En las profundidades del océano Atlántico, frente a las costas sudorientales de Estados Unidos, subyace un intrincado bosque de arrecifes coralinos que se supone el más grande del mundo.

Un área de 60.000 kilómetros cuadrados que se extiende desde Carolina del Norte hasta la Florida es apenas parte de esa red coralina cuya protección se busca para prevenir los daños potenciales de la pesca comercial a profundidad y la exploración energética.

Hasta ahora ha sido poco afectada por el ser humano debido a su profundidad, lo que por otra parte ofrece a los científicos una oportunidad singular de proteger un ecosistema antes de que sea destruido.

"La mayor parte del tiempo, la ciencia trata de contener la explotación", dijo Steve Ross, del Centro de Ciencias Marítimas en la Universidad de Carolina del Norte en Wilmington.

Ross encabeza un crucero de investigación que comenzó el 6 de agosto destinado a estudiar estos ecosistemas en las profundidades submarinas, en la esperanza de hallar nuevas especies de peces, cangrejos y corales que puedan conducir a descubrimientos científicos y médicos.

Los ambientalistas consideran que la pesca de profundidad es una de las amenazas más inmediatas.

Margot Stiles, científica de Oceana, un grupo internacional de protección ambiental, dijo que otras redes coralinas de profundidad frente a las costas norteamericanas han sido muy dañadas por los pesqueros.

"En este caso tenemos 60.000 kilómetros cuadrados de corales marinos de profundidad conocidos y no es demasiado tarde como para protegerlos", dijo Stiles. "Este coral en particular es para la profundidad del mar como la Gran Barrera Coralina (de Australia) es para el mundo".

El Consejo de Administración de Pesca en el Atlántico Sur promueve una propuesta de proteger la región para crear la zona coralina de profundidad protegida más grande frente a las costas atlánticas.

Todavía se están estudiando los detalles, pero de ser aprobada por la Secretaría de Comercio, el plan podría entrar en vigencia el año próximo.