vio la película a través de Netflix, versus la que asistió a salas. Le entrega una exposición distinta y además permite que se conozca la obra de un director en particular, en este caso Alejandro Fernández Almendras", comenta su productor Augusto Matte, que además estuvo detrás de El verano de los peces voladores, filme de Marcela Said que también se puede ver por estos días en la plataforma virtual.
"El verano de los peces voladores está desde julio en Netflix, mientras que Aquí no ha pasado nada entró el 1 de noviembre. Chile, de hecho, fue el último país donde accedió, pues su estreno en salas había sido hace poco. En EEUU, Aquí no ha pasado nada está desde el 1 de octubre. En este momento está en Netflix en todo el mundo", comenta Matte, uno de los socios de la productora Jirafa Films. El ejecutivo agrega que Netflix adquirió el filme en el Festival de Sundance.
La presencia de películas chilenas en Netflix ha sido paulatina, pero segura, buscando de a poco acceder a ese público que muchas veces pasa por alto las propuestas nacionales ante las ofertas de Hollywood. "Es demasiado difícil competir contra la publicidad de las películas grandes, donde los efectos especiales u otro tipo de atractivos enganchan al público", explica Matte. "Nosotros tenemos que pensar cómo subsistir, y una de las alternativas la da una plataforma de exhibición como Netflix. Como productor, a uno lo que más le importa es que la película sea vista por la mayor cantidad de público", agrega .
La política de la compañía Netflix ha sido no revelar datos de audiencias ni cifras de adquisición y, por lo tanto, no es posible saber lo que se desembolsa por exhibir las cintas en su plataforma. Lo que sí se entiende es que las diferencias de pago entre una película y otra son considerables.
El caso López
A diferencia de películas locales que no necesariamente tienen un apetito comercial masivo (como es el caso de los trabajos de Fernández Almendras), el cine del realizador Nicolás López siempre ha buscado llegar a un alto nivel de espectadores. Su última producción, Sin filtro, es una de las 10 cintas más exitosas de 2016 en Chile (más de dos millones de espectadores) y, por supuesto, también está en Netflix.
Para López, sin embargo, la plataforma estadounidense es una vieja conocida. Es el primer realizador chileno que apostó a este canal de exhibición y a estas alturas Netflix es una suerte de co-productor de sus obras. "Venimos trabajando con ellos desde la época de Qué pena tu boda (2010). Actualmente, por ejemplo, Netflix realiza una suerte de pre-compra de mis películas, en verde. Es decir, tiene la importancia que en otros tiempos poseía un fondo del Estado o el apoyo de un canal de TV", dice Nicolás López, que a través de Netflix realizó el estreno mundial simultáneo de Sin filtro en junio pasado. "Es decir, ni con la mejor campaña del mundo en estrenos en salas en EEUU o en Europa, habría logrado el nivel de penetración que Netflix le ha dado a Sin filtro. Gracias a eso, en parte, la película ahora tiene y tendrá remakes en México, EEUU, Francia, Alemania, China", agrega.
Actualmente existen alrededor de 15 películas chilenas de ficción en Netflix (entre ellas Allende en su laberinto, El bosque de Karadima, Miguel San Miguel, Mi último round, Fuerzas especiales 1 y 2, Redentor o la trilogía de Qué pena... de Nicolás López) y hay espacio para dos documentales: La once de Maite Alberdi y Portales: la última carta de Pilar Leonvendagar.
Disciplina muchas veces reducida a la exhibición en festivales, el documental también suele tener vida corta en las salas de cine. No es el caso de La once, que anduvo bien en su muestra en los cines. Aún así su realizadora valora el paso de la película por Netflix en la medida que la ayuda a llegar más allá de Chile. "Los documentales tienen aún más dificultades que la cintas de ficción para estrenarse fuera del país y en ese sentido Netflix en su división latinoamericana nos ayuda a que se vea en todas partes del continente. Y, por supuesto, hay mucha gente que a lo mejor no pagaría su entrada por ver un documental en salas de cine, pero la puede tener a su disposición en esta plataforma. Lo malo, a mi gusto, es que Netflix no nos entrega datos y cifras concretas de cuántas personas ven la película".